NARRADORAVarun se asombró un poco al ver a esa humana abrir la ventana y subirse sobre algo.Sacó medio cuerpo estirando su pequeña mano; la expresión ansiosa en su rostro lo hizo fruncir el ceño.Su padre siempre le había dicho que estas criaturas eran malignas, codiciosas de sus tesoros, traicioneras, contaminaban las aguas y los perseguían como fenómenos.Sus ojos azules bajaron a la suave palma; solo tenía que estirar los dedos y podría tocar a esa medusa de fuego.—¡Vamos, colita de pez, tengo miedo de caerme! —le gritó, y en ese mismo instante el barco dio un bamboleo peligroso.—¡Aahhh, agárrate! —Scarlett estaba aterrada, ya no se creía tan valiente.Sus ojos observaban en pánico las aguas enfurecidas de las profundidades, su boca con restos de sabor salado, el viento no la dejaba ni abrir bien los ojos y se estaba mojando por todos lados.Cuando pensaba seriamente rendirse, sintió algo aferrándose a su mano, al fin ese niño dejaba de ser tan testarudo.Scarlett no perdió tie
NARRADORAMientras Nathan y el ayudante comenzaban a explorar los restos del falso Alondra, la densa niebla que iba subiendo era el refugio ideal para el fugitivo Dean.En el mar, el olor salado intenso, la brisa que traía todo tipo de aromas exóticos, les dificultaba a los hombres lobo utilizar con claridad su sentido del olfato.Los pasos de Dean avanzaban de prisa por la cubierta, en busca del puente de mando; solo contaba con escasos minutos.Pronto llegó a su objetivo, con manos frías y hasta algo temblorosas, comenzó a tocar los botones de la pantalla electrónica.¡Maldit4 sea, no sabía nada de embarcaciones! Era obvio que ese viejo desgraciado de Loran lo envió a morir.“¡Apresúrate o pondremos alertas a esos hombres!”“¡¿Acaso sabes algo de cómo se maneja este barco de mierd4?!” discutía con Claus, como desde el momento en que lo despojaron de sus poderes.Reconciliarse con su lobo iba a ser difícil, su cuerpo con heridas internas que se sanaban demasiado lento.Estaba acabado
NARRADORANathan rugió enfurecido, lo amenazó con su lobo a flor de piel, pero al final tuvo que meterse la cola entre las patas.—Así me gusta, como un buen perrito —Dean saboreó su victoria, su golpe de suerte—. Me refugiaré con tu hija en el camarote y te doy media hora para partir. Ahí de ti si inventas algo. De verdad, Nathan, no estoy jugando.Sus ojos fríos y crueles le dijeron a Nathan que, de ex Anciano, no jugaba.Lo vio tomar con rudeza del brazo a Scarlett, que no paraba de llamarlo a pesar de las palabras amenazantes de Dean.“Nena, pórtate bien, papá te va a salvar. Scarlett, sé buena chica, ¿sí?” le habló en su mente, tranquilizándola, lleno de impotencia y rabia.—Señor, ¿de verdad nos regresamos? Ni siquiera sabemos cómo movernos en este mar muerto y, además, la embarcación no creo que llegue así a puerto seguro —el ayudante le dijo, apretando también con ira la pistola de arpón en la mano.Si al menos hubiese tenido un buen blanco de ese maldito…—No me queda de otr
NARRADORANathan se había subido a la pequeña plataforma sobre el mástil.Lo diseñó así solo por un capricho, para imitar a las antiguas embarcaciones; ahora lo veía más que útil.Miraba al hombre atado frente a él, medio ciego, apenas una rendija en el ojo derecho, pero el odio que se escapaba desde la profundidad de su pupila era letal.—Puedo decirte secretos que no te imaginas del Concilio, ser… te de utilidad —Dean sentía que la vida se le iba en un suspiro.Le habían sacado el arpón, parecía hasta cruel no haberse muerto en el acto.—Ahórrate tus trucos baratos, esta vez, nada ni nadie te salvará —Nathan le dijo entre dientes para luego palmearle la mejilla como un chantajista—. Ahora, ¿quién es el perrito de quién?Le escupió la cara a Dean con asco, con ira. Nunca había deseado ser tan sádico como ahora.—¡MÁTAME DE UNA MALDITA VEZ, INFELIZ! —de repente, el ex Anciano le gritó en un arrebato de rabia.Escuchaba ya el graznido de esos pájaros gigantescos que le helaban la sangr
NARRADORA—Ellas pueden crear una pequeña corriente que nos arrastre. ¡Rápido, Carl, despliega la vela mayor! Intentaré ver si me funciona el sistema automático. Asegura todo para ser remolcados.Nathan le ordenaba eufórico, tocando botones aquí y allá, intentando reactivar lo que quedaba funcional del Alondra.No era mucho, pero al menos una ayudita, porque solo dos hombres era muy difícil hacerlo todo.—¡Cachorra, siéntate ahí y ponte ese salvavidas como te enseñé una vez! ¡Corre, Scarlett, y asegúrate de la correa! —Nathan le pidió con prisas.Para variar, la pelirroja esta vez obedeció sin rechistar; entendía el apremio del momento.Como estaba previsto, la manada numerosa de casi treinta cachalotes hembras y sus crías pasó muy cerca del Alondra, algunas incluso sumergiéndose por debajo.El empuje de sus enormes colas batiendo el agua y el movimiento de sus colosales cuerpos bajo la superficie comenzaron a crear una pequeña corriente marina, pero suficiente como para arrastrar en
NATHANAl menos el anclado automático aún funcionaba.Encallados en la orilla de una pequeña playa, logré maniobrar para no estrellarme contra uno de los peligrosos y altos farallones de la costa.—Scarlett, baja con cuidado, voy a agarrarte. ¡No mires arriba! Atiende lo que estás haciendo, agárrate bien —le daba indicaciones mientras la veía descendiendo por la escalera de cuerdas.En realidad, lo que no deseaba que viese era el cadáver en el mástil, que ya soltaba su pestilencia. Lo pretendía dejar tirado aquí antes de irnos.—Eso, bien, bien, pequeña —la tomé por la cintura para cargarla; mis botas impermeables se hundían en el agua que me llegaba hasta casi las rodillas.Con el sonido de chapoteo avancé hacia tierra firme. La noche ya casi estaba sobre nosotros, lo cual hacía mucho más peligrosa esta aventura.Mis pupilas de lobo se estrechaban mirando la selva salvaje que se extendía más allá, Blaze olfateando con cuidado en busca de cualquier peligro.Escuché también a Carl desc
NATHAN—Esa es mi cachorra, mira qué linda te ves cuando haces caso —le acaricié la cabeza, observando con ternura esa sonrisa orgullosa en su rostro.Esta niña me iba a sacar más de una cana.Al final, acampamos en la orilla. Las llamas del fuego se elevaban, dándonos calidez y algo de esperanza.Comimos los enlatados que trajimos, prácticos y rápidos.Scarlett dentro de la tienda para protegerla de los insectos a pesar del repelente.—Nenita, quédate aquí, vamos a arreglar la nave —la miré abriendo la puerta de lona.Estaba en una conversación imaginaria entre un palo con algas en la cabeza y otro, que supongo era el macho.Me respondió que sí, juró y perjuró. El pobre gato de la vecina no se había muerto de milagro.Dudaba entre encerrarla ya en el camarote o la cabina, pero temía que removiendo los daños hubiese algún derrumbe en el interior del catamarán, así que mejor aquí, cerca y a salvo.Así, Carl y yo empezamos nuestra faena.Saqué los tablones de repuesto, revisé el sistema
NATHANPasé la mano por mi rostro mojado para aclarar un poco la visión. Pateaba el agua con las piernas manteniéndome a flote.Miré a mi alrededor. Increíblemente, había luz; para ser más exactos, parecían haces dorados proyectados contra la húmeda roca de la pequeña cueva.Moví los brazos, impulsándome para girarme, buscando la orilla, y cuando lo hice, casi se me cae la mandíbula con lo que descubrí.“Nathan, esto… esto es… un criadero de huevos.”Blaze se había quedado tan estupefacto como yo.Decidí nadar hasta la orilla y explorar. Me impulsé plantando las botas sobre el musgo resbaloso que cubría el suelo de la caverna.Miré a mi alrededor y, joder, si no lo veía, no lo creía.La cueva aquí abajo era inmensa, llena por todos lados de pequeños nidos verdes y, encima de ellos, generalmente había de uno a dos huevos, más grandes que los de los avestruces y pintados de resplandeciente dorado.Caminé con precaución hacia el nido más cercano y me agaché con cuidado.Mi mano se extend