NATHANLa beso en los párpados, olvidándome de eso. Tampoco es que sea imprescindible.—No, yo quiero, solo… solo… eres un salvaje por todos lados… —me dice, y solo puedo reírme con orgullo.—¿Ahora quieres a un minipichi?—No, graciosillo, solo… quiero dártelo todo Nathan. Eso, nunca lo he experimentado con nadie, deseo hacerlo contigo, pero duele, rayos, ¡ese hueco se hizo para sacar, no para meter! —bufa, y le beso la punta de la nariz con gotas de sudor como perlas.—Ven, vamos a intentar algo más y, si no funciona, pues otro día será —le digo de repente, haciéndola levantarse.—Ve hacia el otro sofá y ponte en cuatro. Apoya las manos sobre el respaldar, las nalgas abiertas hacia mí —le ordeno dominante, tomando el control, y la devoro mientras camina prácticamente desnuda, en los altos tacones, siguiendo mis indicaciones.Pronto la tengo mirando hacia la enorme pared de cristal, su cuerpo recargado en el respaldar, las rodillas sobre el borde del sofá y ese culote mirándome.Me a
NATHANNo sé ni cómo pude interrumpir mis embestidas; ya me veía llenando ese apretado agujero.Salí de golpe y me enterré en su coño; ni muerto pensaba venirme afuera.—Aaaahhh… ¡Nathan, espera! —gimió ante la invasión repentina.Volví a acostarme sobre ella, estaba ido, ahora sí, en modo bestiality.Me aferré a su cintura y la penetré rudo, montándola duro, vigoroso, profundo, el nudo formándose en la base, deseaba tanto marcarla.¡Mierd4, mierd4, mierd4!El olor de su nuca, su cabello apartado a un lado, las sensaciones sobre mi miembro, su vagina convulsionando a mi alrededor, fragmentándome en miles de pedazos con un gruñido desgarrador.Mis garras se aferraron a su piel y, con el último resquicio de claridad, mis caninos se enterraron en su hombro, saboreando el dulzor de su sangre.Mi esencia inundó su sexo, espesa, potente, buscando preñarla con mis cachorros.Mi Alfa rugiéndole a la luna, enamorado de su hembra, apareándose y anudando dentro de ella, a través de mis sentidos.
NATHANUn timbre insistente me hace salir de mi placentero sueño, abrazado al suavecito cuerpo de mi hembra.Saco el brazo debajo de su cabeza lentamente para no despertarla y me giro a tomar el ruidoso aparato.Miro la pantalla que se ilumina y me incorporo sentándome.Es del Alfa Connor, y el hecho de que me esté llamando debe ser por alguna emergencia.—Alfa Morgan, buenas noches —lo saludo en voz baja, apartando la cobija y levantándome con cuidado para salir a la terraza.—Disculpe la hora, Sr. Langford, pero mi hijo tuvo un problema. Está en su ciudad por negocios y yo me quedé en la manada. Estoy algo perdido en esa zona, con los hospitales y demás —va directo al grano, como siempre.Me conviene mucho estar en buenos términos con este Alfa, además de que su hijo me cayó muy bien y le debo una.Me explica brevemente que tuvo un enfrentamiento con varios lobos y quedó herido.Los hombres lobo no podemos ir a cualquier hospital, así como así.—Que vaya a un hospital que patrocino.
MÓNICA—Por favor, muéstreme su brazo para tomarle una muestra de sangre y ponerle el suero —me inclino un poco sobre él, concentrándome en mi trabajo.Extiende el brazo tosco y fuerte.Le paso la liga, que casi no le da vuelta a esos bíceps.Siento un olor a deliciosa colonia cosquilleando en mi nariz, sutil, pero ahí está. Deben ser sus feromonas.Aunque apenas tengo el olfato que verdaderamente tendría si contara aún con mi loba.—Apriete el puño y ábralo —le pido, y obvio el hecho de que todo este tiempo ha estado mirándome como un pervertido, fijo, casi sin parpadear.¿Qué le pasa a este lobo? ¿Se golpeó en la cabeza y quedó tonto?Me inclino un poco más, concentrada en sacar la muestra.Cuando me vengo a dar cuenta, siento los cabellos de mi coronilla moviéndose por la profunda respiración.Está oliéndome.Y el aroma a colonia masculina se hace más y más intenso. Incluso yo, una Omega defectuosa, puedo sentirlo.Es deliciosa y fresca… excitante… peligrosa y caliente…Un gruñido
MÓNICA Su palma abierta comienza a acariciarme directamente entre las piernas, arriba y abajo, tengo ganas de abrir más los muslos para que me toquetee mejor el coño por encima de la ropa. —Suel… mmm… Gritaré… —Claro que vas a gritar, pero de placer cuando te monte sobre esta misma cama. ¿Por qué te estás resistiendo al llamado de mi lobo? Nena, no escondas más a mi pequeña lobita, déjala salir a conocer a su macho. Mónica, debes haberlo sentido ya… De repente, sus palabras en mi oído dejan de escucharse eróticas y comienzan a transformarse en sílabas que levantan todas mis alertas. No puede ser lo que creo, no puede… Sin embargo, explicaría toda esta locura. —Soy tu mate, cariño. ¿Por qué te haces la que no lo sientes? No… espera, no estás marcada. Tú… —de repente se separa un poco. Su voz se vuelve apremiante, bestial. Va a revisarme la nuca. No quiero. ¡No quiero que me vea nada! —¿Qué es este parche que llevas? —¡SUÉLTAME! ¡TE DIJE QUE ME SUELTES! —me volteo, esta vez sí
HENRY“¡VE DETRÁS DE MI HEMBRA!” El rugido de Massimo me hizo temblar el cerebro.“¡Cálmate, maldición! Estás descontrolado, Massimo. Vamos a terminar asustándola”, le respondí a mi Alfa interior. Como siempre, un gruñón autoritario, pero desde que olió ese aroma tan increíble y delicioso, enloqueció por completo.Caminé hacia la cama donde esa bata ridícula de hospital había quedado y comencé a ponérmela rudamente para no salir con la polla al aire a perseguirla por todo el hospital.—Henry, ¿qué… qué sucede? ¿Estás bien? —de repente, la vocecilla a mi espalda me recordó la causa de la pelea en la que me metí.Como siempre, Madeline era más que inoportuna.—Madeline, ¿qué haces aquí? —me giré vistiéndome. Ni modo, no iba a correr al baño como doncella.—Yo… yo… —abrió mucho los ojos al observarme de arriba abajo, para luego girar el rostro a un lado de forma antinatural.Odio a las falsas puritanas.—Llamé a tu padre. Me dijo que habías venido a este hospital, Henry. De verdad, lo
MÓNICA Di un paso atrás, aterrada, muerta de miedo, porque aún no me recupero de las sensaciones tan intensas que me causaba este lobo. —¿Qué hace aquí, Sr. Connor? —intenté no mirar al borde inferior de la corta bata de hospital. Joder, si se inclinaba un poco hacia atrás, le vería toda la cabeza de la culebra durmiente. —Nena, ya te dije que no me llamaras tan formal… —Y yo le dije que no me dijera “nena”. Tiene que irse de aquí, esta no es un área para pacientes —intenté agarrar con fuerza el paquete de gasas de mi mano y medio ocultarlas, para que no viese mi nerviosismo. —Mónica, tenemos que hablar. No me voy a ir de aquí hasta que definamos lo nuestro —dio algunos pasos hacia mí. Me sentía sofocada en esta esquina, sin escapatoria. Con el alto estante de hierro a mi espalda y el enorme cuerpo de este sexy y autoritario Alfa frente a mí, no tenía salida. —No hay “nuestro” —a pesar de la situación, levanté la barbilla y lo miré directo a esos profundos ojos grises. —.
MÓNICA —Cálmate, nena, cálmate, Moni. Tranquila, pequeña, tranquila… — me decía sin soltarme. Le gritaba y lo insultaba, intentando liberarme de sus grilletes, pero las palabras se convirtieron en sollozos bajos incontrolables.Sus manos torpes no dejaron de acariciarme. Me cargó y me llevó con él, acurrucada contra su poderoso cuerpo.Sentía en mi oído el fuerte palpitar de su corazón. Sentados en el suelo, en la esquina medio oscura de los estantes llenos de cajas.Me acomodó de lado, sobre sus muslos, sintiendo esa presencia que empujaba con suavidad, una y otra vez en mi mente, bañando como un bálsamo las heridas que había creído estaban cerradas.Después de un tiempo indefinido, me calmé por completo, secándome las lágrimas. Me quedé en silencio; ahora estaba avergonzada. Pensaría que era una llorica.—¿Por eso usas eso detrás del cuello, para tapar la cicatriz? —asentí suavemente—. ¿Ni siquiera pudiste cicatrizar lo que quedó de la marca? Se suponía que desapareciera con e