106. YO LLAMÉ AL CONCILIO

NARRADORA

Tampoco es como si fuera directo a asesinarla; había que respetar el pacto con los humanos, ella no había violado ninguna regla.

Pero no deseaba sus ojos cínicos sobre mi hembra ni que la marcara en su memoria.

A nuestro alrededor, los integrantes de las dos manadas, seguían incluso aguantando la respiración.

Si yo, que era un Alfa fuerte, me sentía tan presionado, no me imaginaba los niveles inferiores, sobre todo las mujeres, y más aún las omegas.

—Su Señoría, pero no es suficiente. ¡Este hombre…!

—¿Eres el Alfa Agustino de la manada “Ciervos Rojos”? —le preguntó de manera intransigente.

—¿Eh? Sí, sí, sí, soy yo… —los ojos seguros de Agustino comenzaron a cambiar a recelosos.

—Alguien dio un parte de que estabas involucrado en el comercio de sustancias prohibidas por el Concilio. Está prohibido comerciar con hechicería que afecte a los hombres lobos —le dijo, y hasta yo me quedé un poco estupefacto.

—¡¿Qué?! ¡¿Quién dio ese parte falso?! ¡Es falso, todo es falso! —por su
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