CAPÍTULO 30

A la mañana siguiente, las palabras de su abuelo seguían resonado en su mente «Los Dunham pertenecen a la Hermandad», ahora si la había perdido para siempre, ahora que al fin estaba dispuesto a luchar por su amor, a dejar de lado el temor de arrastrar a Liesel a esa vida de persecución, donde siempre tienes que mirar sobre tu hombro, siempre alerta; no encontraba una salida para ser feliz, no había manera, ni siquiera huir era una posibilidad porque en todo el país había guardias de la Hermandad que podrían dar con ellos, y huir del país tampoco era opción.

Se obligó a salir de la cama cuando era lo último que quería hacer, pero él nunca había sido hombre de negar sus problemas y dejar de hacer frente a sus compromisos.

Viendo el panorama desde este nuevo angulo, hasta se alegraba de que Liesel lo hubiese mandado al carajo, porque de no

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