Bebiendo de una taza de café que mantenía entre las manos juntas, con la cabeza baja mientas Manuel se mantenía a lado de la persona que le seguía cayendo el mundo encima por cada vez que el hombre de enfrente le hablaba.—Lo siento mucho, Maximiliano, siento mucho mi actitud pero es que en verdad creí que tú estabas con Isabel como lo habías prometido en un principio.—Lo que no entiendo es, ¿dónde puede estar ella? —Max se levantó de la vieja silla en la que el hombro le había hecho sentarse.—Yo tampoco lo sé, si yo hubiera tenido idea de que ella no estaba contigo, hubiera buscado por ella hasta debajo de las piedras.Los ojos rojos de Max le hicieron ver a los presentes que él estaba sufriendo por la ausencia de Isabel.—Maximiliano, lo siento mucho pero nunca creí que Isabel estuviera desaparecida. Yo… toda mi vida la voy a querer, seguramente de la misma manera que tú pero ahora tengo a mi familia, yo solo quiero saber que ella está viviendo bien —dijo el hombre mientras s
Estaba seguro que no podría sentir felicidad más grande que esa que estaba sintiendo en ese momento. Ver a su madre con los ojos abiertos y con una enorme sonrisa en el rostro era algo que no iba a cambiar por nada. —Vamos, mamá tienes que comer bien —dijo Max mientras le daba de comer estando en ese cuarto de hospital. La madre de Max no podía sentirse mejor. Acababa de despertar de la anestesia de la cirugía que le habían llevado a cabo para que ella pudiera vivir una larga vida.—Hijo, no deberías de preocuparme mucho por mí. Mejor dime, ¿cómo te ha tratado Manuel? —Ya te he dicho que Manuel ha sido como un padre para mí. —Hijo, tengo otra pregunta —el gesto de la señora cambió —, ¿cómo vamos a pagar este hospital? Max sonrió. —Mi madre siempre se preocupa por cosas que no tiene sentido, ¿verdad? —Hijo, tienes que entender que esto no era necesario, pudimos haber hecho el trasplante en la clínica gratis de la ciudad. — ¿Y querías que me arriesgara a que algo malo
Fueron suficientes esas palabras para que Lucía se levantara de su lugar mientras la mujer que estaba s u lado y que había recibido a los hombros, los ojos se le hicieran más grandes. Bien se decía que la gente de dinero era la que más secretos tenía y la que más cosas malas hacía es solo que ella no pensó que toda la roqueza de los Vital viniera por el narcotráfico.— ¡¿Qué? Eso no puede ser cierto! —Dijo Lucía l mismo tiempo que lo hacía su hijo.— ¿De qué me están hablando? —Alejandro habló.—Por favor, señor Vital, venga con nosotros.— ¡Es que no voy a ningún lado, yo no he hecho nada! —Intentó gritar.— ¡Por favor, señor no se resista, todo lo que haga o diga puede usar usado en su contra! —Dijo el fiscal mientras hacia que los otros dos hombres se preparaban con las esposas.— ¡Mi hijo no va a ir a ningún lado!Cansado el fiscal de que Alejando se impusiera, mandó a sus hombres a tomarlo.— ¡Hey, suelten a mi hijo! —Gritó Lucía mientras los policías tomaban preso a Alejand
Y mientras Max escuchaba la preocupada voz de la persona que estaba del otro lado de la línea, supo que era su momento, que justamente, como si la vida le estuviera dando la revancha, él estaba por tomar lo que era suyo.Mirando a Salomé frente a él, viendo en ella solo inteligencia y elegancia, se dio cuenta que él no podía actuar de esa manera. No podía ser tan insensato cuando les había costado demasiado llegar hasta ahí, él mejor que nadie sabía lo mucho que Salomé había planeado su venganza par que viniera él y en un solo abrir y cerrar de ojos terminara con todo eso. — ¿Usted es abogado, cierto? —Preguntó la mujer de manera ansiosa.—Sí, soy abogado.—Puede ayudar a mi hijo, ¿cierto? Él no hizo nada, puedo meter las manos al fuego y decir que él no hizo nada, estoy segura.—En este momento voy para allá.—Por favor, venga rápido, mi hijo, mi hijo y mi nieto, se los han llevado… por favor —. Max colgó la llamada sin poder creer lo que acababa de escuchar.— ¿Qué fue lo que pa
En sus ojos pudo encontrar el dolor del que Max nunca antes había hablado con tanto detalle, ahora se daba cuenta la razón por la que el odiaba de esa manera a la persona que llevaba su sangre también.—No todo es sobre dinero, Salomé, quizá eso pensaste de mí en un principio, quizá eso pensaste cuando te dije que tenía intenciones en dolo recuperar el anillo que me corresponde a mí pero con esto te das cuenta que las cosas van más allá de lo que tú crees —. Las lágrimas estaban a punto de caer de sus ojos.No había nada que Salomé pudiera hacer en ese momento. Al final tenía el corazón de Max completamente abierto para ella y ella solo quería sanar todas sus heridas.—Lo siento tanto, Max, lo siento tanto pero, ¿por qué no me lo dijiste ante?—Porque pensé que si no hablaba de ello, no iba a doler, pensé que podría dejar a mi madre descansar en paz pero ahora que me enfrento a la misma situación me doy cuenta que no, que eso siempre estuvo ahí y ahora es momento de terminar
Habiendo sentido el dolor más grande al mismo tiempo que la desesperanza, Alejandro veía todo en la mujer que estaba de pie ahí frente a él. En medio de la tormenta era ella quien se convertía en su rayo de sol.Y mientras Salomé le sonreía y dejaba que Alejandro tocara sus manos como si se tratara de su milagro, Salomé no pudo evitar pensar en la manera en la que debió de haberse visto Max en su momento. Cuando más daño Alejandro le hizo a su propio hermano. —No te vayas, Salomé, no te vayas, Maximiliano ha venido ya y me ha dicho que me va a sacar de aquí.—Tranquilo, Alejando, por favor tienes que tranquilizarte. Mi esposo y yo vamos a hace todo lo que sea necesario para sacarte de aquí.Y fue de esa manera en que Salomé le hacía saber a Alejandro que ella era una mujer casada, que el beso que ellos habían compartido no significaba nada y que no iba a dejar a quien en verdad quería por quien solo podía ser una aventura, como él mismo la trató a ella en el pasado.Una s
Teniéndose frente a frente, viendo en los ojos de una así como en los de la otra, el fuerte sentimiento que solo podía ser albergado en el corazón de quien no sentía nada y en el corazón de quien tanto daño le habían hecho.Una sonrisa en el rostro de Salomé mientras en Gertrudis solo un gesto de odio, ella bien sabía que Salomé se estaba burlando de la suerte de la otra.— ¿En qué puedo ayudarla, señora de la Garza? —Preguntó Salomé caminando por alrededor de la mesa central, como si ni siquiera la presencia de esa mujer le intimidara.—Conmigo no te hagas la mosquita muerta, imbécil.Fue hasta ese momento en que la gracia en el rostro de Salomé terminó. — ¡No le voy a permitir que me insulte en mi propia casa, ¿de acuerdo?!—Yo hago lo que a mí se me pega la gana porque déjame recordarte que antes de ti, yo lo era todo en este lugar y solo me toca deshacerme de ti para que otra vez recuerden quién soy yo.—A mí no me amenace, señora. Quizá eso le funciona bien con otros
Humberto sonrió, él mejor que nadie sabía que su patrona nuca se quedaba de brazos cruzados, ella mejor que nadie sabía cómo cobrar cada una de los deudas que la gente podría tener con ella.— ¿Qué quiere que haga, mi señora? Usted solo dígame y yo me encargo de lo demás.—Quiero que le den la golpiza de su vida, quiero que sepa quién lo hizo y sobre todo, quiera que esté tan cerca de la muerte que piense que será un milagro si es que él vuelve a vivir.— ¿Quiere que lo matemos, mi señora?— ¡No, no exactamente! Me va a gustar más saber que Lucía está sufriendo al pensar que su hijo no va a salir de esta.— ¿Y si a mis hombres se les va la mano?— ¡Bueno, pues será una pena que Lucía se quede sin hijo y sin nieto! Por favor, Humberto, no me estés molestando más con esa clase de preguntas, ¿no te das cuenta que me tiene sin cuidado lo que pase con él? Humberto no hizo otra cosa más que sonreír. Estaba hecho, en cualquier momento él le daría la noticia que Alejandro estaba