SIN SALIDA

Camioneta negra que había llegado y de la que bajaba Gertrudis. Esa iba a ser la última vez que ella se iba a presentar ante su hija para decirle lo mucho que la iba a extrañar pero nunca lo arrepentida que podía estar por no haber estar con ella pues para Gertrudis eran todos culpables menos ella.

—Ya vengo, Humberto, de aquí necesito que me lleves con los inversionistas, todo tiene que comenzar, ¿está listo todo para el trabajito que me prometiste?

—Sí, mi señora, ya está todo listo para implantar la prueba de lo mal padre que ha sido el señor Alejandro para que usted pueda quitarle a su nieto.

Gertrudis no evitó sonreí antes de salir de la camioneta.

La guerra estaba por comenzar, eso era todo lo que sabía.

Palabras vacías que no se daban a entender, Salomé había murmurado algo que él pudo escuchar pero no pudo entender. ¿A qué se refería con decir la verdad?

Una sonrisa casi falsa se hizo en el rostro de Alejandro.

—No… no entiendo, señora de Montenegro, ¿a qué se refiere con
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