DECLARAR LA GUERRA

UN MES DESPUÉS

Bajando de aquel auto que solo podía ser manejado por la misma persona de confianza que solo podía ser de una mujer tan perversa como ella, la misma que así como había sufrido hasta morir era la misma que se levantaba de las cenizas y renacía ahora solo para ser peor de lo que fue cuando su única hija vivía.

—Déjame aquí —dijo Gertrudis haciendo a que Manuel detuviera el auto negro frente a las puertas de aquella gran casa. La de los Vital —. Espera aquí hasta que salga.

—Lo que usted me diga, mi señora.

Con lentes oscuros, vestido negro que se adaptaba a ella y aquel abrigo color gris, pareciendo que no era la misma mujer que había sufrido hasta morir era la misma que se aparecía en aquel lugar, en la casa de los Vital para reclamar lo único que tenía y lo único en lo que podía refugiarse como no lo hizo antes con su hija.

La gente que la vio entrar le dio el paso como si se tratara de toda una patrona, una mujer que no le tenía miedo a nada ni nadie incluso si estab
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