CONTRATO CON LA ESPOSA FALLECIDA
CONTRATO CON LA ESPOSA FALLECIDA
Por: Marycruz González
PRÓLOGO

Con una copa de vino en la mano, el cabello perfectamente peinado con adornos que parecían perlas que habían caído sobre ella mientras un vestido un pico ajustado a su pequeño cuerpo llenaban el momento. 

No había sonrisa en su rostro cuando sentía que todas las miradas estaban sobre ella. A su alrededor solo gente que hablaba y opinaba de la fiesta, de su vestido, de su actitud, todo. 

Paula no podía estar más nerviosa esa noche, viendo a tanta gente frente a ella. Por supuesto que era feliz pero eso no significaba que dejara de lado sus inseguridades. 

A su lado Alejandro sonreía como pocas veces. A diferencia de Paula, él parecía más confiado con el momento. 

— ¿Estás bien, hada? —Preguntó su ahora esposo al ver lo nerviosa que estaba.

Paula sonrió sin realmente querer hacerlo. Sus uñas perfectamente arregladas pegaban la copa de vino con nerviosismo. 

—Sí, no podría ser más feliz. 

Él le devolvió la sonrisa. — ¡Por favor, pido su atención! —Levantó la voz Alejandro. — ¡Un minuto de su atención, por favor! Ahora el brindis de los novios porque es frente a ustedes dónde me declaró el hombre más feliz del mundo, en la vida no podría haberme casado con una mujer tan buena, tan dulce y tan bella como la mujer que tengo frente a mí —, dijo Alejandro mirando a los ojos a su esposa. 

Paula pareció incomodarse. No era que no lo amara, era que no estaba acostumbrada a llamar la atención de esa manera. En la empresa y en la familia siempre había sido un patito feo. 

— ¡Salud por eso! —Dijo Alejandro pegando su copa con la de su esposa.

Paula sonrió para después beber mientras todos a su alrededor aplaudían y brindaban por los recién casados. 

Pero como siempre se decía, la vida no era perfecta ni a toda la gente se le podía tener contenta. Justamente como unas lobas, madre e hija hablaban sobre lo que sus ojos veían. 

—No puedo creer que él se haya casado con ella. Es tan poca cosa, creía a Alejandro más inteligente —, soltó con furia la joven de cabello rojizo. 

—Por favor, Emma, no quiero un escándalo ahora. —Expresó Gertrudis al momento que veía como su hija cerraba sus manos en puños, como si estuviera lista para el ataque.

—Es que no puedo creer que él la haya escogido a ella por encima de tantas cosas. Ella es tan insípida, tan tonta, tan… no sé.

—Recuerda que si él se casó con ella solo es para aparentar ser mejor persona, nada más.

— ¿Por qué mi papá la adoptó? ¿Por qué?

—Porque tu padre es un pobre imbécil que siempre hace obras de caridad, eso es todo.

Emma solo bebió de su copa, importándole poco que los demás seguían escuchando las palabras estúpidas de los recién casados.

Paula Garza y Alejandro Vital habían contraído matrimonio.

Como Gertrudis y Emma lo hubieran dicho, la patito feo de la familia había logrado casarse con el sucesor de la empresa de los Vital. Sin duda las patitos feo eran las que más surte tenía en el amor.

Sonriendo de manera malévola, Emma miró a su hermanastra enfrente. La muy estúpida lucía nerviosa, lucía insegura, y eso podía ser la puerta fácil para Emma.

—Veremos por cuanto tiempo te haces llamar la mujer de Vital. Nunca se sabe con quién puede cruzarse tu querido esposo —, dijo Emma en voz baja.  

Y enfrente una mujer insegura. Una mujer que no sabía al mundo que veía pero que por supuesto, se sentía tan feliz al haberse casado con el hombre más hermoso ante su corazón. Era una pena que solo fuera un mentiroso más.

      ¿Era posible encontrar amor y afecto cuando todo lo que había visto y con lo que había convivido en todo ese tiempo era con el dolor y la muerte, la muerte que se aproximaba cada vez más?

Vestido completamente de negro, con una gorra que cubría su mirada feroz, desde aquel muro, no más de diez metros lejos de donde el brindis estaba tomando lugar. Era cierto que tenía unas ganas inmensas de presentarse ante ese maldito desgraciado que se casaba y que no hacía otra cosa más que sonreír. Maximiliano solo quería ir hasta él y borrarle esa sonrisa estúpida del rostro.

Y justo en el momento en que sintió el valor de hacerlo, intentó caminar hasta ahí pero siendo tomado del brazo al momento.

—No lo hagas, Maximiliano —, dijo un hombre detrás de él. Un hombre de avanzada edad.

Con lágrimas de furia en los ojos Maximiliano volteó a ver a hombre que lo tomaba del brazo. —Si en este momento no hago algo, sé que no volveré a tener esta oportunidad en mi vida.

—No deberías de actuar así, Maximiliano.

—Es  mi madre —, dijo él, forcejeando.

—Precisamente es por ella porque he venido detrás de ti. Tu madre se está muriendo.

Esas palabras hicieron a Maximiliano detenerse. ¿Había escuchado bien? ¿Su madre se estaba muriendo?

—No lo hagas, Maximiliano, no merece la pena que lo hagas. Tu madre te necesita. Tu madre… pronto ya no estará para ti.

Maximiliano dejó caer un par de lágrimas. Si su madre se moría, si su madre no lograba juntar a Maximiliano con Alejandro, seguramente él nunca podría perdonárselo.

Y desde aquel muro, lo último que vio fue a Alejandro sonreír ante el mundo, sonreírle a su esposa pues finalmente, ante los ojos de todos ellos, él era un hombre realizado. Un hombre en el que había caído el poder de las empresas que él le había quitado a Maximiliano.

En el dedo de la mujer con la que su hermanastro se casaba pudo ver el anillo ostentoso que le habían arrebatado a él y que era el mismo que debía de llevar el heredero de las empresas Vital.

Tan imbécil era Alejandro como para haberle dado aquel anillo a esa mujer. No sabía cómo pero él iba a recuperar lo que era suyo.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo