CAPÍTULO NUEVE En la lujosa casa azul de los Garza, misma en la que Gertrudis era la total reina de todos y cada una de las personas que entraban en su casa, siendo ese lugar el único que la conocía realmente, Gertrudis, detrás de aquel escritorio, viendo y revisando cada uno de los documentos que tenía, la puerta de su despacho fue tocada.Para su edad era debido decir que era una mujer hermosísima, una mujer que entre más mayor, más seductora se volvía haciendo parecer que todo de lo que no gozaba la hija a pesar de ser una modelo y de las mejorcitas, lo gozaba la madre.—Adelante —, dijo Gertrudis al momento.—Señora, tiene una visita.—Ay, llévatelo, no tengo ganas de atender a nadie.— ¿Está segura de eso, mi señora? —Una voz masculina habló.Gertrudis levantó la mirada al momento. Una sonrisa se hizo en su rostro al momento al ver a su más querida visita.—Mi querido señor de la Laguna, Humberto Laguna —dijo Gertrudis levantándose de su lugar. —Pero por favor, toma asie
CAPÍTULO DIEZ Todavía o eran ni las dos de la mañana y todo lo que quería Alejandro en ese momento era que aquella mujer que estaba a su lado y que le había dado un poco de su tiempo sin siquiera haberle preguntado si estaba bien con ella, era que se fuera. La gente iba a comenzar a llegar, a despertar, a llegar y muchos de esos siempre resultaba ser los mismos inversionistas que Alejandro resultaba viendo al día siguiente. ¿Qué iban a decir si sabían que estaba con una modelo? Simplemente su papel de hombre poderoso se iba a terminar por perder por completo.Recostada en el pecho de Alejandro, Emma veía y jugueteaba con las manos de él pero más que juguetear con sus manos, miraba aquella pieza única que estaba en uno de sus dedos. Aquel anillo de rubí, un rubí único, un rubí hermoso pero que cómo llamaba la atención de todo que siquiera viera el anillo.— ¿Qué es esto? ¿Quién te lo dio? —Preguntó Emma.— ¿No crees que ya es hora de qué te vayas? —Preguntó Alejandro levantándose de s
CAPÍTULO ONCE — ¡Ya te dije que aquí no haya nada! —Dijo Paula pateando las hojas secas que estaban en el lugar en el que había sido su accidente.Maximiliano seguía buscando, movía las hojas, movía las ramas caídas, aún quedaban vidrios ahí pero la verdad era que no le importaba. Él solo quería encontrar aquel anillo.— ¡Ya te dije que si tú caíste lejos del auto el anillo puede estar en cualquier lado!Paula seguía mirando la desesperación con la que él buscaba el anillo. La verdad era que no lo podía entender. Ese anillo parecía serlo todo para el doctor con el que ella había estado viviendo.—Vamos, ayúdame a buscar, tiene que estar por aquí.—Voy, ya voy.Y de la misma manera que Maximiliano, ella comenzó a remover la tierra con la diferencia era que entre más lo hacía, con más vidrios y parte del auto se encontraba, más recuerdos venía a ella. Ella se había accidentado ahí, ahora que lo veía más cerca, de ahí la policía había declarado muerta a Paula pero, ¿cómo? ¿Sin u
CAPÍULO ONCE En la oscuridad de la noche, justo donde nadie más que el mal y todos los curiosos podía atacar sin que nada se atravesara en sus planes, Manuel entraba en el consultorio de aquel hombre con el que vivía y que lo sentía ser su hijo pues fue él el mejor amigo de su madre, el único que la apoyó en todo cuando Maximiliano era un niño. Quería a esa mujer como su hermana, quería a ese niño como su sobrino y ahora como su hijo, todo lo que podía pedir es que algo bueno pasara por su vida.Pero de la misma manera, había algo que no le agradaba cuando se trataba de pensar en él y en la mujer que tenían viviendo ahí. De pronto Manuel sentía que había algo más, algún tipo de conexión que no hacía posible que ellos se separaran.Entonces Manuel encendió la luz mientras buscaba algo que le pudiera decir la razón por la que Maximiliano estaba actuando de esa manera con la mujer de la cara cortada.Abriendo varios cajones, viendo solo medicamentos, estudios de otras personas, recetas
CAPÍTULO DOCE Y fue justamente de esa manera en que el tiempo comenzó a pasar, de esa misma manera, siempre siendo los ojos claros de Paula los que vieran llegar un amanecer nuevo sabiendo que cada uno de ellos la acercaba más a su nueva vida, era como Paula lograba vivir.Encerrada en aquellas cuatro paredes, donde lo que más conocía era su habitación y el consultorio en el que Maximiliano estaba empezando a trabajar con ella.A los tres días ellos fueron capaces de recoger los análisis de donde el amigo de Maximiliano, todo salió como Maximiliano lo esperaba. No era más que cuestión de tiempo para que él trabajara sobre ella.Y entre más hablaban por cada vez que Maximiliano le decía que bajara a su consultorio antes de la gran cirugía, era como ella estaba comenzando a conocer al hombre con el que iba a trabajar hombro a hombro.No sabía qué de cierto había pero Maximiliano podía jurar que había logrado ver el cambio en la mirada de Paula por cada vez que le decía que la cirugía d
CAPÍTULO DOCE No importaba todo lo bueno que pasara entre ellos, o las buenas intenciones que ella tuviera con él, Manuel jamás iba a lograr ver eso bien porque todo lo que él podía en ella era a un demonio que había arrastrado a su hijo a aquello, un demonio con sed de venganza en el interior. El día de la operación se estaba acercando, Maximiliano ya se lo había hecho sabe a Paula, muy pronto su vida iba a comenzar, tal como él lo había prometido. Es solo que había cosa que quería que el mundo entendiera antes de que todo cambiara. Y su primer objetivo fue con aquel hombre con el que también vivían y que parecía ser la única persona en la vida de él. Lo que menos quería ella era que Maximiliano tuviera problemas que parecía quererlo como un padre solo por su culpa, ella no era una entrometida, ella no quería que aquella relación se rompiera por su culpa. Todo lo que quería era justicia.—Manuel, ¿podemos hablar solo un momento? —Preguntó ella.Manuel no pudo evitar detenerse al m
CAPÍTULO TRECE Y de esa manera el tiempo continuó su paso. Los sueños así como las pesadillas se hacían realidad. El mal podría durar siempre un poco más. El mal podría vivir a plena luz del día pero., no por siempre. No por mucho tiempo.Con las piernas cruzadas, luciendo aquella figura de mujer elegante y bella, Gertrudis sonreía ante la nueva imagen frente a ella.— ¿Cómo pudo suceder esto? —Preguntó la madre de Alejandro, levantándose de su lugar.Gertrudis sonrió. No importa lo mucho que esa mujer se hubiera llenado la boca de que quería lo mejor para su único hijo, al final lo mejor era Emma.—Simplemente sucedió y ya —, dijo Gertrudis con elegancia. — No entiendo para qué preocuparnos por los medios cuando mi hija ya está embarazada de su hijo, el único heredero de los Vital, ¿por qué no acelerar todo y ya? —Preguntó Gertrudis.Frente a ella estaba su hija con Alejandro. Alejandro tenía el rostro lleno de preocupación y vergüenza.—La verdad es que no creí que de esta manera —
CAPÍTULO CATORCE Mirándose a cada momento en el espejo de mano que tenía y del que no se separaba sin importar si era noche o si era de día, Paula se dio cuenta que nada cambiaba e ella. Todo seguía siendo lo mismo para ella, todo se pintaba del mismo color. Solo vendas blancas que cubrían su rostro y que apenas le dejaban ver la mañana.Estaba ansiosa por ver su nuevo rostro, por supuesto que ya Maximiliano le había dicho que para llegar al final tenían que pasar por muchas cirugías más, que eso iba a llevar tiempo, que eso no se iba a dar con un mes, dos, tres meses, no, podría irse hasta un año para que ella pudiera descubrirse a sí misma como una nueva mujer.La puerta de su habitación fue tocada.—Adelante —, dijo ella guardando el espejo.Era Manuel quien le llevaba de comer.—Oh, muchas gracias, Manuel, la verdad es que no veía el momento de comer.Manuel no dijo nada. No importa cuánto ella intentara tener una conversación con él, él parecía que no soportaba tenerla cerca, a