Gracias por leer y seguir Compláceme y Destrúyeme. Continúa leyendo el resto en Miénteme y Ámame, ya disponible en la app. ¿Te gustan las novelas Young Adult, el romance, las historias juveniles con trasfondos interesantes? Te invito a leer Señorita Negro, ya disponible en AMAZÓN Y PRONTO POR BUSCALIBRE Y EN FORMATO FISICO. Señorita Negro, por tatty G.H. Sí alguien te ofreciera cambiar tu pasado a cambio de ti mismo, ¿aceptarías? Alessa es una chica oscura en una historia romántica.
Cuando adinerados hombres invitaron a Sebastián a beber un trago para celebrar nuestro matrimonio; yo decidí salir a tomar un poco de aire fresco en la terraza del penhouse. Desde esa gran altura, la vista era maravillosa. La noche era iluminada por las luces de la gran ciudad y sus increíbles espectaculares; desde allí no se escuchaba el ruido de los autos ni de la gente, pero podía verlo todo y sentir el aire fresco en rostro. —A qué es maravillosa, ¿no lo crees? Su voz fue tan repentina que di un respingo y tuve que sujetarme a la barandilla de cristal. Había estado tan deslumbrada por la vista, que no me había percatado que ella también se encontraba allí. —¿Y bien? —inquirió ladeando la cabeza y estrechando su verde mirada—. ¿Ya tuviste oportunidad de probar si miento... o digo la verdad? Intenté no sentirme intimidada por su actitud, pero no pude hacer nada ante su apariencia. Abril era más alta que yo, con un cuerpo fino y esbelto, no demasiado curvado, pero con las p
No supe sí los invitados se marcharon. Tampoco supe cómo llegamos a mi habitación. Solo sentí cuando me tomó por las piernas y me apoyó contra la pared bruscamente, haciéndome jadear. Todo en mi cabeza daba vueltas y vueltas a un ritmo vertiginoso, pero aun así me las ingenié para abrazar mis piernas a sus caderas al tiempo que él me levantaba el vestido. En medio de todo lo que me estaba haciendo sentir, apenas podía recordar mi nombre; no, no podía recordarlo. Yo no era Evelyn, y quizá tampoco me llamaba Livy. Y cuando sus manos recorrieron mis muslos, yendo más y más arriba. Me olvidé de todo. Fui incapaz de formar un pensamiento coherente. Sebastián rozó la cara interna de mis muslos con los dedos, y sin dejar de besarme, hizo mi ropa interior a un lado. Algo muy dentro de mí se sintió mal cuando me separé un poco para poder mirarlo a los ojos. Su miraba destellaba de excitación, y se encontraba tan perdida cómo la mía. Y quizá se debió a la gran cantidad de alcohol en mi s
Me senté sobre la cama con los ojos bien abiertos, cubriéndome el cuerpo con las sábanas de satín. Acababa de despertar, pero sentía que algo en mí era diferente, que algo había cambiado durante la noche. Hice una mueca y entrecerré los ojos, me dolía mucho la cabeza, casi tanto como la primera vez que desperté en esa cama. Y, extrañamente, tenía un tirante dolor en los muslos... Pero más extraño fue ver lo que había a los pies de la cama; era la chaqueta de Sebastián, junto a la camisa que llevaba puesta el día anterior. ¿Su ropa? Me dije frunciendo la frente. ¿Por qué su ropa está aquí en ...? En una milésima de segundo, millones y millones de recuerdos vividos invadieron por completo mi cabeza: eran caricias, besos, sonidos que me ruborizaron y voces acompañadas de... Cerré los ojos y me cubrí la cara con las manos, avergonzada hasta el alma. —Tal vez es impresión mía, pero luces arrepentida —dijo Sebastián de pronto. Había entrado a la habitación sin previo aviso, que d
Unos pocos días despues de reunirnos con Isaac, Sebastián hizo sus maletas y se marchó, diciendo que tenía una cita urgente con un cliente. Mientras desde la terraza lo veía subir a su lujoso Moserati italiano e irse, me pregunté sí ese “cliente” se trataba de una persona que pronto moriría gracias a él. Aun no me atrevía a preguntarle el porqué se dedicaba a algo tan cruel, teniendo una vida perfecta. Me asustaba qué diría. Me asustaba descubrir esa parte de su vida. Con un suspiró dejé la terraza y después de vagar por todo el penhouse y sus tantas habitaciones, terminé en la piscina. Era tan extensa cómo un pequeño lago, pero a 50 pisos del suelo, con una vista panorámica de toda la ciudad. Si que es una vida perfecta, casi irrealista, pensé entrando en el agua tibia con todo y ropa. Con una vida así, ¿qué busca Sebastián siendo un asesino? ¿Por qué lo hace...? —Estabas embarazada. Su comentario me provocó un dolor tan repentino, que dejé de moverme y estuve a punto de aho
Aun conmigo sirviéndole de apoyo, a Sebastián le costó mucho moverse. Su cuerpo estaba lleno de golpes; podía ver algunos moretones sobresalir bajo su camisa entreabierta. Y cuando intenté llevarlo hasta su recamara, tiró de mí y trastabilló por el corredor de la planta baja, hasta que llegamos a la piscina. Allí me soltó y cómo sí estuviese borracho, se dirigió al agua al tiempo que se arrancaba la camisa. Cuando la arrojó al suelo, pude ver con horror heridas sangrantes y profundos cortes marcar su piel; estaban a lo largo de todo su abdomen, espalda y pecho. ¿Cómo se había hecho tanto daño sí solo se había marchado un día? ¿A dónde había ido para terminar así? —Se- Sebastián, quizás debería traer a un doct... —No —me cortó con gravedad—. Te lo prohíbo. —Pero... —¡Dije que no! Incapaz de hacer nada, lo miré entrar en el agua y teñirla de rojo. Mientras se empapaba el cabello y se limpiaba la sangre del cuerpo, yo solo pude contemplarlo, mitad asustada y mitad... De repe
Encontrar información sobre el burdel Odisea, no me costó demasiado. Lo que me costó, fue escapar de la vergüenza. Al despertar, había corrido directo a mi habitación, dejando a Sebastián durmiendo solo en la sala. Durante el resto del día, él no fue a buscarme ni trató de hablar conmigo, y eso fue un alivio. Aun no sabía exactamente porqué me había acostado con él, pero empezaba a creer que mi marido comenzaba a gustarme... Me llevé las manos a la cara y reprimí un gemido. Y sí Sebastián en verdad me gustaba, ¿qué podría pasar entre nosotros? Yo ni siquiera sabía quién era antes de ser su esposa. Y mi primer recuerdo había sido una voz llamándome zorra de burdel. Diciendo que uso tragos serían suficiente para que yo bailara sobre... Ni siquiera fui capaz de pensarlo. En una página de internet, encontré varios artículos que hablaban sobre Odisea. Decían que era una cadena de exclusivos burdeles, dónde se cumplía cualquier capricho sexual que el cliente pidiese. Y esos client
—Yo... creo que me siento sofocada. Tuve que luchar con todas mis fuerzas para levantarme y salir de allí con calma, mientras por dentro me moría por correr y gritar. Y cuando dejé el restaurante apresuradamente, levantando más miradas y cuchicheos, no me importó en absoluto. Tampoco me detuve, no hasta que llegué a un vacío y enorme salón de eventos. Allí me quité los molestos tacones y me senté en el suelo. Suspiré hondo con la vista en el techo, luchando por no romper en llanto. —Lo siento mucho, Livy —musitó Sebastián desde las puertas del salón. No me di cuenta que había seguido—. Desearía que esa no fuese una posibilidad para ti. Sí todo eso era verdad, ¿significaba que yo había tenido una hermana? Nunca me había detenido a pensar en mi posible familia, hasta ese momento.... Hasta enterarme que quizás había crecido junto a una hermana, y que ahora ella ya estaba muerta. —Si resulta ser cierto que soy hermana de Katerin, ¿sabes... mi nombre? —murmuré con la voz quebrada. S
Me dolían las rodillas y las palmas de las manos, pero nunca pensé en decirle que parara. Cada movimiento de su cuerpo contra el mío, despertaba una nueva sensación en mí, y me hacía gritar. —Inclínate un poco más —gruñó clavándome los dedos en las caderas. Jadeante, le obedecí. Apoyé los brazos en el piso y ladeé la cabeza, entonces no pude evitar soltar un grito. En esa nueva postura, su miembro llegaba más profundo que antes; era tan doloroso como placentero. Mientras Sebastián arremetía sin piedad contra mí una y otra vez, yo comencé a sentir otro orgasmo aproximarse. Apreté los labios, sintiendo cómo se movía frenéticamente en mi interior, saliendo y entrando repetidas veces; sintiendo cómo empujaba sus caderas contra mí, dejándome roja la piel con cada embestida. Casi podía imaginarlo. —¡Oh, Sebastián... ! —exclamé cerrando los ojos, al tiempo que todo mi cuerpo se tensaba. Jadeando tan rápido como yo, él se inclinó sobre mi espalda y me tomó del cabello, obligándome