Mañana ÁCIDAS PROMETIDAS La historia ha entrado en su recta final. Los capítulos se tornarán MUCHO más emocionantes a partir de hoy. CONTINÚA LEYENDO... y Descubre que, a veces, lo que parece ser, no lo es. En los siguientes capítulos, se descubrirá el paradero de la hermana fugitiva. ¿Es Katerin una buena hermana... o no? ¿Dónde está?
Con el corazón golpeándome el pecho por la adrenalina, corí a la parte trasera de la mansión. En un estacionamiento de gravilla, se encontraba el Rolls Royce. No lo pensé demasiado, abrí la puerta del conductor y entré al auto antes de ser vista por algún vigilante. Nunca me había sentido más nerviosa que en ese momento, cuando inserté la llave y escuché el suave sonido del motor entre mis piernas. Cuidadosamente metí la primera velocidad. —Lo siento mucho, Demián —musité apretando el volante—. Pero necesito encontrar a mi hermana. No tardaré. Por el espejo retrovisor, alcancé a ver a un hombre armado deteniéndose a pocos metros del estacionamiento, miró con curiosidad el auto encendido. Después comenzó a correr hacia mí al percatarse de mi presencia. —¡Espere, señorita! ¡No puede salir! Exhalé profundo y presioné suavemente el pedal. El motor rugió y el Rolls Royce salió disparado del estacionamiento. Muy por detrás mío, oí la voz del hombre al gritar: —¡Avisen a la puer
—Mentirosa. Esa pequeña palabra salió de mis labios por cuenta propia, lastimando mi garganta y llenándome los ojos de lágrimas. —Mientes. Gisel se encogió de hombros con suma elegancia. ¿Por qué me lastimaba con una mentira tan cruel? ¿Por qué, de tantas cosas, no elegía un engaño menos hiriente? —¡Mi hermana se fue al extran... ! —Sabes muy bien que eso nunca pasó. Su voz era mecánica, sin emociones; cómo sí decirme tal cosa no le afecten lo más mínimo. Tragué fuerte y me levanté de ese sillón. Quería salir de allí cuanto antes y ver a Katerin. —Por favor, Gisel —rogué con voz aguda, estaba a punto de llorar de desesperación —. Dime dónde está mi hermana, por favor. Solo dímelo. Sin una palabra, ella también se puso en pie. Con suma tranquilad me hizo un gesto y a mí no me quedó más que seguirla por su penhouse, hasta que llegamos a un bar repleto de bebidas y mesas de apuestas. Allí me invitó a sentarme de nuevo, mientras ella tomó una botella y sirvió dos vasos d
En mis sueños, Katerin y yo veíamos a nuestra mamá salir del departamento. Ya no volvería, nos lo había dicho. Cuando la puerta se cerró, mi hermana tomó una mochila y se preparó para buscar empleo. No me miró ni dijo nada, pero lloró en silencio. —¡Hey! ¡Hey, muchacha! Emití un quedo quejido, luego parpadeé un par de veces. Un hombre se encontraba frente a mí, la luz tenue de una lampara oscurecía su rostro, volviéndolo nada más que una silueta. ¿Me había quedado dormida? ¿Dónde estaba Gisel? —¡Vamos, niña, despierta de una vez! Fruncí el ceño y ladeé la cabeza, desorientada. En un vistazo breve, me di cuenta de que ese lugar no era el penhouse de Gisel. Ese nuevo sitio era oscuro, de muros desnudos, vacío y con solo una puerta de metal oxidada en una esquina. Yo estaba recostada de espaldas en el suelo. Y cuando intenté moverme, un dolor tirante me recorrió los brazos; mis manos estabas atadas sobre mi cabeza. De inmediato entré en pánico y comencé a debatirme. —¡Hey,
No supe cuánto tiempo permanecí dormida, pero cuando desperté me dolía todo el cuerpo y apenas podía moverme. Por un instante me quedé quieta, mirando al techo y con la mente en otro lugar. Katy, mi hermana, llevaba más de 6 meses muerta. Y Demián siempre lo había sabido, me había engañado, mentido. Y cuando le pregunté por ella, él sin pizca de vergüenza me había jurado que ella se encontraba bien, a salvo y muy lejos de allí. ¿Alguna vez yo de verdad fui importante para él? ¿Signifiqué algo en su vida? ¿Por qué me había atormentado haciéndome creer que Katy me había abandonado, cuando en realidad ya no estaba viva? ¿Era un hombre tan despiadado e insensible, como para ocultar el fallecimiento de mi hermana? —Vaya, ya estás despierta. No reaccioné. Ni siquiera cuando se colocó en mi campo de visión. No era el dueño, era el tipo desconocido del día anterior. —Tienes la cara hinchada de tanto lloriquear —comentó inclinándose y palmeándome la mejilla—. Anda, niña, ponte en pi
El dueño me hizo bajar de una camioneta cerrada a base de bruscos empujones. Cuando tuve ambos pies en el suelo, me arrancó la tela que me había cubierto los ojos durante todo el viaje. Pestañeé hasta acostumbrarme a la luz, luego miré en torno. La casa frente a nosotros era de un antiguo estilo, pero muy bien conservada. Sus jardines resplandecían gracias a los últimos rayos del sol. —Toma esto. Pab me entregó un antifaz tipo carnaval, en brillantes colores a negro y dorado. El accesorio era una gran y ostentosa ala de mariposa en el lado derecho, diseñada para cubrir por completo esa mitad del rostro. Mientras que, el lado izquierdo era sencillo y común, con detalles simples pero elegantes alrededor del ojo. Un cliente, un burdel y un antifaz... Todo era exactamente cómo al comienzo. Pab me ayudó a colocarme el accesorio. Luego el dueño me tomó del brazo y nos acercamos a la gran puerta. Aunque no hubo necesidad de tocar, pues apenas subimos los escalones, ésta se comen
Sujetándome por detrás y apoyando la afilada hoja contra mi cuello, el hombre me obligó a alejarme de la puerta. Demián me llamó a gritos, pateó la puerta repetidas veces, pero yo no respondí. Me quedé muy callada y quieta. —¡Adelante, distinguido señor! —se burló el hombre detrás de mí—. ¡Pase y vea como su encantadora zorra se restriega contra mi entrepierna! En respuesta, se hizo un mortal silencio, y justo cuando creí que Demián ya no insistiría en entrar, sonaron dos disparos consecutivos. —¡Qué cojones...! La puerta se abrió de par en par, dejando ver una decena de hombres armados hasta los dientes, y a Demián al frente. Sus enfurecidos ojos de inmediato se posaron primero en mí, luego en el hombre que me sujetaba. La navaja rozó mi cuello. —¡Escúchame, idiota, no se te ocurra intentar...! De un ágil movimiento, Demián levantó su arma y disparó una vez. Cerré los ojos y contuve un grito. Un segundo después, el hombre me liberó. Vi su mano soltar la navaja y casi
Miré mi mano izquierda, más específicamente, el reluciente anillo dorado en mi dedo anular. La sortija era brillante, simple, solo un círculo adornando mi mano. Pero, extrañamente, el solo verla me aceleraba el corazón; ese era mi anillo de matrimonio. Sonreí ampliamente y levanté la mano a la luz de la lampara, a fin de que el oro destellara en mi dedo. —¿Estás feliz? —susurró en mi oído, abrazándome por detrás. Colocó la palma de la mano justo en mi bajo vientre y, a pesar de traer puesto un vaporoso vestido de novia muy cómodo y sencillo, mi respiración se aceleró. Con las mejillas algo rojas, coloqué una mano sobre la suya. Luego me volví hasta quedar de frente a mi esposo, mi perfecto esposo. Él me sonrió y yo me puse todavía más colorada. —Te amo, Livy. Gracias por casarte conmigo. Dado que estaba descalza, tuve que ponerme de puntillas y apoyarme en sus hombros para intentar alcanzar su boca. Al verme en dificultades, Demián me tomó de la cintura con un brazo y me
Livy... yo también te amo... Mi última respiración antes de despertar, fue profunda y nostálgica. Mis parpados pesados se abrieron con esfuerzo, como si fuese la primera vez. Y el sueño que acababa de tener, comenzó a desaparecer de mi mente rápidamente. Solté un suspiro, y noté cómo una pequeña gota rodaba por mí mejilla. ¿Qué había sido esa sensación? ¿Por qué me era tan familiar? Al principio, mi visión fue borrosa y difusa, pero conforme parpadeaba, poco a poco todo se volvió cada vez más nítido. Sobre mi cabeza, había un techo blanco y luces pálidas, enceguecedoras. Con una mueca de dolor me llevé ambas manos a la cabeza. Me sorprendió notar que estaba vendada. Pero más me sorprendió ver la intravenosa conectada a mi mano derecha y la bolsa de suero colgada a un costado de la amplia cama. —¿Sabes cuál es tu nombre? —preguntó de pronto una voz, sobresaltándome. A pesar del fuerte dolor, giré la cabeza rápidamente hacia la puerta. Estuve a punto de gritar. Recostado cont