Hoy mismo ATREVIDAS VISITAS. Gracias por leer y seguir Compláceme y Destrúyeme.
Me miré al espejo una vez antes de bajar; sin duda la ajustada tela pegándose a mi cuerpo y estilizando mi delgada figura, hacía imposible a cualquiera pensar en un embarazo. Lo volvía una posibilidad nula. Nunca me había visto más guapa que en ese momento, era elegante y distinguida, tanto como sensual y atrevida, pero sin llegar a lo vulgar. Me gusto ver que ya no era la sombra de Katerin, ni tampoco una versión torpe e inexperta de ella. Por fin comenzaba a conocerme a mí misma, a encontrarme. Dos pequeños toques en la puerta me hicieron despertar. Suspiré retocándome en rubor en las mejillas. —¿Lista? —inquirió al entrar. Musité un sí, volviéndome hacia él. Vi claramente sus oscuras pupilas dilatarse al verme de pie en medio de la habitación. —Te ves más que preciosa. Al decirlo, se acercó a mí en unas cuantas zancadas largas. Me tomó por las caderas y me metió la lengua en la boca, apenas permitiéndome tomar aliento. Luego de alejarse, tomó mi mano y juntos bajamos a l
Las conversaciones frenaron en seco, las bolas dejaron de rodar sobre la mesa de billar. Incluso escuché a Isabel proferir una maldición entre dientes. El silencio que siguió a su pregunta fue tal que podría escucharse caer un alfiler. Creí que usar un ajustado vestido eliminaría cualquier suposición sobre mi embarazo, pero no había contado con la presencia de alguien como Dianna, una chica tan aguda y de ágil pensamiento. —Sí espera un hijo, debo felicitarlo. —¿De dónde sacaste eso? —preguntó Demian en cambio, sonando tan sereno y frio como siempre. Excepto porque me clavó los dedos en las costillas. Dianna se encogió de hombros. —¿Estoy equivocada? Ese es el rumor más fuerte que ronda en Odisea. No me fue difícil suponer cómo se había enterado. De Odisea, solo Liliana sabía sobre mi bebé. ¿Se lo había contado a Dianna por accidente o con toda la intención? Ya no importaba. —Escucha, Dianna... —comenzó Demián. Pero yo lo interrumpí a media frase. —Es verdad. Estoy e
Al amanecer, desperté de golpe, luego de haber soñado con una Katerin de 18 años. La soñé volviendo a casa después de haber obtenido al fin un “buen empleo”, pero no lucía feliz; sus ojos estaban rojos y su maquillaje totalmente corrido. Y yo, de tan solo 12 años, me pregunté por qué mi hermana parecía tan desdichada. Con ese sueño mitad recuerdo, aun vivo en mi mente, salí de la cama y me puse un ligero y corto vestido rosa de olanes; cómo siempre, Demián ya no estaba. Unos minutos más tarde, bajé a la estancia. O eso intenté. En lo alto de las escaleras, me encontré con Liliana. Al verme, de inmediato se apresuró a abrazarme. —Perdóname, Livy. No fue mi intención hablar con Dianna sobre... Le palmeé la espalda, tratando de ver quiénes estaba en la sala. Se veía cómo otra reunión, todos los socios estaban allí, y parecían discutir. —Está bien. Mejor dime qué pasa... Ella me liberó y dio un paso atrás. Puso un dedo en sus labios. —Hace un par de horas me informaron que el
A mediodía, Roland vino en busca de Isabel. Y poco después, Noe apareció y Dianna corrió hacia él. Todo en la mansión fue tornándose un poco agitado; hombres entraban y salían llevando grandes mochilas negras; los autos de los socios se encendían y abandonaban el estacionamiento uno a uno; había charlas animadas, risas y uno que otro improperio. Se estaba preparando para irse. Cuando Dianna volvió, se sentó a mi lado y apoyó el mentón en las manos. —La cacería ha comenzado —dijo con satisfacción, mirando los preparativos—. Van a ir tras el dueño. Seguro morirá. No dije nada, solo me limité a juguetear con mis dedos. No podía dejar de pensar en Gisel, en Katerin, y en Demián. ¿Qué haría? ¿Cómo lograría salir de la mansión y reunirme con esa mujer? —Livy, debes ir con Gisel y averiguar sobre tu hermana —agregó con decisión. Le había contado sobre la llamada de Gisel—. Aprovecha este día, tendrás tiempo suficiente. Seguro ellos volverán a la mansión mañana por la madrugada, es
Con el corazón golpeándome el pecho por la adrenalina, corí a la parte trasera de la mansión. En un estacionamiento de gravilla, se encontraba el Rolls Royce. No lo pensé demasiado, abrí la puerta del conductor y entré al auto antes de ser vista por algún vigilante. Nunca me había sentido más nerviosa que en ese momento, cuando inserté la llave y escuché el suave sonido del motor entre mis piernas. Cuidadosamente metí la primera velocidad. —Lo siento mucho, Demián —musité apretando el volante—. Pero necesito encontrar a mi hermana. No tardaré. Por el espejo retrovisor, alcancé a ver a un hombre armado deteniéndose a pocos metros del estacionamiento, miró con curiosidad el auto encendido. Después comenzó a correr hacia mí al percatarse de mi presencia. —¡Espere, señorita! ¡No puede salir! Exhalé profundo y presioné suavemente el pedal. El motor rugió y el Rolls Royce salió disparado del estacionamiento. Muy por detrás mío, oí la voz del hombre al gritar: —¡Avisen a la puer
—Mentirosa. Esa pequeña palabra salió de mis labios por cuenta propia, lastimando mi garganta y llenándome los ojos de lágrimas. —Mientes. Gisel se encogió de hombros con suma elegancia. ¿Por qué me lastimaba con una mentira tan cruel? ¿Por qué, de tantas cosas, no elegía un engaño menos hiriente? —¡Mi hermana se fue al extran... ! —Sabes muy bien que eso nunca pasó. Su voz era mecánica, sin emociones; cómo sí decirme tal cosa no le afecten lo más mínimo. Tragué fuerte y me levanté de ese sillón. Quería salir de allí cuanto antes y ver a Katerin. —Por favor, Gisel —rogué con voz aguda, estaba a punto de llorar de desesperación —. Dime dónde está mi hermana, por favor. Solo dímelo. Sin una palabra, ella también se puso en pie. Con suma tranquilad me hizo un gesto y a mí no me quedó más que seguirla por su penhouse, hasta que llegamos a un bar repleto de bebidas y mesas de apuestas. Allí me invitó a sentarme de nuevo, mientras ella tomó una botella y sirvió dos vasos d
En mis sueños, Katerin y yo veíamos a nuestra mamá salir del departamento. Ya no volvería, nos lo había dicho. Cuando la puerta se cerró, mi hermana tomó una mochila y se preparó para buscar empleo. No me miró ni dijo nada, pero lloró en silencio. —¡Hey! ¡Hey, muchacha! Emití un quedo quejido, luego parpadeé un par de veces. Un hombre se encontraba frente a mí, la luz tenue de una lampara oscurecía su rostro, volviéndolo nada más que una silueta. ¿Me había quedado dormida? ¿Dónde estaba Gisel? —¡Vamos, niña, despierta de una vez! Fruncí el ceño y ladeé la cabeza, desorientada. En un vistazo breve, me di cuenta de que ese lugar no era el penhouse de Gisel. Ese nuevo sitio era oscuro, de muros desnudos, vacío y con solo una puerta de metal oxidada en una esquina. Yo estaba recostada de espaldas en el suelo. Y cuando intenté moverme, un dolor tirante me recorrió los brazos; mis manos estabas atadas sobre mi cabeza. De inmediato entré en pánico y comencé a debatirme. —¡Hey,
No supe cuánto tiempo permanecí dormida, pero cuando desperté me dolía todo el cuerpo y apenas podía moverme. Por un instante me quedé quieta, mirando al techo y con la mente en otro lugar. Katy, mi hermana, llevaba más de 6 meses muerta. Y Demián siempre lo había sabido, me había engañado, mentido. Y cuando le pregunté por ella, él sin pizca de vergüenza me había jurado que ella se encontraba bien, a salvo y muy lejos de allí. ¿Alguna vez yo de verdad fui importante para él? ¿Signifiqué algo en su vida? ¿Por qué me había atormentado haciéndome creer que Katy me había abandonado, cuando en realidad ya no estaba viva? ¿Era un hombre tan despiadado e insensible, como para ocultar el fallecimiento de mi hermana? —Vaya, ya estás despierta. No reaccioné. Ni siquiera cuando se colocó en mi campo de visión. No era el dueño, era el tipo desconocido del día anterior. —Tienes la cara hinchada de tanto lloriquear —comentó inclinándose y palmeándome la mejilla—. Anda, niña, ponte en pi