Incluso Johan volteó, y su rostro cambió de inmediato al ver quién era. Con una sonrisa servil, dejó de lado su arrogancia anterior.—Señor Guzmán, disculpe el espectáculo. Sólo es un pequeño malentendido, lo resolveré enseguida. —Luego, urgió a Luciana—: ¿Qué esperas? ¡Rápido!—Eh… —Luciana quedó atónita. Johan se refería a Alejandro. ¡Él también estaba aquí!Antes de que pudiera levantar la copa de nuevo, Alejandro levantó la mano y señaló.—Tú, ven aquí.El corazón de Luciana dio un vuelco. ¿Se estaba refiriendo a ella?—No mires a nadie más. —La voz profunda de Alejandro, con un toque de diversión, resonó en la sala—. Sí, a ti, ven aquí.Todos los ojos se enfocaron en Luciana de nuevo. Con el rostro ardiendo de vergüenza, se quedó inmóvil. ¿Qué planeaba él?El silencio se hizo incómodo.Alejandro sonrió con desgano.—¿Qué pasa, no entiendes lo que digo?Johan, desesperado, le dio un leve empujón en la cintura a Luciana.—¿Qué haces ahí parada? ¿No escuchaste que el señor Guzmán te
Manteniendo esa postura, Alejandro levantó la mirada hacia Johan, sus ojos llenos de frialdad. Johan ya estaba aterrorizado, con la frente cubierta de sudor frío. A estas alturas, si no se daba cuenta de que el señor Guzmán estaba interesado en Luciana, entonces habría vivido en vano todos estos años. Aunque fue él quien primero puso sus ojos en la joven doctora, ¿iba a discutir con el señor Guzmán por una mujer? No necesitaba lógica para saber que perdería.—Se… señor Guzmán. —Johan tartamudeó, intentando disculparse.Los ojos de Alejandro se movieron un poco mientras señalaba a Delio, hablando con frialdad:—Intimidar al mejor cirujano de Muonio, ¿qué no le queda nada sagrado a la gente como tú?—Es… es mi culpa —Johan maldijo para sus adentros, pero ¿qué podía hacer? Al fin y al cabo, necesitaban su dinero.Alejandro rodeó suavemente la cintura de Luciana, levantándola con él mientras se ponía de pie. Luego, se dirigió a Delio:—Subdirector Delio, no es necesario que se quede aquí.
Además, su abuelo pronto saldría del hospital. Era el momento de retomar el asunto del divorcio.Por su parte, Luciana corrió hacia su dormitorio sin detenerse, cerró la puerta detrás de ella y se cubrió las mejillas con las manos.—¡Dios mío! —¿Había soñado o eso realmente había pasado? ¡Alejandro la había besado!¿Por qué lo hizo? ¿No estaba enamorado de Mónica? ¿Entonces, le estaba jugando una mala pasada? Aún podía sentir un leve sabor a alcohol en sus labios. ¿Así que la besó solo porque estaba borracho y perdió la razón?Luciana se llevó la mano al pecho, donde su corazón latía con fuerza… al mismo tiempo que sentía una ligera punzada de tristeza y confusión.***Unos días después, temprano en la mañana, Luciana recibió una llamada de Miguel.—Buenos días, abuelo.Miguel respondió con una sonrisa:—Luci, ¿estás ocupada?—Estoy trabajando durante el día —respondió Luciana con sinceridad—. Salgo a las cinco y media de la tarde.Miguel continuó:—Es que hoy me dieron de alta del hos
Luciana se tensó al escuchar su nombre. Su pequeño rostro se tornó pálido. Alejandro percibió su nerviosismo y frunció el ceño. ¿Acaso tenía miedo? ¿No quería divorciarse? ¿Tan decidida estaba a mantener ese matrimonio?Miguel, impaciente por la falta de respuesta, le lanzó una mirada inquisitiva.—¿Qué han decidido tú y Luci? Vamos, dilo de una vez.De repente, Alejandro cambió de opinión.—Lo que quería decir es que pensamos que debería haberse quedado más tiempo en el hospital para recuperarse mejor. ¿Por qué salió tan pronto?—Ah, pensé que era algo importante —Miguel respondió, malhumorado—. Ya llevaba demasiado tiempo en el hospital, casi me vuelvo loco. ¿No es mejor recuperarme en casa? ¿Verdad, Luci?—Sí —Luciana asintió con una sonrisa—. Estar de buen humor es muy importante para la salud. Revisé todo hace un rato; las cuidadoras están haciendo un buen trabajo. No hay de qué preocuparse —añadió, mirando a Alejandro para tranquilizarlo.En ese momento, llegó una de las empleada
—¡Grita! —ordenó Alejandro, sintiendo un leve calor en las mejillas.Luciana abrió la boca en silencio, incapaz de emitir sonido.—¡Rápido! —la apuró Alejandro—. ¿No eres una novata, verdad? ¿No sabes cómo hacerlo?Una presión incómoda invadió su pecho al decir eso. Luciana no tuvo más remedio que abrir la boca y soltar un tímido:—Ah, ah…Alejandro quedó estupefacto.—¿Qué clase de grito es ese? ¿No recuerdas cómo gritabas cuando… lo hacíamos?«¿No fue lo suficientemente intenso? ¡Tuviste hasta desgarros de tercer grado!»—Yo…—Olvídalo —Alejandro la miró con ojos oscuros y dijo—. ¿No acabas de decir que harías lo que yo necesitara?—Sí —Luciana asintió, algo insegura—, pero ¿qué vas a hacer? Ah…Antes de que pudiera terminar la frase, Alejandro bajó la cabeza. Un gemido suave escapó de la garganta de Luciana. Alejandro había enterrado su rostro en el hueco de su cuello, ¡y la estaba besando!—Mm, ah… —Luciana sintió un sacudón en el corazón y se quedó completamente inmóvil. El sonido
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Miguel se veía radiante. De vez en cuando, echaba un vistazo a las marcas rojas en el cuello de Luciana y sonreía con satisfacción.—Luci, come más, te lo mereces —le dijo, luego advirtió a Alejandro—: No te pases, recuerda que Luci está embarazada.Alejandro y Luciana se miraron, pero ninguno dijo nada.Después del desayuno, salieron juntos de la casa Guzmán. Alejandro la llevó de regreso a la residencia de la UCM.—¿No trabajas hoy?—Sí, pero tengo turno de noche, no tengo que ir al hospital durante el día —respondió Luciana mientras se ponía la mochila al hombro.Alejandro miró el edificio con desdén.—Esta residencia está en muy mal estado.No era la primera vez que lo decía, pero Luciana no le dio importancia. Abrió la puerta del coche y bajó.—Sí, está bastante deteriorada. Gracias por traerme.***Durante ese tiempo, Alejandro había estado ocupado con el Proyecto Lago Escondido. Finalmente, todo estaba listo y el proyecto estaba a punt
Fernando le devolvió la sonrisa con amabilidad.—Sí, soy yo. —Señalando hacia el interior, preguntó—: ¿También vienes a la fiesta? —Había un tono de curiosidad en su voz; no entendía por qué Luciana estaría en un evento de este tipo.—Sí. —Luciana sonrió y dio una explicación vaga—. Fue casualidad, resulta que alguna vez salvé al dueño de Lago Escondido.—¿El señor Alberto Delgado?Luciana asintió.—Sí, podría decirse que fue uno de mis pacientes.—Ya veo.Después de intercambiar algunas palabras más, el teléfono de Luciana sonó; era Alejandro, probablemente para apresurarla. No contestó la llamada y, en cambio, saludó a Fernando con un gesto.—Me están llamando, debo irme. ¡Nos vemos!—Ve con cuidado.Sin esperar que Fernando dijera algo más, Luciana corrió hacia la puerta lateral. Fernando la observó mientras se alejaba, sin poder ocultar su desilusión, y murmuró:—Luci, nos vemos luego.***Al llegar al lado sur de la entrada, Luciana estaba sin aliento, pero solo encontró a Sergio.
No le sorprendió verla; Mónica era la novia de Alejandro, así que era natural que estuviera allí. Sin embargo, la reacción de Mónica al verla fue como si hubiera visto un fantasma.—¿Qué haces aquí?Pero lo que realmente la dejó sin aliento fue el vestido que Luciana llevaba puesto.¡Era el mismo vestido que había visto en la sala de descanso de Alejandro!Luciana, sin saber nada de esto, sonrió con indiferencia.—¿Desde cuándo hay una ley que diga que no puedo estar aquí?No quería perder más tiempo; su estómago rugía de hambre. Pero al intentar pasar junto a Mónica, esta la agarró con fuerza.—¡No te vayas!Luciana se quedó atónita.—Mónica, ¿estás loca? ¡Suéltame ya!Pero Mónica la sujetaba con tal fuerza que su expresión se tornó casi enloquecida.—Te dije que no te vayas.—¡Qué demonios te pasa! —Luciana intentó soltarse, pero no pudo—. ¿Qué quieres? ¡Ay…!El dolor en su brazo era intenso, y al bajar la vista, ¡vio que las uñas de Mónica se le clavaban profundamente en la piel!Mó