Capítulo 575
Al oírle mencionar a Fernando con tanto desprecio, Luciana se quedó perpleja.

—¿Qué tiene que ver Fernando? —preguntó, sin ocultar su molestia—. ¿Por qué lo desprecias así, de la nada?

—¿Te dolió que lo insultara? —replicó Alejandro, con una risa áspera y la mirada encendida—. Vaya, cómo brincas por él.

Luciana pensó: “¡Ya se puso en plan irracional!” y prefirió no desgastarse con discusiones. Lo observó con expresión fría y zanjó la conversación:

—¿Ya terminaste? Cuando acabes de despotricar, por favor, vete. No tengo cabeza para tus arranques.

Dicho esto, se dejó caer en el sofá, girando el rostro para no verlo, sin la menor intención de ofrecerle siquiera un vaso de agua. “Si viene a portarse como un perro rabioso, pues que lo resuelva él solito”, reflexionó.

Alejandro, al notar su creciente enojo, sintió una punzada de arrepentimiento; no estaba allí para pelear. “¿Por qué me resulta imposible evitar que se enfade…?”, pensó con frustración.

—No te aceleres —dijo él, tratando de cal
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