Capítulo 467
Tenía vendajes y gasas desde la mano izquierda hasta la barbilla, su cabello había sido cortado de forma irregular para atender las lesiones, y entre el llanto y las quemaduras lucía un aspecto desolador.

Alejandro la sostenía entre sus brazos, limpiándole las lágrimas con cuidado:

—No llores, Mónica… Si las lágrimas humedecen las heridas, es peor.

—Alex… —murmuró ella, cerrando los ojos y dejándose caer contra su pecho, tiritando—. ¿Qué voy a hacer ahora…? ¿Cómo voy a vivir?

—Tranquila —le respondió Alejandro con voz baja y un gesto suavizado—. La medicina ha avanzado muchísimo, encontrarás un tratamiento. Con el tiempo…

—¿Y si no hay cura? —soltó Mónica, alzando la cabeza de golpe, con la mirada crispada—. ¿Y si quedo así para siempre? Todo en la vida puede fallar, ¿cierto?

Alejandro guardó silencio un instante. Era obvio que no podía garantizarle nada al ciento por ciento.

—Así lo suponía… —dijo ella, esbozando una mueca amargada y retrocediendo—. Solo me dices palabras de consuelo,
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