Capítulo 471
Luciana habló en tono contenido, pero Alejandro la notó “picante,” casi burlona. Al principio no quiso aclarar nada, pero no aguantó más sus pullas:

—Luciana, mi brazo se quemó… ¡por ti!

—¿Ah, sí? —replicó con una mueca escéptica—. ¿De veras?

—¡Sí! —insistió él, alterado, queriendo explicar—. Lo que pasó es…

—No me interesa escuchar —lo interrumpió Luciana, sin titubear—. Porque, digas lo que digas, no voy a creerlo. ¿Seguro aún quieres contarlo?

Alejandro cerró la boca con el ceño fruncido. Era la primera vez que se sentía tan impotente, sin saber cómo defenderse:

—Está bien, no diré nada. Vámonos.

Guardando silencio, la llevó fuera de la habitación, bajaron y subieron al auto, partiendo rumbo a Rinconada. Al llegar, la mansión parecía algo más silenciosa de lo habitual, con Felipe la mayor parte del tiempo en el hospital junto a Miguel.

En la sala, Amy salió a recibirlos.

—¡Señora, señor! ¿Ya de vuelta?

Luciana la miró con una sonrisa calmada:

—Amy, por favor, prepara una habitación
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