Capítulo 360
Luciana jaló la sábana y se dio la vuelta, dándole la espalda. No le dijo que se fuera ni que se quedara.

Para Alejandro, esa tibia indiferencia no era motivo para retirarse. Corrió la colcha por un extremo y se metió en la cama, rodeándola con un brazo. Eso bastó para que Luciana volviera a sentarse con furia. Esta vez, directamente se bajó de la cama.

—¡Detente! —exclamó él, reteniéndola por la muñeca—. ¿A dónde crees que vas?

Ella, sin perder la calma, respondió:

—Por otra cobija.

Claramente, pretendía que cada uno durmiera en su propia manta. Alejandro se rió con un dejo de enojo.

—No, no estoy de acuerdo. Dormimos así, juntos.

La fuerza de su mano le dolía un poco, y cuando Luciana trató de zafarse, él la atrajo de nuevo hacia la cama, inmovilizándola con un abrazo desde atrás, como dos cucharas encajadas.

Ella sintió el calor de su aliento y el compás de su respiración, lo cual lejos de tranquilizarla, la irritaba.

—¿Quieres dormir? Está bien, pero suéltame.

—No. —Los labios de A
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