—Mónica, ¿es cierto? —insistió con el ceño fruncido, necesitando una respuesta.Mónica sintió la garganta seca y habló con dificultad:—Mamá lo que dice es cierto, pero no podemos asegurar que fuera el señor Miguel…—¿Y quién más podría estar empeñado en que ese niño no nazca? —refutó Clara con vehemencia—. ¡Nadie más que él!—Mamá… —Las voces se mezclaban en una discusión agitada.Alejandro, con los ojos cerrados y conteniendo la rabia, se puso de pie.—Mónica, descansa.No podía esperar ni un minuto más; debía ir a preguntarle a su abuelo y aclarar la verdad. Salió de la habitación sin voltear atrás.Cuando él se fue, Clara se aferró con nerviosismo al brazo de Mónica.—¿De verdad crees que esto salga bien?El rostro de Mónica se mostró tranquilo, como si hubiera llegado a un punto sin retorno.—Si hay alguien que cargará con un gran peso, será Alex. Jamás podrá olvidarse de mí…Incluso Clara sintió un escalofrío al oír aquellas palabras.***Felipe estaba ayudando a Miguel a remojar
Una vez en el estudio, se recargó en el sillón y encendió un cigarro.Enseguida el humo lo envolvió, difuminando sus facciones en la penumbra.Cuanto más pensaba, más inquietud sentía.***A las tres de la madrugada:Simón miró por el retrovisor hacia Luciana, quien iba sentada en el asiento trasero:—Luciana, ¿seguimos dando vueltas?En realidad, lo que habían estado haciendo era conducir sin rumbo.Apoyada contra la ventanilla, Luciana se sumía en sus pensamientos, sin una idea clara.—Tal vez… —Simón se atrevió a sugerir—. ¿Podrías llamar a Alex?De pronto, tal vez él ya había vuelto a casa. No era lógico pasarse toda la noche vagando. Simón no tenía problema, pero Luciana estaba embarazada.—No, no es buena idea. —Ella se negó sin titubeos ni un segundo.Ya lo había comprobado otras veces: cuando Alejandro estaba con Mónica, no contestaba sus llamadas. No era cosa de una sola vez; siempre había sido así.—¿Sabes dónde estamos ahora?—Ya casi salimos de Muonio. Nos acercamos a la ci
Acto seguido, guardó silencio. Alejandro esperó unos segundos, hasta que alcanzó a oír el suave rumor de su respiración.«¿Está molesta…?», pensó. ¿O de verdad se había quedado dormida con esa rapidez?Él había pasado la noche en vela, con el ánimo un tanto sombrío. Al acercarse a la cama, Alejandro intentó disimular su impaciencia:—Venga, levántate y come algo antes de seguir durmiendo.—¿Hmm? —Luciana abrió los ojos, sorprendida—. ¿Todavía estás aquí? Te dije hace un momento que no quiero comer, quiero dormir.¿Quién podría entender el dolor de espalda y el cansancio que se sentía tras pasar toda la noche en un coche? Y encima, estando embarazada.Ella estaba molesta, o al menos eso interpretó Alejandro. Conocía la forma de enojarse de Luciana: rara vez explotaba en gritos, pero su actitud mostraba un descontento silencioso.¿Por qué estaría molesta? Pensó que se debía a que la víspera ella le había pedido que no se fuera, pero él se marchó de todos modos.Alejandro no creía haber o
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p
Luciana entendió, pero para ella el matrimonio no era un juego, por lo que dudó, mientras negaba con la cabeza.—No es necesario, ¿por qué no intentas hablar con tu abuelo…?Sin embargo, no pudo terminar su frase, cuando él la interrumpió.—Como condición, te daré una compensación económica. —El semblante de Alejandro no cambió en lo más mínimo, su tono era tranquilo y sin emociones.¿Compensación económica? Luciana se quedó atónita, y no fue capaz de pronunciar las palabras con las que pensaba rechazarlo. Después de todo, todavía necesitaba el dinero para el tratamiento de su hermano y ella había acudido a la familia Guzmán por ese motivo.—Solo tienes que aceptar, y te daré el dinero que necesites —añadió Alejandro, al notar que ella vacilaba.Luciana permaneció en silencio unos segundos, antes de asentir.—Está bien, acepto.Alejandro bajó la mirada, ocultando el frío desprecio que asomaba en sus ojos. ¡Qué barata había resultado! No tenía problema en venderse por dinero. Sin em
Luciana se tambaleó y casi perdió el equilibrio.—Señor, ya está aquí. Su abuelo está estable, solo un poco débil, necesita descansar y cuidarse bien —dijo el médico, quien acababa de revisar a Miguel, al ver a Alejandro—. Presta atención a su dieta y, sobre todo, asegúrate de que esté de buen ánimo. Lo más importante es que esté feliz y sin preocupaciones.Acto seguido, salió de la habitación, dejándolos a los tres a solas. Miguel, medio recostado, les hizo una señal para que se acercaran.—Alex, Luci, hoy se casaron, ¿no te dije, Alex, que debían disfrutar de su luna de miel y no venir a verme?—Señor Guzmán —dijo Luciana, y tragó saliva con nerviosismo—, lo siento…—¿Aún no cambias la forma de dirigirte a mí? Además, ¿por qué te disculpas? —preguntó Miguel, desconcertado.—Yo… —comenzó a responder, pero Alejandro la interrumpió con un leve tirón de su muñeca. —Luciana quiere decir que, dado que aún está hospitalizado, no podíamos concentrarnos en nuestra luna de miel, así que de