Al llegar al despacho del CEO, se topó con Simón, quien se mostró sorprendido y algo apenado.—¡Luciana! ¿Cómo es que viniste sola? Justo estaba por ir a buscarte.—No pasa nada —respondió ella con una sonrisa, bajando la mochila—. Además, sé que andas ocupado. No soy una niña chiquita; puedo venir por mi cuenta.Luego miró a Simón con curiosidad:—¿Todavía sigue la reunión con Alejandro?—Sí, sigue ahí, en la sala de al lado —explicó Simón, señalando con el pulgar hacia una puerta contigua—. Todavía no han terminado.—Bueno, entonces aprovecharé para estudiar un rato mientras lo espero.—Vale —aceptó Simón, fijándose en los gruesos libros de medicina que Luciana sacaba de su mochila. Tenían un montón de términos que él no entendía. Se admiraba de lo preparada que estaba Luciana.Mientras tanto, en la sala de reuniones, las cosas no parecían ir del todo bien. A media junta, Sergio entró un momento por unos documentos, visiblemente serio. Luciana no comprendía de negocios, pero intuía q
Era Fernando. Había venido a reunirse con un cliente y justo bajaba de un restaurante en el piso de arriba.Aunque en realidad no había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron, en ese instante, para ambos parecía como si hubiese transcurrido una eternidad.Fernando se acercó y, al verlo, Luciana le sonrió con cortesía:—Cuánto tiempo sin vernos.—Sí, mucho —respondió él, sintiendo una dolorosa opresión en el pecho.Después de aquel día, había intentado buscar a Luciana, pero ella nunca quiso volver a hablarle. No le contestaba llamadas ni mensajes. Con este encuentro tan fortuito, temía que incluso lo ignorara. Sin embargo, ella se mostraba tranquila.Fernando señaló la pulsera en el mostrador.—Si te gusta, yo te la compro…—Fernando, no —lo interrumpió Luciana en el acto, deteniéndolo con la mano.Él frunció el ceño, como si quisiera replicar, pero Luciana se le adelantó:—Hoy vine a probarme un vestido de novia.—¿Qué…? —Las palabras no le salían. Fernando se quedó hel
—Luciana… —empezó Martina, sin ánimo de probar un solo bocado. Sacó su celular y se lo extendió a Luciana—. ¿Eres tú la que aparece aquí?—¿Qué cosa? —Luciana tomó el teléfono. En la pantalla se veía un titular de gran impacto que se había vuelto viral. Y, para su sorpresa, ella era la protagonista.“El presidente de Grupo Guzmán anuncia su próximo matrimonio.”Al abrir la nota, no había fotografías, solo un comunicado en el que se declaraba que Alejandro Guzmán iba a casarse pronto con su prometida de la infancia, Luciana Herrera. Nada más, en consonancia con lo discretos que siempre habían sido los Guzmán. Como Miguel ya se lo había advertido, Luciana no se extrañó. Dejó el teléfono a un lado y sonrió.—Pues ahí lo dice claramente: Luciana Herrera… esa soy yo.—¿Y todavía te ríes? —Martina casi se atora del coraje—. ¿De verdad vas a rechazar a Fernando para casarte con él?—Así es —confirmó Luciana.Rosa, que hasta entonces se había mantenido un poco al margen, no aguantó más. Sabía
Al día siguiente, Luciana tenía programada una cirugía dentro de su proyecto de investigación. Su apetito estaba mejor que nunca, comía y dormía bien, y su ánimo era excelente. Sin embargo, esos procedimientos eran largos, y dejó su teléfono guardado en el casillero de la sala de personal, sin que ella se percatara de que no paraba de sonar. Finalmente, la llamada pasó a la línea de Alejandro, quien seguía en el extranjero.—¿Señor Guzmán? Buen día —dijo una voz femenina al otro lado.Era la clínica privada de ginecología y obstetricia.—¿Algún problema? —preguntó él.—Verá, señor Guzmán, la señora Guzmán tiene pendiente su revisión prenatal; debió venir hace dos días, pero no se ha presentado. La hemos llamado sin éxito. Queríamos saber cuándo estará disponible, para reagendar la cita.Alejandro se masajeó las sienes, sorprendido por el motivo de la llamada.—Está bien, entiendo.Colgó y marcó el número de Luciana. Tampoco obtuvo respuesta. Probablemente estaba ocupada, tal vez en ple
—No diría que es “grave” —respondió la doctora Benítez con el ceño fruncido—, pero tampoco es una buena señal. Apenas llevas unos meses de embarazo y te quedan seis o siete más. Si sigues así, no es por asustarte, pero puede volverse muy delicado.El embarazo es todo un reto; antes, se consideraba un camino que te ponía al borde del peligro. Ahora la medicina ha avanzado, pero eso no quita que el cuerpo sufra.—Doctora, díganos qué hacer. Haremos todo lo que nos indique —intervino Martina, dispuesta a acatar las órdenes.La ginecóloga le lanzó una mirada de desaprobación.—¿Y dónde está tu esposo, el señor Guzmán? ¿Qué hace aquí una jovencita acompañándote? ¿Acaso el bebé es solo asunto tuyo?Luciana se quedó callada. Razones para que Alejandro no estuviera… había muchas, aunque la verdadera era que el bebé ni siquiera era de él.—El bebé está más pequeño de lo esperado para su tiempo de gestación… —La doctora Benítez tecleó algo en la computadora y habló largo y tendido—. Te recomenda
Él asumía que, a esa hora, Luciana estaría o en la facultad o en el hospital, así que no habría problema. Se sentía obligado a darle algún reporte de su viaje, puesto que había tenido que salir con tanta prisa. Pero, para su sorpresa, Luciana rechazó la invitación:—Ve tú solo. Yo no iré. Ya lo visité en la mañana. Tengo asuntos que atender y, cuando termine, pasaré de nuevo a saludarlo antes de volver a casa.Alejandro guardó silencio. ¿Estaba realmente ocupada o es que no quería verlo? Después de unos instantes, preguntó:—¿Sigues molesta conmigo?Luciana soltó una risa suave:—¿Hiciste algo para que me enoje?Ni siquiera le dio tiempo de responder.—Te fuiste por trabajo, ¿no? Lo entiendo. No hay razón para estar molesta. También te pido que me comprendas: de verdad estoy ocupada. Tu abuelo te extraña bastante, así que ve a visitarlo. Bueno, corto.—De acuerdo.Tras colgar, Alejandro se quedó un momento con el teléfono en la mano, con el semblante pensativo. Se dijo que, dada la sit
Con cierto fastidio, agregó:—¿No sería más práctico que alguien nos diera el programa impreso para seguirlo al pie de la letra? Con eso no habría errores…—Luciana Herrera.Alejandro la interrumpió con un tono severo, y su expresión era tan fría que ella sintió un nudo en la garganta.—¿No te parece buena idea? —aventuró Luciana, sin atreverse a alzar demasiado la voz.Alejandro soltó una risa breve y sarcástica:—¿Todavía puedes ser más indiferente? ¿O prefieres que alguien más se encargue de tu propia boda?Ese comentario cargado de ironía hizo que Luciana se quedara en silencio un instante, sorprendida. Pero se repuso enseguida y contraatacó:—Mira quién habla, si tú tampoco estás dando mucho de ti.Él se quedó mudo por un segundo.—Sí, lo admito, estoy siendo indiferente —dijo Luciana con una sonrisa suave pero mordaz—. ¿No es lo mismo que haces tú? Seamos realistas: sin la insistencia de tu abuelo, jamás habría una boda entre nosotros. Ninguno de los dos lo desea. Solo estamos cu
Al enterarse de que Luciana iría a Isla Minia, Martina no pudo evitar preocuparse.—¿No sería mejor explicarle la verdad a Alejandro?Luciana negó con la cabeza, esbozando una sonrisa tranquila.—Es mi bebé, y él no tiene por qué asumir esa responsabilidad. Mientras menos sepa, mejor.—Luciana… —Martina la rodeó con los brazos, sintiendo un nudo en la garganta—. Si te sientes mal en cualquier momento, prométeme que me llamarás, ¿sí?—Está bien —aceptó Luciana con una ligera sonrisa.***A las cuatro en punto, Alejandro pasó a recogerla. Luciana lo aguardaba en la entrada del hospital universitario y, en cuanto el auto se detuvo, abrió la puerta por su cuenta y se sentó sin decir palabra. Se acomodó en una esquina del asiento y cerró los ojos, en busca de un momento de descanso.Alejandro la miró de reojo, notándola agotada.—¿Estás cansada?—Sí —respondió ella en un susurro, sin dar más explicaciones.—No puedes seguir así. Tienes que trabajar, estudiar, y tu salud no es la de una pers