Capítulo 308
Aun así, no había imaginado que llegaría a semejante bajeza.

Ricardo fijó la vista en Mónica, pronunciando cada palabra con lentitud y determinación:

—Repite frente a mí lo mismo que le acabas de decir a Luciana.

—¡…! —Mónica sintió que la garganta se le cerraba. ¿Cómo iba a soltar esas palabras ahora? Hace un momento solo las había dicho para engañar a Luciana y nada más. En realidad, ni por asomo pensaba hacer lo que prometió.

—Pa-papá… —murmuró con la voz temblorosa, sin poder articular una frase completa.

Ricardo dejó escapar un bufido, cada vez más frío. Negó con la cabeza.

—No hace falta que lo repitas. Estuve parado aquí mientras hablabas, escuché cada palabra con claridad.

—Te oí decir que estabas dispuesta a donar tu hígado. ¿Es cierto o no? Con que asientas con la cabeza alcanza.

Su mirada penetrante irradiaba una presión aplastante.

Mónica sentía como si unas manos invisibles le apretaran la garganta, incapaz de emitir un solo sonido. Estaba atrapada: esas cosas no se dicen
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