Capítulo 309
—¡Hermana!

Al ver a Luciana, Pedro no pudo ocultar su alegría.

Cuando ella le mostró el folleto sobre el Instituto Wells, el rostro juvenil de Pedro se llenó de un orgulloso gesto de ilusión. En realidad, aún no comprendía del todo el cambio que significaría ingresar a ese lugar, pero sí tenía algo claro: su hermana estaba contenta, y eso quería decir que él había hecho lo correcto.

—Pedrito, eres increíble —lo elogió Luciana, al tiempo que le ofrecía los gajos de una mandarina que acababa de pelar—. Hoy te lo estoy consintiendo, pero la próxima vez, tú solito tienes que hacerlo, ¿de acuerdo?

—¡Sí! —respondió él con una sonrisa radiante—. Esas cosas ya las sé hacer.

—Bien, pues cómelas entonces.

Observándolo con ternura, Luciana no pudo evitar suspirar. Todo esto era, en gran medida, gracias a Miguel. Para ellos dos, ese hombre se había vuelto como un «padre que les había dado una nueva vida». Si no fuera por él, ella y Pedro habrían terminado una vez más en un callejón sin salida, sin
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