Capítulo 268
Alejandro tampoco tenía idea. No tuvo tiempo de responder antes de que el elevador se detuviera abruptamente. En el siguiente instante, las luces se apagaron.

—¡Ah! —Luciana gritó, asustada. La oscuridad era total.

—¿Alejandro? —llamó, con la voz llena de incertidumbre.

—Aquí estoy.

Antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo la envolvía un par de brazos cálidos y fuertes, un contacto familiar que hacía tiempo no sentía.

El aroma a menta y colonia masculina llenó el aire. Alejandro la sostuvo con firmeza, presionando suavemente su barbilla contra la parte superior de su cabeza. Su voz, baja y ligeramente ronca, tenía un efecto tranquilizador:

—No te preocupes, solo es una falla en el elevador. Alguien vendrá a repararlo pronto.

—...Está bien.

A pesar de sus palabras, Luciana no podía evitar sentirse aterrada. Los fallos en los elevadores eran cosas que solo había visto en películas. Aunque en las historias siempre había un final feliz, en la realidad, ¿quién podía asegurarlo?

—¿Cuánto
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