Capítulo 256
—Mamá… —dijo Mónica, fingiendo un tono de reproche—. ¿Cómo puedes decir eso? Tu suéter es único, hecho con amor. Es algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar, ¿verdad, papá?

—Sí, sí. Por supuesto.

Ricardo se rio, asintiendo repetidamente mientras intentaba calmar la situación.

—Ambos regalos son maravillosos.

Tomando el reloj, añadió:

—Este reloj es precioso, hija. Muchas gracias.

—No es nada, papá. Si te gusta, todo valió la pena.

Era el turno de Alejandro.

Su regalo estaba dentro de una pequeña caja negra.

Mónica, con una sonrisa curiosa, tomó la caja y preguntó:

—¿Qué es? Tan pequeña… ¿Otra vez un reloj? Eso sería repetido, ¿no?

Alejandro mantuvo su expresión imperturbable.

—Ábrela y lo sabrás.

Cuando Mónica levantó la tapa, lo que apareció fue un juego de llaves de auto.

—¿Esto? —Mónica alzó la vista, sorprendida, con los ojos brillando de emoción.

—Es un Volvo. —La voz de Alejandro sonó serena, casi indiferente.

—¡Wow! Señor Guzmán, esto es demasiado —exclamó Clara, junta
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