Capítulo 260
Se dio la vuelta y regresó a donde estaba Luciana, reprimiendo la rabia y la tristeza que se acumulaban en su pecho.

—¡No llores más! —ordenó, con una voz tensa—. Es solo un pastel... ¡te lo compro, te compro lo que quieras!

Pero Luciana, como si no hubiera oído sus palabras, se levantó de un salto. No lo miró, no lo reconoció, simplemente siguió caminando en línea recta.

Juan y Simón, al ver la escena, rápidamente bajaron la mirada, pretendiendo no haber visto nada.

Alejandro, furioso, apretó los dientes y un escalofrío recorrió su rostro, mientras sus labios esbozaban una mueca fría y despectiva.

Corrió unos pasos y la detuvo bruscamente.

—¡Te estoy hablando! ¿No me escuchaste?

Pero al encontrarse con la mirada gélida de Luciana, algo en él se quebró. Fue un golpe en el orgullo que lo hizo dudar y, en un suspiro, aflojó el tono.

—Te dije que te compraría otro pastel... —continuó, pero la incomodidad lo atacaba.

Pensó en sus palabras, y no pudo evitar dejar salir su frustración.

—¿Te
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