—Las peleas de pareja son normales. Se discute, pero luego de nuevo se reconcilian. No hay nada que no se pueda superar. Le diré a Mateo que estás en el hospital, seguro que él está muy preocupado por ti.Lucía se negó internamente: —Por favor, no le digas nada.—¿No escuchaste a la enfermera? Hay que avisar a un familiar, si no, no te pueden dar de alta.Lucía miró preocupada a Daniel: —Te pido que no te metas en esto.Aunque estaba pálida y se veía muy obstinada, su forma de hablar era idéntica a la de Mateo. Sin duda alguna eran pareja.Daniel dijo: —Mateo te está buscando por todas partes. Ya me comuniqué con él, estará aquí en cualquier momento.Lucía apretó con rabia los labios. No quería verlo, pero Daniel era amigo de Mateo y obviamente estaría de su lado.Daniel vigiló muy de cerca a Lucía para evitar que escapara, hasta que Mateo llegó al hospital.Jadeando, Mateo se relajó al ver a Lucía y se acercó a grandes pasos: —¿Qué pasó? ¿Dónde te duele?Extendió la mano para toca
Ella no debería esperar nada más a cambio, sino dejar que su relación volviera al punto de partida. Eso era lo que en realidad debía hacer.Mateo sentía que todo era normal, pero a la vez no del todo. Viendo su rostro pálido, no tuvo el corazón suficiente para cuestionarla más y dijo: —La próxima vez no seas tan imprudente de salir sola. Al menos lleva tu celular y a alguien contigo, así podré encontrarte de inmediato.Lucía sonrió amargamente. ¿Por qué seguía fingiendo? ¿Acaso, pretendía preocuparse por ella para aliviar su culpa? ¿Debería seguirle el juego?—Entiendo, te haré caso—respondió Lucía dócilmente.Mateo acercó con cuidado una silla y se sentó frente a ella, examinándola con sus ojos profundos para asegurarse de que no tuviera otro tipo de problemas.Luego preguntó: —Lucía, ¿recuerdas lo que pasó aquella noche?Lucía preguntó insegura: —¿Qué noche?—La noche que salí por trabajo y me emborraché.El tono de Mateo era neutral, pero puso a Lucía al instante en completa aler
—Lucía—llamó Mateo.Lucía levantó la mirada: —¿Sí?—La mujer de aquella noche eras tú.Lucía se tensó por un momento, incapaz siquiera de reaccionar con naturalidad, pero rápidamente soltó una ligera risa: —Señor Rodríguez, ¡qué chistoso es usted! Yo ni siquiera llegué al lugar hasta el día siguiente. Hasta mandé a Paula a llevarle la ropa. Si hubiera sido yo la mujer de esa noche, usted ya se habría dado cuenta de esto, ¿no cree? Ojalá hubiera sido yo. A lo mejor hasta ya tendríamos un hijo.La aparente tranquilidad de ella sembró cierta incertidumbre en Mateo. Sin embargo, lo que realmente lo dejó perplejo fue su falta de reacción, como si le diera igual que su marido hubiera compartido la cama con otra.Con tono sombrío, dijo: —¡Pues averigua bien y aclara esto de una vez por todas! — Y salió apresurado de la habitación.La sonrisa de Lucía se desvaneció cuando él se fue, sumida en dudas.Antes de que pudiera pensar algo más, entró el médico y, al verla sola, preguntó: —¿Dónde e
Lucía tenía presente con claridad la imagen de Camila marchándose entre lágrimas en aquella ocasión. Ahora, la veía de nuevo con una amplia sonrisa en el rostro. El que pudiera presentarse en la oficina y salir con un aire alegre tal vez indicaba que algo positivo le había ocurrido. Sintiéndose insegura y sin deseos de rebajarse, Lucía optó por no prestarle atención alguna.Camila, lejos de molestarse, sonrió y dijo cuando Lucía estaba por entrar al ascensor: —Lucía, sé que pronto dejarás de serlo. Disfruta tus últimos días de gloria, aunque no importa mucho, al final Mateo te dejará de todos modos.Las puertas del ascensor se cerraron, y Lucía vio la sonrisa triunfante de Camila, como si ya supiera que ella no era más que un simple peón sacrificable en este matrimonio.Lucía, con el semblante bastante sombrío, apretó los puños. Instintivamente miró su pequeño vientre, pensando en el bebé, y se aferró con todas sus fuerzas a la esperanza. Al llegar a la oficina, vio a todos trabajando
La reacción de Lucía provocó que Mateo arrugara notablemente el entrecejo. Apartó al instante su mano y, con un tono sombrío, formuló una pregunta: —¿Tanto miedo te doy?Lucía solo lo miraba, incapaz de pronunciar una sola palabra. Su rechazo irritó a Mateo, quien con expresión sombría, la despidió: —Si no tienes nada más que decir, puedes irte.Lucía tardó un rato en recuperarse del tremendo shock. Con el embarazo, todo parecía diferente ahora. No permitiría que él lastimara a su hijo.Se levantó rápidamente, retrocediendo unos cuantos pasos, y se dirigió a Mateo respetuosamente: —Haré lo que me pidió, señor Rodríguez. No se preocupe.Dicho esto, salió de la oficina sin mirar atrás.Sus palabras dejaron a Mateo molesto e incómodo.Poco después, entró Javier: —Señor Rodríguez, la reunión aún continúa...—¡Fuera! —gritó enojado Mateo.*Lucía abandonó el lugar con pasos inseguros. Sabía que no podía dejarse llevar por sus impulsos; cualquier error la pondría en una situación bastan
—Karen Soto—respondió la joven.Karen tenía el cabello largo y daba una impresión de fragilidad. Era delgada y parecía algo tímida.Aunque su figura era similar a la de Lucía, su rostro se parecía más al de Camila: siendo inocente y puro, el tipo de chica que difícilmente un hombre podría rechazar.La dueña del club le explicó en detalle a Lucía: —Es una de nuestras chicas nuevas. Es muy hermosa y aún está en proceso entrenamiento. No ha trabajado todavía. Viene del campo, su madre está muy enferma y necesita dinero urgentemente. Su historial está completamente limpio.Lucía pensó que era perfecta. Joven, hermosa y capaz de despertar el instinto protector de un hombre. Tal vez el tipo que le gustaría a Mateo.—La elijo a ella—dijo Lucía.Karen, sin saber para qué la habían llamado, estaba visiblemente asustada y nerviosa. Balbuceó un poco: —¿Qué quieren que haga? Soy nueva aquí, pero no vendo mi cuerpo. No haré nada que implique prostituirme.Lucía, comprendiendo de inmediato su nerv
—Esta chica es hermosa y joven. ¿Qué hombre podría resistirse a tal tentación? —dijo Mariana algo preocupada. En este mundo, no hay hombre que no se sienta atraído por una mujer tan joven y bella como esta, por muy disciplinado que sea. Es como poner un caramelo frente a un niño y esperar que no lo tome.Lucía era consciente de la verdad en las palabras de su amiga. En su situación actual, sentía que sus opciones se habían reducido drásticamente. El peso de las circunstancias parecía estar aplastándola. —No me queda otra alternativa—respondió Lucía con una sonrisa forzada. —Aunque sea así, debo hacerlo. Si no, me arrepentiré de no haber tomado esta decisión hoy.En su mente, resonaba una y otra vez un pensamiento constante: no se atrevía a arriesgar a su bebé. Era una responsabilidad que superaba cualquier otro tipo de consideración.Mariana no entendía por completo sus motivos, pero si Lucía tomaba este camino, seguramente tenía razones de peso. Decidió no presionar con preguntas. Si
Las dos amigas rieron. Mariana tenía una reunión, así que después de charlar un rato más, se despidieron muy afectuosas.En lugar de volver a su hogar, Lucía se encontró vagando sin rumbo fijo. Sin darse cuenta, sus pies la guiaron directo hasta el edificio de su antiguo colegio secundario. Se sorprendió al notar dónde estaba, cayendo en cuenta de que había transcurrido más de una década desde sus días de estudiante en aquel preciso lugar.Con el desarrollo de la sociedad, la escuela había cambiado demasiado. El interior se había renovado y ampliado, con varios edificios nuevos. Sin embargo, la antigua piedra en la entrada, desgastada por el tiempo, seguía intacta con la inscripción “Escuela Libertad y Progreso”.Esta era su secundaria, y el lugar donde conoció a Mateo por primera vez. Nunca olvidaría aquel 13 de agosto, precisamente el día que casi muere.Justo en esa puerta, al salir de clases al mediodía, unos secuestradores enmascarados y armados tomaron como rehenes a varios estud