—Lucía—llamó Mateo.Lucía levantó la mirada: —¿Sí?—La mujer de aquella noche eras tú.Lucía se tensó por un momento, incapaz siquiera de reaccionar con naturalidad, pero rápidamente soltó una ligera risa: —Señor Rodríguez, ¡qué chistoso es usted! Yo ni siquiera llegué al lugar hasta el día siguiente. Hasta mandé a Paula a llevarle la ropa. Si hubiera sido yo la mujer de esa noche, usted ya se habría dado cuenta de esto, ¿no cree? Ojalá hubiera sido yo. A lo mejor hasta ya tendríamos un hijo.La aparente tranquilidad de ella sembró cierta incertidumbre en Mateo. Sin embargo, lo que realmente lo dejó perplejo fue su falta de reacción, como si le diera igual que su marido hubiera compartido la cama con otra.Con tono sombrío, dijo: —¡Pues averigua bien y aclara esto de una vez por todas! — Y salió apresurado de la habitación.La sonrisa de Lucía se desvaneció cuando él se fue, sumida en dudas.Antes de que pudiera pensar algo más, entró el médico y, al verla sola, preguntó: —¿Dónde e
Lucía tenía presente con claridad la imagen de Camila marchándose entre lágrimas en aquella ocasión. Ahora, la veía de nuevo con una amplia sonrisa en el rostro. El que pudiera presentarse en la oficina y salir con un aire alegre tal vez indicaba que algo positivo le había ocurrido. Sintiéndose insegura y sin deseos de rebajarse, Lucía optó por no prestarle atención alguna.Camila, lejos de molestarse, sonrió y dijo cuando Lucía estaba por entrar al ascensor: —Lucía, sé que pronto dejarás de serlo. Disfruta tus últimos días de gloria, aunque no importa mucho, al final Mateo te dejará de todos modos.Las puertas del ascensor se cerraron, y Lucía vio la sonrisa triunfante de Camila, como si ya supiera que ella no era más que un simple peón sacrificable en este matrimonio.Lucía, con el semblante bastante sombrío, apretó los puños. Instintivamente miró su pequeño vientre, pensando en el bebé, y se aferró con todas sus fuerzas a la esperanza. Al llegar a la oficina, vio a todos trabajando
La reacción de Lucía provocó que Mateo arrugara notablemente el entrecejo. Apartó al instante su mano y, con un tono sombrío, formuló una pregunta: —¿Tanto miedo te doy?Lucía solo lo miraba, incapaz de pronunciar una sola palabra. Su rechazo irritó a Mateo, quien con expresión sombría, la despidió: —Si no tienes nada más que decir, puedes irte.Lucía tardó un rato en recuperarse del tremendo shock. Con el embarazo, todo parecía diferente ahora. No permitiría que él lastimara a su hijo.Se levantó rápidamente, retrocediendo unos cuantos pasos, y se dirigió a Mateo respetuosamente: —Haré lo que me pidió, señor Rodríguez. No se preocupe.Dicho esto, salió de la oficina sin mirar atrás.Sus palabras dejaron a Mateo molesto e incómodo.Poco después, entró Javier: —Señor Rodríguez, la reunión aún continúa...—¡Fuera! —gritó enojado Mateo.*Lucía abandonó el lugar con pasos inseguros. Sabía que no podía dejarse llevar por sus impulsos; cualquier error la pondría en una situación bastan
—Karen Soto—respondió la joven.Karen tenía el cabello largo y daba una impresión de fragilidad. Era delgada y parecía algo tímida.Aunque su figura era similar a la de Lucía, su rostro se parecía más al de Camila: siendo inocente y puro, el tipo de chica que difícilmente un hombre podría rechazar.La dueña del club le explicó en detalle a Lucía: —Es una de nuestras chicas nuevas. Es muy hermosa y aún está en proceso entrenamiento. No ha trabajado todavía. Viene del campo, su madre está muy enferma y necesita dinero urgentemente. Su historial está completamente limpio.Lucía pensó que era perfecta. Joven, hermosa y capaz de despertar el instinto protector de un hombre. Tal vez el tipo que le gustaría a Mateo.—La elijo a ella—dijo Lucía.Karen, sin saber para qué la habían llamado, estaba visiblemente asustada y nerviosa. Balbuceó un poco: —¿Qué quieren que haga? Soy nueva aquí, pero no vendo mi cuerpo. No haré nada que implique prostituirme.Lucía, comprendiendo de inmediato su nerv
—Esta chica es hermosa y joven. ¿Qué hombre podría resistirse a tal tentación? —dijo Mariana algo preocupada. En este mundo, no hay hombre que no se sienta atraído por una mujer tan joven y bella como esta, por muy disciplinado que sea. Es como poner un caramelo frente a un niño y esperar que no lo tome.Lucía era consciente de la verdad en las palabras de su amiga. En su situación actual, sentía que sus opciones se habían reducido drásticamente. El peso de las circunstancias parecía estar aplastándola. —No me queda otra alternativa—respondió Lucía con una sonrisa forzada. —Aunque sea así, debo hacerlo. Si no, me arrepentiré de no haber tomado esta decisión hoy.En su mente, resonaba una y otra vez un pensamiento constante: no se atrevía a arriesgar a su bebé. Era una responsabilidad que superaba cualquier otro tipo de consideración.Mariana no entendía por completo sus motivos, pero si Lucía tomaba este camino, seguramente tenía razones de peso. Decidió no presionar con preguntas. Si
Las dos amigas rieron. Mariana tenía una reunión, así que después de charlar un rato más, se despidieron muy afectuosas.En lugar de volver a su hogar, Lucía se encontró vagando sin rumbo fijo. Sin darse cuenta, sus pies la guiaron directo hasta el edificio de su antiguo colegio secundario. Se sorprendió al notar dónde estaba, cayendo en cuenta de que había transcurrido más de una década desde sus días de estudiante en aquel preciso lugar.Con el desarrollo de la sociedad, la escuela había cambiado demasiado. El interior se había renovado y ampliado, con varios edificios nuevos. Sin embargo, la antigua piedra en la entrada, desgastada por el tiempo, seguía intacta con la inscripción “Escuela Libertad y Progreso”.Esta era su secundaria, y el lugar donde conoció a Mateo por primera vez. Nunca olvidaría aquel 13 de agosto, precisamente el día que casi muere.Justo en esa puerta, al salir de clases al mediodía, unos secuestradores enmascarados y armados tomaron como rehenes a varios estud
En ese preciso instante, Lucía reunió el coraje suficiente y decidió buscar al joven que la había rescatado. Estaba determinada a no dejar que ese trauma la dominara para siempre. Tras medio año de recuperación, regresó de nuevo al colegio e indagó por todas partes sobre él. Al final, descubrió que estudiaba en la preparatoria más prestigiosa de la ciudad y se llamaba Mateo Rodríguez, aunque lo conocían simplemente como Theo.Con gran dedicación, logró ser admitida en esa misma escuela.Sin embargo, una vez allí, solo lo observaba de manera discreta, sin atreverse a abordarlo. Lo veía destacar en el equipo de baloncesto, sobresalir en sus estudios y notaba que provenía de una familia muy acomodada.Era tan brillante que Lucía se sentía realmente inferior, por lo que se limitaba a admirarlo desde la distancia.Incluso cuando pasaba cerca de él, Mateo ni siquiera reparaba en su presencia, habiendo olvidado por completo a la joven que una vez ayudó.—Lucía.Mientras Lucía estaba absorta e
—Me siento honrado de poder devolver algo a mi lugar de origen, especialmente a la institución que me formó—expresó con agrado Nicolás.El director Benítez no ocultaba su satisfacción al ver que sus exalumnos alcanzaban el éxito y contribuían al renombre de la escuela.Lucía, que apenas había puesto un pie en el colegio desde que se incorporó al mundo laboral, permaneció completamente callada, muy atenta a la conversación.Le causó una gran impresión la generosa donación de Nicolás, que ascendía a cinco millones de dólares. A pesar de haber triunfado en el extranjero, no había perdido la gran conexión con sus orígenes. Reflexionó ya que muchos otros, tras alcanzar el éxito lejos de casa, no se molestaban en regresar o contribuir en algo.—Lucía, tengo entendido que ahora trabajas en el Grupo Rodríguez—comentó de repente el director Benítez.Lucía se sorprendió demasiado.El director preguntó con interés: —¿Cómo te va?—¿Cómo lo sabe usted señor director? —preguntó Lucía, asombrada de