Las gotas de sudor frías bajaban por su rostro sin ninguna contemplación.
¿Cómo era posible que lo hubieran encontrado?
Se supone que su llegada al aeropuerto de Italia era un total secreto, pero desafortunadamente no fue así.
Adriano de Santis estaba encerrado en el baño de caballeros tratando de escapar de los hombres de Caruso.
Su peor enemigo y posible sucesor de la mafia italiana.
Los hombres de confianza de Adriano ya habían sido reducidos y solo faltaba buscar en la parte sur de los baños y con eso tendría el poder absoluto.
—¡No! quiero verte ahora mismo aquí, no tengo mucho tiempo —decía Adriano en voz baja, al jefe de escoltas que por alguna extraña razón ese día se había declarado enfermo.
—Señor Di Santis, no tengo muchos hombres, la mayoría fueron atacados está mañana y no tengo formas de llegar al aeropuerto —se excusó, causando rabia en Adriano.
Las manos de Adriano golpearon fuertemente las paredes del baño.
Él sabía que no le quedaba mucho tiempo y que pronto lo encontrarian, ya no había nada que hacer estaba completamente solo.
—Señor Connor, que bueno que lo encuentro, pensé que había abordado sin mi. —La voz de un hombre canoso y bastante mayor hizo que Adriano se girara.
¿Acaso lo estaban confundiendo?
—No entiendo de qué me habla —respondió Di Santis, mirando hacia la entrada de los baños, pues esto podría ser un truco sucio de su peor enemigo para acabar con él.
—¿Que no entiende señor Connor?, ¿Acaso se le olvidó que debemos llegar en horas de la tarde a Inglaterra, aquí ya no hay nada que hacer, es imposible que encontremos a su madre.
Los ojos de Adriano se abrieron como platos, era obvio que este hombre en verdad lo estaba confundiendo.
—¿A dónde me dices que debo estar en horas de la tarde? —preguntó una vez más, pues este sería un ángel enviado por el mismísimo Lucifer, porque escapar a Inglaterra no estaba en sus planes.
—Señor, veo que las horas de sueño le están haciendo falta, vamos.
Aquel hombre de cabellos blancos tomó el brazo de Adriano y lo jalo con fuerza para que lo siguiera.
Caminaron hasta llegar a la zona de abordar en donde había un jet privado al cual Adriano subió con algo de recelo, pero no había otra opción de escapar.
Era subir a jet, o dejar que Caruso lo atrapará y lo destrozara pedazo por pedazo.
Por otro lado, un hombre alto de cuerpo atlético con mirada serena se había detenido en su camino al baño a recibir una llamada.
Cómo no responder si era su jefe de bolsa quien le decía que debía volver lo más rápido posible a Inglaterra, ya se había ausentado varios días y los negocios no dan espera.
—Así que tratando de huir de mis garras maldito Di Santis... —Una voz carrasposa hizo que Alex Connor se girara, para encontrarse con la mirada más fría y oscura que haya visto en su vida.
Alex acostumbraba a enfrentarse a hombres feroces en los negocios, pero esto era distinto se lo decía algo muy adentro de su corazón.
—Disculpe señor me está confundiendo —respondió Connor sin prestar atención, a los hombres que estaban rodeándolo.
—Así que estoy confundiendolo, pues no creo, si ven muchachos lo que hacen las sabandijas con tal de esconderse.
Esa palabra muchachos, hizo que Alex levantará su mirada, para encontrarse con hombres fuertemente armados a su alrededor.
Dejó caer el celular que para ese entonces había empezado a vibrar con insistencia, para después tratar de tragar saliva, algo estaba mal de eso no había la menor duda.
—Señor, no sé quién es usted, pero déjeme decirle que en verdad me está confundiendo. —Las palabras de Alex salían apenas de su garganta, él nunca se había visto en situación algo parecida.
—Muchachos, cojan a esta sabandija, y llévenlo a las cloacas, allá de seguro y se le refresca un poco la memoria.
Mientras tanto, en la ventanilla de un jet privado la mirada de Adriano era todavía de angustia, pues todavía no estaba del todo seguro.
—Señor puede colocarse el cinturón ya vamos arrancar.
Adriano asintió con su cabeza, él necesitaba salir de allí y cuanto antes mucho mejor.
Sus ojos se cerraron y su pecho por fin se tranquilizó un poco, pero en su mente no dejaba de dar vueltas.
¿Por qué aquel hombre lo llamaba señor Connor?
¿Acaso tenía alguien parecido a él?
Era una idea que tenía que averiguar y cuanto antes mucho mejor.
Si lo confundieron a él con el dichoso Connor, entonces Caruso debía estar confundiéndolo con el que debía estar en ese momento en el jet privado.
Sus manos viajaron de inmediato a su cabeza, pero era imposible ya que no había vuelta atrás.
Ahora solo debía llegar a Inglaterra y poner sus ideas en orden.
Sin contar que su padre ahora estaba en completo peligro.
Si los hombres de Caruso lo habían rodeado de tal forma era porque en su grupo de guardaespaldas había un soplón.
Debía averiguar cuanto antes porque una traición así no la dejaría pasar.
Él mismo se encargaría de acabar con todo lo que se atravesara en su camino, de eso no había duda.
El vuelo a Inglaterra duró aproximadamente seis horas y para Adriano fueron las horas más largas de toda su vida.Nunca había experimentado tanta angustia y más por alguien que no conocía. Adriano sabía que para acabar con Caruso luego de esto, tenía que de nuevo organizarse, porque esta vez llegaría con todo. Al aterrizar el jet, lo primero que hizo fue dejar salir un gran suspiro.No todos los días se le puede escapar a la muerte.Bajaba cada escalón despacio como si sus pies pesaran más que una tonelada de cemento, pero sabía que debía hacer algo y cuanto antes mejor.—Señor, ¿a dónde se dirige? —dijo el hombre de cabellos blancos, al que Adriano todavía no sabía cuál era su nombre.—Necesito hacer una llamada —respondió secamente. Su mente estaba hecha un caos y para completar ahora estaba en otro país. —Señor Connor, si va hacer una llamada la puede hacer en el auto, ahora mismo debemos salir hacia la empresa, el señor Davies citó una reunión con urgencia y usted sabe muy bi
Rebeca salió de allí junto con su padre sin decir una palabra.Nunca nadie le había hablado de tal forma y menos Alex Connor, un hombre débil e inseguro como lo era él.Rebeca llevó las manos a sus labios y dejó salir un suspiro, mientras su padre iba que echaba chispas por boca y nariz.—Rebeca, ¿Acaso estás sorda? Rebeca movió su cabeza y salió de sus pensamientos, estaba tan sumida en ellos que ni siquiera se dio cuenta que su padre le hablaba.—Dime padre —respondió dejando salir un resoplo.—Se me quedó mi celular en la sala de juntas, no tengo ganas de verle la cara al imbécil de Connor. —No, padre no pienso volver allí —respondió firmemente, solo que la mirada de Oliver hizo que ella cambiará de opinión y saliera de inmediato hacia la sala de juntas.Mientras tanto, en la oficina, Adriano se sumía en sus pensamientos y en aquella joven caprichosa que se había atrevido a pegarle. Él dejó salir una sonrisa y negó con la cabeza, esto se iba a convertir en un reto para él, doble
En Italia Alex vivió las peores horas de su vida.Nunca se imaginó que un hombre pacífico al que le gustaba resolver todo hablando, estuviera metido en un lío tan grande.O más bien que su suerte fuera tan mala que preciso lo confundieran con otro hombre, él no podía creer que su desgracia fuera así de grande.El corazón de Alex latía a mil por minuto, llevaba horas encerrado en un sótano.El olor a excremento inundaba todo el lugar, además que la humedad del lugar y una que otra rata.No dejaba tranquila su mente, solo quería una cosa. Volver a Inglaterra al lado de su gran amor, una Golden que lo esperaba con amor todas las tardes.Además también anhelaba ver a su querido amigo, William, que más que un amigo era como su padre.—Jefe, ya casi todos sus hombres fueron reducidos, pero el padre del maldito sigue vivo y ha sido imposible penetrar esa fortaleza, por lo visto se armaron más. Escuchaba con atención Alex al otro lado de la puerta, pues de seguro que se trataba del familiar
Jack movió la cabeza repetidas veces, Eliza se lo había llevado… él no podía ser, aunque tenía el mismo nombre. Mientras tanto, al otro lado de la ciudad Caruso había terminado de hablar con la policía, que solo habían ido a pedir más dinero, él no tuvo más opciones que darles una fuerte cantidad de dinero de más.—¿Y ustedes qué demonios hacen aquí y no están con la sabandija de Di Santis? —preguntó Caruso al ver a sus hombres reunidos en la puerta de su biblioteca.—La señorita Charlotte nos envió con usted, señor —respondió uno de los hombres agachando su cabeza.—Son unos imbéciles —vociferó Caruso lleno de ira. Los pasos de Caruso eran rápidos, pesados, cargados de ira, rencor y se podría decir que venganza, la misma que había empezado hace treinta años atrás.Caruso bajó rápidamente las escaleras que daban a las cloacas, aquellas en donde solía desaparecer a sus peores enemigos, de una patada tumbó la puerta abajo, estaba furioso.—¿Dónde diablos está Di Santis? —preguntó vi
Adriano colgó la llamada, tomó el celular y lo echó en su bolsillo mientras caminaba hacia el elevador, no dejaba de mirar la imponente empresa en la que estaba y el gran provecho que le podía sacar en su rostro se le dibujó una enorme sonrisa lascivia al ver que al abrirse las puertas de elevador iba precisamente Rebeca, la cual iba a disfrutar.—¡Está ocupado!, ¿Acaso es ciego que no ve? —habló Rebeca, colocándose de frente y así impedir la entrada de Adriano al elevador.Adriano miró hacia los lados, para después mirarla fijamente a los ojos con la mirada más fría y soberbia que tenía.—Vaya, ahora resulta que a la niña de papi y mami le gusta bajar sola en el elevador, lamento decirle que aquí el presidente soy yo, y como tal hago lo que se me venga en gana.Los ojos de Rebeca se abrieron como platos al ver a Adriano tan cerca de él, tanto que podía sentir el aroma que desprendía de sus labios e inundaba sus fosas nasales.—Es usted un bruto arrogante, prepotente —respondió tratan
Adriano miró a Rebeca limpiando sus labios y salió del elevador con una sonrisa dibujada en su rostro, ante la mirada de todos los curiosos.—Señor, pensé que algo malo le había sucedido, pero ya veo que me equivoqué —hablo William evidentemente con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras Rebeca salía del elevador como alma que lleva el diablo directo hacia los baños.—Claro que estaba en peligro, esa mujer es más peligrosa de lo que te imaginas —respondió Adriano, mientras caminaba hacia el auto recordando el beso que le había robado una vez más a Rebeca, le había gustado y de eso no había duda.—Ya veo señor, ya veo. —Fueron las palabras de William mientras subían al auto.Durante todo el camino a la mansión de Alex William no dejó de sonreír, pues se sentía feliz de ver por fin a Alex interesado en una mujer, siempre se había caracterizado por ser un hombre ermitaño, escasamente le había conocido dos o tres mujeres, aunque no le gustaba mucho la idea que se interesará precisam
Italia.Jack miraba con bastante curiosidad al hombre que estaba parado justo enfrente de él, no podía ser cierto, pero era hora de hablar.—Harry quiero que se retiren y me dejen solo —habló Jack con firmeza.—Pero señor, debemos esperar las órdenes que nos va dar el señor Adriano, lo que hizo Caruso no se puede quedar así —habló Harry evidentemente molesto, pero aun así prefirió salir de la biblioteca.Alex seguía mirando con bastante curiosidad al hombre en silla de ruedas, se veía de apariencia fuerte incluso en su rostro se veía marcas del hombre fuerte que fue alguna vez.—Podrías colocar seguro por favor —le habló Jack mientras tragaba saliva.Pues solo en volver a tener a uno de sus hijos al cual creyó perdido nuevamente ante sus ojos, hacía que todo dentro de su ser volviera a su mente, "Eliza" su amada Eliza, la trajo a su mente recordando el gran amor que algún día tuvieron y que hoy una parte de ese amor estaba mirándolo con curiosidad.—¡Señor!, ¿Le sucede algo? —preguntó
Jack abrió la puerta, pero no había absolutamente nadie en la puerta, pero aún así quiso dejar la puerta un poco entreabierta, sabía que alguien estaba detrás de la puerta, y de seguro volvería y se daría cuenta.—Señor, me gustaría saber ¿Por qué mi madre decidió irse del país, y dejar a mi hermano con usted? —preguntó Alex llamando la atención de Jack, quien observaba todavía hacia la puerta.—Siéntate, quiero explicarte todo, y tal vez así entiendas un poco lo que llevó a Elena a tomar esa decisión.Alex corrió nuevamente a la silla y se sentó, está por la expresión en la cara de Jack esto iba a tomar tiempo.—Empezando espero y algún día puedas llamarme padre, sé que para ti todo esto es muy difícil de procesar, pero créeme cuando te digo que muchas noches añoro tenerte de nuevo en mi vida.Alex lo miraba fijamente, y tal y como lo había dicho Jack, para él era difícil de procesar todo lo que estaba descubriendo y lo que le faltaba para descubrir. Jack trago saliva una vez más mir