Las gotas de sudor frías bajaban por su rostro sin ninguna contemplación.¿Cómo era posible que lo hubieran encontrado?Se supone que su llegada al aeropuerto de Italia era un total secreto, pero desafortunadamente no fue así. Adriano de Santis estaba encerrado en el baño de caballeros tratando de escapar de los hombres de Caruso.Su peor enemigo y posible sucesor de la mafia italiana.Los hombres de confianza de Adriano ya habían sido reducidos y solo faltaba buscar en la parte sur de los baños y con eso tendría el poder absoluto.—¡No! quiero verte ahora mismo aquí, no tengo mucho tiempo —decía Adriano en voz baja, al jefe de escoltas que por alguna extraña razón ese día se había declarado enfermo. —Señor Di Santis, no tengo muchos hombres, la mayoría fueron atacados está mañana y no tengo formas de llegar al aeropuerto —se excusó, causando rabia en Adriano. Las manos de Adriano golpearon fuertemente las paredes del baño.Él sabía que no le quedaba mucho tiempo y que pronto lo en
El vuelo a Inglaterra duró aproximadamente seis horas y para Adriano fueron las horas más largas de toda su vida.Nunca había experimentado tanta angustia y más por alguien que no conocía. Adriano sabía que para acabar con Caruso luego de esto, tenía que de nuevo organizarse, porque esta vez llegaría con todo. Al aterrizar el jet, lo primero que hizo fue dejar salir un gran suspiro.No todos los días se le puede escapar a la muerte.Bajaba cada escalón despacio como si sus pies pesaran más que una tonelada de cemento, pero sabía que debía hacer algo y cuanto antes mejor.—Señor, ¿a dónde se dirige? —dijo el hombre de cabellos blancos, al que Adriano todavía no sabía cuál era su nombre.—Necesito hacer una llamada —respondió secamente. Su mente estaba hecha un caos y para completar ahora estaba en otro país. —Señor Connor, si va hacer una llamada la puede hacer en el auto, ahora mismo debemos salir hacia la empresa, el señor Davies citó una reunión con urgencia y usted sabe muy bi
Rebeca salió de allí junto con su padre sin decir una palabra.Nunca nadie le había hablado de tal forma y menos Alex Connor, un hombre débil e inseguro como lo era él.Rebeca llevó las manos a sus labios y dejó salir un suspiro, mientras su padre iba que echaba chispas por boca y nariz.—Rebeca, ¿Acaso estás sorda? Rebeca movió su cabeza y salió de sus pensamientos, estaba tan sumida en ellos que ni siquiera se dio cuenta que su padre le hablaba.—Dime padre —respondió dejando salir un resoplo.—Se me quedó mi celular en la sala de juntas, no tengo ganas de verle la cara al imbécil de Connor. —No, padre no pienso volver allí —respondió firmemente, solo que la mirada de Oliver hizo que ella cambiará de opinión y saliera de inmediato hacia la sala de juntas.Mientras tanto, en la oficina, Adriano se sumía en sus pensamientos y en aquella joven caprichosa que se había atrevido a pegarle. Él dejó salir una sonrisa y negó con la cabeza, esto se iba a convertir en un reto para él, doble
En Italia Alex vivió las peores horas de su vida.Nunca se imaginó que un hombre pacífico al que le gustaba resolver todo hablando, estuviera metido en un lío tan grande.O más bien que su suerte fuera tan mala que preciso lo confundieran con otro hombre, él no podía creer que su desgracia fuera así de grande.El corazón de Alex latía a mil por minuto, llevaba horas encerrado en un sótano.El olor a excremento inundaba todo el lugar, además que la humedad del lugar y una que otra rata.No dejaba tranquila su mente, solo quería una cosa. Volver a Inglaterra al lado de su gran amor, una Golden que lo esperaba con amor todas las tardes.Además también anhelaba ver a su querido amigo, William, que más que un amigo era como su padre.—Jefe, ya casi todos sus hombres fueron reducidos, pero el padre del maldito sigue vivo y ha sido imposible penetrar esa fortaleza, por lo visto se armaron más. Escuchaba con atención Alex al otro lado de la puerta, pues de seguro que se trataba del familiar
Jack movió la cabeza repetidas veces, Eliza se lo había llevado… él no podía ser, aunque tenía el mismo nombre. Mientras tanto, al otro lado de la ciudad Caruso había terminado de hablar con la policía, que solo habían ido a pedir más dinero, él no tuvo más opciones que darles una fuerte cantidad de dinero de más.—¿Y ustedes qué demonios hacen aquí y no están con la sabandija de Di Santis? —preguntó Caruso al ver a sus hombres reunidos en la puerta de su biblioteca.—La señorita Charlotte nos envió con usted, señor —respondió uno de los hombres agachando su cabeza.—Son unos imbéciles —vociferó Caruso lleno de ira. Los pasos de Caruso eran rápidos, pesados, cargados de ira, rencor y se podría decir que venganza, la misma que había empezado hace treinta años atrás.Caruso bajó rápidamente las escaleras que daban a las cloacas, aquellas en donde solía desaparecer a sus peores enemigos, de una patada tumbó la puerta abajo, estaba furioso.—¿Dónde diablos está Di Santis? —preguntó vi
Adriano colgó la llamada, tomó el celular y lo echó en su bolsillo mientras caminaba hacia el elevador, no dejaba de mirar la imponente empresa en la que estaba y el gran provecho que le podía sacar en su rostro se le dibujó una enorme sonrisa lascivia al ver que al abrirse las puertas de elevador iba precisamente Rebeca, la cual iba a disfrutar.—¡Está ocupado!, ¿Acaso es ciego que no ve? —habló Rebeca, colocándose de frente y así impedir la entrada de Adriano al elevador.Adriano miró hacia los lados, para después mirarla fijamente a los ojos con la mirada más fría y soberbia que tenía.—Vaya, ahora resulta que a la niña de papi y mami le gusta bajar sola en el elevador, lamento decirle que aquí el presidente soy yo, y como tal hago lo que se me venga en gana.Los ojos de Rebeca se abrieron como platos al ver a Adriano tan cerca de él, tanto que podía sentir el aroma que desprendía de sus labios e inundaba sus fosas nasales.—Es usted un bruto arrogante, prepotente —respondió tratan
Adriano miró a Rebeca limpiando sus labios y salió del elevador con una sonrisa dibujada en su rostro, ante la mirada de todos los curiosos.—Señor, pensé que algo malo le había sucedido, pero ya veo que me equivoqué —hablo William evidentemente con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras Rebeca salía del elevador como alma que lleva el diablo directo hacia los baños.—Claro que estaba en peligro, esa mujer es más peligrosa de lo que te imaginas —respondió Adriano, mientras caminaba hacia el auto recordando el beso que le había robado una vez más a Rebeca, le había gustado y de eso no había duda.—Ya veo señor, ya veo. —Fueron las palabras de William mientras subían al auto.Durante todo el camino a la mansión de Alex William no dejó de sonreír, pues se sentía feliz de ver por fin a Alex interesado en una mujer, siempre se había caracterizado por ser un hombre ermitaño, escasamente le había conocido dos o tres mujeres, aunque no le gustaba mucho la idea que se interesará precisam
Italia.Jack miraba con bastante curiosidad al hombre que estaba parado justo enfrente de él, no podía ser cierto, pero era hora de hablar.—Harry quiero que se retiren y me dejen solo —habló Jack con firmeza.—Pero señor, debemos esperar las órdenes que nos va dar el señor Adriano, lo que hizo Caruso no se puede quedar así —habló Harry evidentemente molesto, pero aun así prefirió salir de la biblioteca.Alex seguía mirando con bastante curiosidad al hombre en silla de ruedas, se veía de apariencia fuerte incluso en su rostro se veía marcas del hombre fuerte que fue alguna vez.—Podrías colocar seguro por favor —le habló Jack mientras tragaba saliva.Pues solo en volver a tener a uno de sus hijos al cual creyó perdido nuevamente ante sus ojos, hacía que todo dentro de su ser volviera a su mente, "Eliza" su amada Eliza, la trajo a su mente recordando el gran amor que algún día tuvieron y que hoy una parte de ese amor estaba mirándolo con curiosidad.—¡Señor!, ¿Le sucede algo? —preguntó