ESE DÍA POR LA MAÑANA.
Tardé no menos de una hora en llegar a mi oficina completamente decente, aunque preferí cambiar las camisas largas por una de manga corta, hacía calor, estábamos en pleno verano.
Carlo estaba esperándome, junto con mi asistente con un café en la mano, fruncí la seño al verlo, siempre lucía ese traje impecable, fuera el clima que estuviera.
—Me da calor, tan solo verte—le reproché mientras llegaba para con ellos.
—Veo que estas de maravilloso humor—apuntó Carlo con su ceja inquisidora.
—Buen día, señor Dómine—se apresuró a decir mi asistente.
—Buen día—le devolví el saludo para después dirigirme a Carlo—, vamos.
—Sí, señor—dijo burlándose.
Entramos a mi despacho y eché una hoj
Achispada como estaba y en el regazo de Leonard, no podía haber otro lugar mejor, me ocultara lo que me ocultara, sabía que de esta noche me decía todo lo que ocultaba, tomara las armas que tomara, maldito mentiroso, no me iría de ahí sin respuestas.El auto se estacionó después de un largo tiempo, Alonzo detuvo el auto y Dante se encargó de abrir la puerta, Leonard salió primero para tomarme la mano y ayudarme a salir. Estábamos parados entre un arco de piedra donde plantas gigantescas ocultaban la entrada, el suelo era arenoso y rocas grandes que seguramente me arruinarían las zapatillas.—¿Estas de broma? ¿Dónde estamos?Sonrió anchamente.—No todo es como aparenta ser.—Si claro, y lo dices tú, maldito cínico.El negó con la cabeza, pero no dijo nada, me tom&oac
No sabía que tan excitante iba a resultar esta escena, esto de dar bofetadas se me estaba haciendo costumbre, no había hecho planes para ver las posibilidades de lo que podría o no pasar.Sentada en el pecho de un Leonard sumamente confundido recapacité en las posibilidades, eran muy pocas de salir librada de esta lucha de cuerpos, sin embargo, no dejé que mi furia ácida descendiera de nivel, al contrario, cada segundo en silencio era cada vez más irritante.—Contéstame, Leonard Dómine—le repliqué con dientes apretados.Cerró los ojos, quizá para relajarse.—Es algo de lo que no deberías haberte enterado—confesó casi en un susurro.Bajé de su pecho, ya no debía estar ahí, un minuto más y esa acción comenzaría a volverse incomoda, me replegué lo más que pude entre las almoha
Una, fuerte.—¡Leonard!Sí, suave, maleable, firme, rebotaba contra mi mano mientras su piel se erizaba.Dos y una caricia, disfrute total, su carne comenzaba a enrojecer.Tres, más fuerte, y jadeos.—Hum…Cuatro, resiste…su piel enrojecida y caliente, jadeos más fuertes.Separé ligeramente sus piernas para acariciarla ahí donde me aclamaba, mojada, oh si muy mojada. Cinco, gemido y caricia.—Oh, vamos, tesoro, quiero que lo digas—mi voz sonaba ya bastante ronca, agitada.—No…—gimoteó, mordiendo la sabana.Loco, ella me volvía loco.Seis y un grito ahogado que se perdió en el eco de las olas, caricia, no podía dejar de acariciarle, loco, despiadado y vengativo, así me sentía en estos momentos, completamente excitado, pero sobre todo libre de ca
Calor y frescor, lo sentía por el cuerpo desnudo, oh estaba desnuda.Abrí los ojos lentamente, estirándome entre las sabanas de esa enorme cama, sí, no había sido un sueño, todo era real.Me estiré, pero no me topé con nada, parpadeé para retirar las musarañas somnolientas e incorporarme… ah, ahí estaba.Mi dios del sexo, mi hombre salvaje, me mordí el labio reviviendo las imágenes de aquella noche y eché un suspiro. Estaba de espaldas a mí, en todo su esplendor, curvilínea por los músculos esculpidos, la extensión de sus brazos fuertes, aunque suaves al tacto. Aparté la vista de él, me llevé una mano al cabello, seguramente estaría completamente enredado, entonces me di cuenta de lo pesada que estaba mi mano ¿Pesada? ¡Oh mon dieu! (¡Oh mi Dios
Escuché el golpe del mar azotando la marea, los titilantes cristales chocar unos contra otros, me desperté al oler su perfume entre las almohadas, pero ella no estaba, me levanté de golpe, buscándola.Apacigüé mi corazón cuando entre las blancas cortinas, a la lejanía, pude verla sentada en la arena de cara al mar. Estaba a punto de amanecer, el sol comenzaba a salir entre los cuerpos rocosos a la lejanía, destellos anaranjados y amarillos, las olas, ya relajadas proyectaban los mismos destellos, pero más brillantes, casi como un espejo.Aquellos reflejos se proyectaban en ella y su cabello tiñéndolo como el mismo sol, calor, eso sentía ahora, era una calidez, y calma, verla tan tranquila y relajada.Me acerqué con lentitud para apreciar el momento, mantener ese precioso cuadro en mi mente para siempre, aunque podría apreciarlo para siempre si le tomaba una fot
“Mierda, Audrey, ¿Seremos damas?” Jade.“Fe-li-ci-da-des” Rose, mandó un stiker sorprendido.“Yo quiero que nuestros vestidos sean amarillos” Jade.“Yo prefiero el rosa palo” Rose.“Espera un minuto, debes contarnos con detalle ¿Cómo te lo propuso?” Jade.“Les contaré después, tenemos una comida muy interesante” escribí con un emoji malvado.“Cierto, tu abuela nos invitó” Jade“Llevaré Sfogliatelle rellenos de fresa picada, tu abuela me prestó tu cocina” Rose.“Yo seré su pincha” Jade y mandó un stiker cocinero.“Las veré en un rato en casa de Leonard” escribí y mandé un corto video tirándoles un beso.
Pensar en lo que pasaría ahora me tenía un poco nervioso, por supuesto ya conocía a sus padres, esa charla del día anterior había sido refrescante, Alexandre Vial había resultado bastante sencillo, Fleur Vial sumamente encantada (a pesar de haber recibido su bofetada). Esta vez estarían los hermanos, debía mejorar mi relación con Travis. Carlo llegaría un par de horas después, tenía que terminar unas diligencias.Alonzo aparcó el auto donde siempre y nos dispusimos a salir.— Entonces ya están aquí…—apuntó Audrey con la barbilla la limosina de Madeleine aparcada no muy lejos de donde estábamos.—Si…—me giré para mirarla y tenderle la mano—, ¿entramos? Tomó
No sabía si era bueno o malo espiar a mi futuro esposo, quizá si fuera una novia loca obsesiva, probablemente, pero, su inesperada visita y que mi abuela saliera tras él me mantenía inquieta. Observé a su amigo Carlo, incluso a su madre, pero se mantenían tan contentos y atentos en sus conversaciones que no prestaron mucha atención a la salida repentina de ambos. Mis amigas parloteaban a mi lado sobre los detalles de la boda, sus vestidos de damas de honor, Jade protestaba para que fuera amarillo canario, mientras Rose pedía a gritos que fuera verde esmeralda para que hiciera juego con sus pieles y esperaba que no tuviera secuelas sobre su embarazo. Mi madre también interactuó con ellas enzarzándose en una pelea sobre arreglos florales y banquetes, mientras que mi cabeza daba vuelt