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CAPÍTULO 82

La tentación era demasiado grande. Elegir era una premisa de la Diosa, seguir los instintos elementales, no obligar a los lobos a hacer jamás algo que no querían hacer, pero ¿qué había de los lycans?, ¿qué había de los destructores y las sacerdotisas y las leyes…?

—No puedo dejar que me marques… Maddox…

Los labios le temblaron y en ese mismo segundo Maddox lo mandó todo al demonio.

—Briccia… ¿Crees que la Diosa te quiere?

La vio sonreír con seguridad. Era, quizás, la única lycan en los últimos siglos que se había sentido tan bendecida por ella.

—La Diosa me ama —aseguró.

—¡Entonces ruégale a la Diosa que nos detenga! —gruñó Maddox antes de capturar su boca con un beso profundo y desesperado. Su piel ardía, todo su cuerpo parecía quemarse mientras ella intentaba resistirse.

—No… Maddox… espera no…

Pero de repente sus palabras se dirigieron a alguien más y el lycan pudo escucharla perfectamente.

«Bhremi… ¡no! ¡Bhr

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