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CAPÍTULO 89

Llegar por fin al aeropuerto internacional de Iguazú despertó un pico de adrenalina entre los lycans que se podía sentir a kilómetros. Los paladines los organizaron y en menos de veinte minutos estaban haciendo un reconocimiento en los hangares destinados a vuelos privados. Aidan estaba tan calmado que el resto de los Alfas estaban con los pelos de punta.

Fue uno de los soldados de Dimitri quien dio la voz de alarma para que todos se acercaran a uno de los hangares. Aidan se arrodilló junto a las gotas de sangre seca que se veían en el suelo y Akela gruñó con rabia.

«Es suya»

—¡Tenemos un rastro! —gritó y luego se giró hacia Maddox—. Veinte escuadrones pequeños, tres exploradores. Perímetro de cinco millas. Vamos a comenzar a barrer. ¡Muévanse!

Él personalmente tomó el rastro principal mientras los Al

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