Valentina trató de calmar la respiración, tenía la sensación de que colapsaría, mientras caminaba por el pasillo hacia el despacho del supervisor, temiendo lo peor. Su mente evocaba los momentos cuando fue despedida de su trabajo anterior, temía que le pasara lo mismo.Se llevó la mano a la cabeza en un gesto de desesperación, sus pasos eran lentos, mientras que el camino se le hacía eterno, sentía que sus piernas flaqueaban y su corazón latía desbocado en su pecho. Se preguntaba qué iba a hacer si la despedían de ese trabajo. La necesitaba para poder seguir dando de comer a su hijo, para poder mantener el techo sobre sus cabezas y también para poder comprarle todo lo que anhelaba darle. Sus lágrimas inundaron sus mejillas.Cuando llegaron a la oficina, el hombre le indicó que tomara asiento en una silla frente al escritorio. Valentina estaba temblando de miedo por lo que podría suceder, mientras acunaba a su hijo en sus brazos, no pudo evitar recorrer el lugar con sus ojos, llamándol
Él se giró y la vio parada tras él, con la boca, abierta y los ojos muy abiertos. Él también abrió los ojos y la miró con curiosidad, mientras tanto, ella no pudo evitar emitir una expresión de decepción. Mientras Valentina una vez más, pensaba que había sido víctima de su propia imaginación. Se disculpó, y él sonrió con bondad, extendiendo su mano para tocar su mano con cuidado.—Temo que está equivocada señorita, no soy él —dijo afablemente—¿La conozco de algún lado?—No creo, lo siento mucho, fue que lo confundí con otra persona —lo siento.—No se preocupe a veces eso pasa, y lamento no poder ayudarla, porque el único Giovani que conocí fue mi bisabuelo, murió hace unos años, y no creo que sea el caballero que usted anda buscando —expresó sonriente y ella se sintió avergonzada.—No, no creo que sea su abuelo —por un momento se quedaron en silencio y él se presentó.—Alessandro Ferrari, soy el nuevo… —antes de que él terminara de hablar, apareció el gerente.—¿Qué hace aquí, señorit
Un silencio reverente invadió la habitación cuando la mujer comenzó a hablar. Se dirigió a las dos chicas con voz trémula, narrando la dolorosa historia de su vida. —Hace más de veintidós años tomé la difícil decisión de dar en adopción a mi hija. Aunque vi en ella una luz brillante que iluminaba mi vida, sabía que en ese momento no podría ser la madre que ella necesitaba. Mi entorno era inestable y mi pobreza era una carga demasiado grande para ella—, dijo con tristeza.Las dos chicas escucharon sus palabras en silencio, Valentina comprendiendo su enorme sacrificio. Sus palabras resonaban en su alma, y le conmovieron hasta el fondo de su ser.—¿No será que está tratando de lavar su comportamiento? No es la primera mujer que queda sola con un hijo, y la mayoría guerrea como las buenas para que nada les falte… —comenzó a decir Sara, pero su diálogo fue interrumpido cuando Valentina le dio un codazo por la cintura y le hizo gesto que se callara.—No se preocupe, señora Ángela, solo qui
Valentina y Sara ni en sus sueños más optimistas se imaginaron que la floristería tendría ese flujo de clientes, incluso debieron cerrarla por minutos mientras atendían a un grupo de personas, durante más de ocho horas no tuvieron el mínimo descanso; para su alivio su pequeño hijo se había ido con Esteban, por lo cual se encontraban ellas dos, la trabajadora que habían contratado y Ángela que se decidió a darle una mano.Cuando cerraron la floristería, se sentaron detrás del mostrador por completo agotadas, tomando un bien merecido descanso, Valentina sentía los pies hinchados, no podía creer que habían trabajado tanto.—¡Por Dios! ¿De dónde salió tanta gente? Es que ni siquiera se trataba de un día especial, parecían como abejas revoloteando la miel—dijo Sara sin poder contener su sorpresa.—Amiga, no es necesario que sea un día especial para que te regalen o regales flores —dijo Valentina con un suspiro.—Te juro que ¡No podía creerlo! —exclamó Sara entre risas—. Desde la primera ho
Ángela al ver a Valentina sintió un momento de quietud, un destello cegador que le recorrió el cuerpo de pies a cabeza. Su respiración se suspendió un instante, sus ojos se abrieron de par en par, y su corazón empezó a latir con fuerza.Era su hija, su niña, la que había tenido que dejar en adopción porque no tenía para alimentarla, Ángela caminó hacia ella como si fuera la primera vez que la veía. Su corazón se aceleró al percibir ese momento tan esperado.Se acercó a ella con pasos vacilantes, temblorosos, y acarició su mejilla suavemente con sus manos que en ese momento estaban frías. Los ojos de la mujer se humedecieron y una lágrima cayó por su rostro.Valentina miró a su alrededor, confundida y asustada por la reacción de Ángela. Sus ojos grandes se llenaron de preguntas incontables, pero no encontró palabras para expresarse. La mujer mayor se dio cuenta de la incomodidad de Valentina y tomó su mano en la suya, tratando de calmarla.Valentina habló con voz baja y temerosa.—¿Qué
Valentina se sorprendió, por un momento creyó que era tanto su deseo de verlos que se los estaba imaginando, fue su padre quien la sacó de su error cuando habló, antes de que ella reaccionara.—¿Qué pasó hija? ¿No está contenta de vernos? —preguntó con un tono de tristeza.Antes de que ella pudiera responder sus palabras, sus padres, la abrazaron, arropándola con su calor y su cariño, como si nunca hubieran estado separados, con el mismo amor, atención, no pudo evitar las lágrimas que brotaron de sus ojos, se aferró a ellos como si la vida dependiera de ellos.—Mi niña ¿Esas lágrimas son de emoción o tristeza? ¿Te pasa algo? ¿Quién te molestó? —le preguntó su madre acariciándole su rostro con ternura.Ella no podía hablar, las palabras se atragantaron en su garganta, porque no podía contener el llanto, los veía como siempre, tan amorosos, sonrientes, no podía quitarles su felicidad y si no lo sabían y ella se los decía, y la impresión les causaba algún, daño, especialmente a su padre,
Sara con la ayuda de la familia de Valentina la llevó a la habitación, después de recostarla en la cama, la puso a oler una esencia para despertarla.Valentina se despertó desesperada. El corazón lo tenía acelerado y respiraba entrecortadamente mientras arañaba el aire. Se sentó en la cama, con los ojos desorbitados. El pánico la envolvió como una espesa niebla, el sueño aún fresco en su mente. Había estado buscando algo, gritando su nombre, pero no podía recordar qué era.El sueño había sido como un débil eco de algo familiar y lejano. Había estado corriendo, con los pies golpeando el suelo, desesperada por encontrarlo. Pero, ¿qué era?Desesperada, saltó de la cama con las piernas temblorosas. Las lágrimas corrían por su rostro, el miedo crecía en su interior. No podía perder a su pequeño. Se imaginó su mata de pelo oscuro rizado, sus grandes ojos azules sus manitas regordetas y sintió un profundo dolor. Aterrorizada, los miró a todos, vio a sus padres, a su amiga, a sus hermanos, i
La muchacha comenzó a recorrer la calle que le tocaba a ella, desesperada por encontrar al pequeño. Cruzó cada esquina y por más que preguntaba y revisaba cada negocio ubicado de un lado a otro, no daba con él, su corazón se encogió de angustia al no encontrarlo. Un momento después, cuando estaba perdiendo la esperanza, vio una cadena con la tarjeta que siempre llevaba el pequeño, y entonces su ánimo se llenó de esperanza. Sabía que estaba cerca de encontrarlo.—Por favor —rogó al cielo implorando dar con él pronto.También le preocupaba el hecho de que la noche comenzaba a caer, deseando para sí que el niño fuera lo suficientemente listo como para recordar todos los consejos que ellas le habían dado por si en algún momento se perdía.Caminó por la calle y llegó hasta la plaza del cuadrado, recorrió todo el lugar con su vista, ansiosa por encontrar a ese pequeño demonio, cuando de pronto lo vio, su corazón se llenó de alegría y sintió alivio. Se acercó con pasos firmes, justo cuando e