Capítulo 3

Sonrió por lo bajo encontrándome con esos ojos cafés que sonríen con cierta picardía pasándome un casco indicando que suba a la motocicleta con él, al contrario de mí, Romí sube a la moto del chico que beso sus mejillas encantada. Acomodo el seguro del casco si debo o no subir con ese idiota en ese aparato. Pienso mejor las cosas, y ellos me pueden pasar la dirección de la casa y llego en un taxi. Estoy por decirlo cuando ese chantajista habla primero interrumpiendo mis pensamientos. 

— ¿No me digas que tienes miedo? — Esbozo enarcando una ceja mordiendo sus labios. — Tranquila que no muerdo... Ya mordí.  

— Ja, ja, ja — Solté mirándolo mal — Tras chantajista, bromista. Deberías pagar mi taxi con lo que ganaste por tu amada apuesta gracias a mi ayuda, idiota. 

— ¿Por qué debo pagar algo que no utilizare? — Respondió encendiendo su moto con la intención de irse — Subes o te devuelves a tu habitación a soñar con tu hombre en cueros. 

Soltó una carcajada estruendosa, su amigo tampoco se contuvo. 

— ¡Cállate, idiota! Mejor conduce, chantajista, burlón, cretino. 

— Te han dicho que eres linda enojada, pitufina. 

— ¿Cómo has dicho? Pitufina tu... — No pude terminar mi frase él me gano al hablar. 

— Pitufina o prefieres... Minions. 

— Ninguno, idiota. — Dije subiendo a su motocicleta. Tome  algo fuerte su cintura no quería caerme. 

No hubo más palabras entre los dos. El silencio reino durante el camino, algo que agradecí. La brisa golpea mis mejillas pálidas avivando algo de color. Podía sentir la libertad entre mis manos, mis alas imaginarias las podía extender a lo largo del camino sin que nadie las corte. Olía libertad pura. Sonreí por sentirme así. Después de tanto tiempo volaba sin miedo. Estaba tan  feliz que recosté mi rostro en esa espalda gruesa aferrándome a esos brazos grandes. Cerré mis ojos, suspiraba como una loca enamorada de la vida, la libertad, fuera de las reglas, de tantos rezos, de Sor Josefa y Sor Josefina que no me dan tregua de nada. 

Era un ave libre fuera de su prisión. Fuera de esa aula que impuso mi madre para mí. Al fin pude abrir mis alas y salí volando tan lejos como pude. Un frenazo en seco me hizo despertar para darme cuenta que estábamos en una casa grande con muchos chicos de mi edad bailando y bebiendo a lo loco. 

— Llegamos, bella durmiente. Lo bueno es que no roncas. — Soltó carcajeándose. 

Lo ignore. 

Aún no puedo entender que hago en este lugar con este irritante chico. Recuerdo que necesitaba algo de libertad y me olvido que he venido con él o eso trato de hacer. 

Veo a Romina bajar de la moto del otro chico corriendo a los brazos de una chica de pelo azul besando sus labios con mucha pasión, me quedo en blanco al ver esa escena. El idiota me da la mano para bajar de su Ferrari último modelo (sarcasmo) 

— Disfruta de mi fiesta, Minions. Luego cobrare mi regalo. — Dijo acariciando mis mejillas. — Nos vemos. 

Él se adentró a la casa. Todos lo seguían como si de un rey se tratase, hasta mi amiga olvido mi presencia siguiendo sus pasos con su novia tomadas de la mano. 

— Sera integrarnos sola, Maciel — Bufe para mí misma — No queda de otra. 

¡Maldición! 

Me dije olvidando mi más valioso regalo para este engreído, chantajista y sexy boy. 

Seguí a la fiesta como uno más de los invitados. Un chico muy amable me ofreció un ponche, agradeciéndole tal gesto con una sonrisa. Me integre con algunas chicas que no son fáciles. A veces las chicas podemos ser muy complicadas para integrarnos. 

Empezaba a mover mis piernas y cabeza al ritmo de la música. Termine mi bebida pasando a otra. El ritmo va en aumento al igual que mis movimientos. Un chico toma mi cintura moviéndose conmigo al compás de la música. Observo al idiota comiéndose la boca con una chica. No estaría mal interrumpir su encuentro, solo que no conté, que ni se inmutaron con mi presencia. Hago un puchero, tomando otro trago algo más fuerte subiéndose rápido a mi cabeza. 

No me importa. 

Me subo a una silla, empiezo a moverme lento aumentando el ritmo, mi ropa empieza a estorbar, escucho los bufidos de los chicos que me quite la camisa, me muevo haciendo que me la sacare de encima cuando alguien me toma como un bulto de papa sacándome de mi pista donde soy la reina de la noche quitándole el protagonismo a mi querido idiota. 

Los bufidos no se hicieron esperar para que me regresen a la pista, y yo quiero hacerlo, aunque, mi cabeza y todo me da vueltas. Siento mi cabeza grande, veo todo doble a mí alrededor. 

Vomito. 

Vomito. 

Vomito — Dijo mentalmente. 

Esa persona me suelta en un baño, entro corriendo dejando vacío mi estómago. Él sujeta mi cabello hasta sentir no sentir más nada, solo un vacío en mi barriga, y una enorme vergüenza con esa persona. No soy capaz de mirarla a la cara. Me gana la pena. 

Me sobresalto cuando habla al fin. 

—  Vamos, Minions, no pasa nada. Todos hemos pasado por esto. — Esbozo con una risita cuando lo mire a la cara por uno de mis dedos que cubre mi rostro — Traeré una soda con limón, eso te ayudará a calmar el vómito y bajar algo tu borrachera. 

— Lo... Lo siento. 

— ¿Que has dicho? — Refuto con una mirada picara — Dilo más fuerte que no escuche. 

— Esta demorada mi soda — Suelto con chulería — Podrías también incluir dos aspirinas, por favor. 

— Algo más, su majestad — Espeto con una carcajada. Lo miro mal — Al menos, Minions, tienes educación. Ya nos vemos, iré por tu pedido. Nada de revisar mis cosas. 

No podía creerlo, estaba en el cuarto del idiota llamado Aitor. 

Todo es oscuro como él. Vi un stand de libros de literatura inglesa, una de mis favoritas. Algunos discos de Liking Park, Evanescence, The Killer, Paramore, entro otros artistas. Observe algunos afiches de metálica, unas cuantas fotografías con sus amigos incluyendo a Romí. Siento algo de envidia, pero de la buena. En todas tiene una sonrisa, una gigante y sincera. Envidio su grupo de amigos, su foto familiar, su libertad. 

Me detengo en una de sus fotos, analizo su rostro, sus labios, sus cejas, sus pelos castaño, sus six pack, sus pectorales. 

— Dios es guapo el idiota. 

Trazo mis dedos por la imagen como si pintara su rostro en la fotografía que no necesita ningún pincelazo, es perfecta. 

Me sobresalto cuando lo escucho hablar. 

— ¿Me estás haciendo algún hechizo de amor, Minions? — Balbuceo entrando a la habitación. — Hace dos años me tome esa foto. Salía de prácticas de rugby. Aquí está tu pedido para que no te quejes que soy mal anfitrión. 

Tome la soda y los analgésicos de un solo tirón. Él me observaba en silencio con una mirada indescifrable. Se acerca lento tomando el vaso de mis manos acomodándolo en la mesa de noche de la parte izquierda de su cama. Toma mi rostro juntando sus labios con los míos. Me quedo inmóvil. Me sentía torpe. No sabía cómo corresponderle. Es mi primer beso. Se separó de mis labios lento. Yo mantenía loso ojos cerrados, no sé cuándo los cerré. No quería mirarlo. 

— ¿Era tu primer beso, Minions? 

¡Mierda! Se ha dado cuenta. 

— Yo... Yo... — No me salían las palabras. 

¡Trágame Tierra! 

En estos momentos quería desaparecer por arte de magia y aparecer en mi cama, y no volver a verlo en mucho tiempo. Me sorprendieron sus palabras. 

— Me alegro ser el primero en besar esos labios dulces. — Soltó acariciando mi rostro — Si eres un angelito de dios, con un genio de un demonio. 

Solté una carcajada que él acompaño. Volvió a tomar mi rostro, esta vez toco mis mejillas viéndonos fijo a los ojos acercando sus labios de nuevo con los míos. Inicio con un movimiento lento para complementarnos el uno con el otro. El ritmo se intensifica. 

Aire. 

Aire. 

Necesito aire. 

Tomamos un respiro uniendo de nuevo nuestros labios, esta vez se unió nuestras lenguas a nuestra nueva batalla. Sus manos tomaron mi cintura para acercarme más a su cuerpo trabajado. Suelto una risita traviesa soltando nuestros labios. El idiota besa mi frente dándome un abrazo. Nos acomodamos en su cama quedándonos dormidos. Puse mi cabeza encima de su pecho escuchando los latidos de su corazón acelerado. Sus brazos arropan mi cuerpo en señal de protección. Me gusta esto, me gusta sentir que me protegen. Que no acortan mis alas, al contrario, me ayudan a volar más alto, a darme confianza a mí misma. 

No sé cuánto tiempo llevo en sus brazos, la verdad, no me importa. No quiero despertar jamás, no en estos momentos. Algunos movimientos bruscos incluidos con una voz ronca hacen que despierte pegando un brinco al ver a Romina a mi lado sorprendida, miro a mi alrededor, abriendo mis ojos de par en par, al ver al idiota a mi lado. 

— Debemos irnos, Maciel. — Bufa con una risita cómplice — Sino... Seremos ángeles muertos en esa pocilga a punta de pan y agua. 

— ¡Mierda! ¿Qué hora es? — Pregunte asueñada — Me quede dormida. 

— Eso veo. Son las tres de la mañana. Levanta tu trasero, Aitor, dulce galán de la noche. 

— Ya estas mejor, Minions — Susurro ignorando las palabras de Romí — Dime.

—Mucho  mejor gracias a ti, idiota. Ahora mueve tu lindo trasero y regrésanos de vuelta a ser angelitos de bien.

Todos soltamos una carcajada. Él tomo mi mano entrelazando nuestros dedos. Romí nos miró con cierto interés sin decir palabra alguna. Los hechos hablan por sí solos. Antes se irnos me presento a su novia Roxana quien beso mis mejillas al presentarse. Espere que se comiera la boca con su novia para irnos. Aitor me puso esta vez el casco besando mis labios, para luego dejar un beso pequeño en mi nariz. Sonreí como boba por ese tierno gesto. 

Sus amigos no dejaban de burlarse por ver que una Minions lo llevara loco en tan solo dos días. Tomamos rumbo al convento, debíamos volar de nuevo la pared y lograr que nadie nos vea entrando en la madrugada como ladronas. 

Aparte de mi bochornoso episodio del vómito, me la pase de mil maravillas. Jamás imagine que mi primer beso sería con el idiota, que en estos momentos abrazo su cintura rumbo a mi purgatorio. 

El viaje se me hizo muy corto. Ellos estacionan sus motocicletas en el mismo lugar que nos recogieron, nos despedimos de los chicos. Aitor me atrapa entre sus brazos besándome con pasión, con unas ganas de no parar nuestro beso fugaz. Es mejor este beso que los que sueño dándole a Cavill. 

— Te veo el próximo sábado, Minions. Quiero que vayamos a un lugar especial para mí. Aquí tienes mi número, escríbeme para saber de ti. 

— Cuanta confianza. ¿Estás seguro que quiero saber más de ti? — Solté con una risita — Dime, niño idiota. 

— Tus ojitos tiernos te delatan, mi Minions. Entra si no las cacharan. 

Me dio un último beso ayudándonos a saltarnos la pared cayendo de culo al piso. Debo admitirlo que valió la pena por todo lo vivido. Tengo una cara de ponqué que no puedo con ella. 

Romí camina cautelosamente revisando nuestros pasos a seguir. Yo cubría su espalda. Seguimos por las zonas verdes del lugar cubriéndonos con los arbustos pasando a los pasillos principales. Entre a la cocina por un vaso de agua, mientras Romina vigilaba. Salí casi corriendo por el pánico que nos descubran. Caminamos por los pasillos de nuevo, esta vez con los zapatos en las manos para no hacer ruido. Estamos llegando a nuestras habitaciones cuando vemos una sombra. 

— ¿Pilladas? — Dice haciendo que peguemos un brinco del susto. 

— Nos descubrieron. — Vocifere mirando a Romí. 

Era nuestro fin.

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