—No me conoces. No sabes nada de mí.—Sé que eres una Omega hermosa y especial, escribes mucho, mientras vigilas a tus hijos. Sonríes con ternura a tus hijos, aunque me fijé que pareces solitaria y sola. Y sé que ese anillo no te detendrá si decides ser honesta contigo misma.Ana se queda muda. ¿Había sido tan transparente?—Quedate conmigo está noche —le dice él, con un tono que no admitía discusión.—No debo…—Pero veo que quieres —asegura Gregory—. Porque necesitas un respiro, Ana. Solo eso. No te estoy pidiendo que dejes a tu...esposo. Se nota que lo tomas en cuenta.Ella respira hondo. Gregory sonríe de medio lado y toma una manta de una silla cercana. Se la tiende encima al notar su incomodidad.—¿Que ganas tú con todo esto? Sabes que estoy casada y amo a mi esposo.—De eso último no estoy tan seguro. Además casi siempre obtengo lo que deseo...y te deseo a ti. Pero por ahora descansa.Ana toma la manta y se recuesta en el sofá, cerrando los ojos. Pero incluso mientras intenta re
Gregory esboza una media sonrisa.—De este y de cinco más en toda la costa.Ana siente un leve mareo. No se esperaba algo así. De pronto, todo cobraba sentido: su confianza, su presencia imponente, la manera en que todos parecían tratarlo con respeto y que tuviera un cuidado especial hacia ella.—Mejor me voy —dice, intentando bajar de su regazo. No quiere tener nada que ver con un ricachón millonario y encima un mujeriego de mierda.Gregory no la suelta. En cambio, la mira con intensidad y desliza una mano por su espalda.—No quiero que te vayas —susurra.—Debo irme.Gregory la acerca más a él, estudiándola con detenimiento.—¿Por qué?—Porque… esto está mal. No puedo hacer esto.Él toma su billetera de la mesita de noche y saca un fajo de billetes, extendiéndoselo.—Si, soy rico y puedo darme a la mujer que me venga en gana, pero se que no eres una cualquiera.Lanza los billetes al aire.—Exacto, no soy ese tipo de mujer. No soy una mujer interesada, ni me gustan mujeriegos —dice el
Cuando siento su calor, su aroma, me espanto, y él abrió los ojos al sentirme mover.—Buenos dias—me susurra, mientras me besa.El me abraza más fuerte y su vìrìlidäd despertó con él, el calor de su aliento roza mi piel como un fuego lento que amenazaba con consumirlo todo.Me tenía atrapada, no solo con su cuerpo, sino con su presencia arrolladora. Gregory no era como Carlos, ni como Marcos. No era como ningún hombre que hubiera conocido antes y no hablo de lo físico. Su dominio era absoluto, sus feromonas atrayentes, pero su paciencia era un castigo delicioso.Mi respiración se agita mientras él desciende por mi vientre, dejando un rastro de besos ardientes. Cada roce de sus labios me encendía aún más, me volvía más consciente de lo que estaba a punto de volver a suceder. Pero no se apresuraba. No tomaba lo que quería sin más. No. Él jugaba, exploraba, aprendía mis reacciones, como si descifrar mi cuerpo fuera un arte en el que él era un maestro absoluto.—Gregory… —supliqué, apenas
— Detente...—Ya estarde, te metiste en mi cama, en mi vida y en mi piel.Sus labios descendieron por mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes hasta llegar a mis clavículas.Me arqueé instintivamente hacia él, sintiendo la calidez de su boca en mi piel mientras agarra mi trasero. Cada caricia, cada roce, estaba calculado para hacerme perder la razón.—Eres increíble… —murmura contra mi piel, deslizando sus manos con una reverencia casi devota.Me aferré a sus hombros cuando su boca descendió aún más, explorando cada centímetro de mi piel con una mezcla de urgencia y paciencia infinita. No solo me hacía suya, sino que me adoraba en el proceso, como si cada beso fuera una declaración de deseo y admiración.Mi respiración se volvió errática cuando sus labios encontraron los lugares más sensibles de mi cuerpo, y no pude contener los suspiros que escapaban de mis labios. Gregory sonrió contra mi piel, complacido con mi respuesta.—Déjate llevar, Ana —susurra, mirándome con esos ojos
Ana pasó un día maravilloso con Diego y Valentina.Después de revisar de nuevo su herida, disfrutaron de la piscina del hotel, comieron helado y recorrieron juntos cada rincón del resort. La excursión en la tarde fue una aventura inolvidable, llena de risas y momentos especiales con su hijo. Sin embargo, en medio de la excursion, se dio cuenta de algo inesperado: su anillo de matrimonio con Marcos no estaba en su dedo.Frunció el ceño y repasó mentalmente cada momento del día, tratando de recordar cuándo fue la última vez que lo vio en su mano. No tenía idea de dónde podría haberlo perdido, pero decidió que cuando regresara, le avisaría a Gregory para que, si lo encontraban en su habitación, se lo entregaran.Al llegar a su habitación, envia a los niños a bañarse para bajar a cenar. Ella siguió buscando el anillo, lo buscó en su bolso y en la mesita de noche, pero nada. Seguramente lo había dejado en la habitación de gregory. Justo en ese momento, el teléfono del hotel sonó.—Buenas t
Al llegar a casa, vi a Marcos esperándonos, él tenía aún la llave de repuesto. Su expresión mostraba sorpresa al vernos.—¿Cómo llegaron tan rápido? —pregunta, abrazando a los niños.Antes de que pudieran decir algo, les lancé una mirada. Habíamos acordado no mencionar nada sobre Gregory y su avión privado. Los niños saben que Marcos puede agarrarse de ahí para discutir por semanas.—Tomamos el primer vuelo disponible —dije, sin entrar en detalles, dejando las maletas a un lado.—¿Que le pasó al niño?—Se lastimó mientras bajaba por un tobogán. Nada del otro mundo.—Debiste decirme.—Estoy bien, Marcos. Le dije a mami que no le contara a nadie para que no los preocupara.—Bien campeón, si te molesta solo dime y te llevaré al doctor.—Gracias, Marcos.Marcos desliza sus manos por mi cintura, atrayéndome hacia él con la facilidad de alguien que me conocía bien. Su beso fue cálido, familiar, pero al mismo tiempo, sentí una extraña desconexión. No era su forma de besar, no era su tacto… e
Casi estaba logrando conciliar el sueño cuando sentí la cama hundirse a un lado. Mi corazón dio un vuelco. Abrí los ojos lentamente, y allí estaba Marcos, sin camisa, con su mirada fija en mí.—¿Qué haces? —susurro, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo.Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, deslizó un brazo bajo su cabeza y me observó con intensidad. Su presencia llenaba el espacio de una forma familiar y abrumadora al mismo tiempo.—Solo me acosté —dijo finalmente, con una calma que me desesperó—. No haré nada. Aunque podrías haberme dado una manta.Me mordí el labio. Sabía que estaba jugando conmigo, aprovechándose de mi nerviosismo.—Marcos, por favor, estoy agotada. Déjame dormir.—Solo responde una cosa —susurra, acercándose un poco más—. ¿Me extrañaste de verdad o solo quieres torturarme?Desvié la mirada, sintiendo mi pecho oprimirse. No podía negarlo. Lo había extrañado, pero algo dentro de mí había cambiado. No podía fingir que todo estaba bien, no después de l
El trayecto hacia el hotel no dura más de quince minutos, pero para Ana cada segundo era una tortura.Se sentía como una mariposa atrapada en una telaraña, y no podía evitarlo. Gregory la miraba de reojo, con una mezcla de deseo y curiosidad, mientras conduce, que la hacía sentir incómoda y emocionada al mismo tiempo.Cuando llegaron, la habitación del hotel era un refugio privado y acogedor. Ana intentó mantener la conversación liviana mientras se acomodaban, pero no podía ignorar la tensión evidente entre ellos. Ana se sorprendió que en la recepción lo llamaron por su apellido.—Este hotel...¿también te pertenece?—Si, nena...¿quieres algo de tomar? Tengo de todo.—Estoy bien.El de todos modos sirve un vaso de vino, el toma todo lo que sirve en la copa de un sorbo y se acerca a ella.—Sabía que me extrañarías —dice él, acercándose.Ella da un paso atrás, sintiendo su respiración acelerarse mientras él se acercaba más.—Gregory, espera. —Su voz sale casi como un susurro, y su mente