Cuando siento su calor, su aroma, me espanto, y él abrió los ojos al sentirme mover.—Buenos dias—me susurra, mientras me besa.El me abraza más fuerte y su vìrìlidäd despertó con él, el calor de su aliento roza mi piel como un fuego lento que amenazaba con consumirlo todo.Me tenía atrapada, no solo con su cuerpo, sino con su presencia arrolladora. Gregory no era como Carlos, ni como Marcos. No era como ningún hombre que hubiera conocido antes y no hablo de lo físico. Su dominio era absoluto, sus feromonas atrayentes, pero su paciencia era un castigo delicioso.Mi respiración se agita mientras él desciende por mi vientre, dejando un rastro de besos ardientes. Cada roce de sus labios me encendía aún más, me volvía más consciente de lo que estaba a punto de volver a suceder. Pero no se apresuraba. No tomaba lo que quería sin más. No. Él jugaba, exploraba, aprendía mis reacciones, como si descifrar mi cuerpo fuera un arte en el que él era un maestro absoluto.—Gregory… —supliqué, apenas
— Detente...—Ya estarde, te metiste en mi cama, en mi vida y en mi piel.Sus labios descendieron por mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes hasta llegar a mis clavículas.Me arqueé instintivamente hacia él, sintiendo la calidez de su boca en mi piel mientras agarra mi trasero. Cada caricia, cada roce, estaba calculado para hacerme perder la razón.—Eres increíble… —murmura contra mi piel, deslizando sus manos con una reverencia casi devota.Me aferré a sus hombros cuando su boca descendió aún más, explorando cada centímetro de mi piel con una mezcla de urgencia y paciencia infinita. No solo me hacía suya, sino que me adoraba en el proceso, como si cada beso fuera una declaración de deseo y admiración.Mi respiración se volvió errática cuando sus labios encontraron los lugares más sensibles de mi cuerpo, y no pude contener los suspiros que escapaban de mis labios. Gregory sonrió contra mi piel, complacido con mi respuesta.—Déjate llevar, Ana —susurra, mirándome con esos ojos
Ana pasó un día maravilloso con Diego y Valentina.Después de revisar de nuevo su herida, disfrutaron de la piscina del hotel, comieron helado y recorrieron juntos cada rincón del resort. La excursión en la tarde fue una aventura inolvidable, llena de risas y momentos especiales con su hijo. Sin embargo, en medio de la excursion, se dio cuenta de algo inesperado: su anillo de matrimonio con Marcos no estaba en su dedo.Frunció el ceño y repasó mentalmente cada momento del día, tratando de recordar cuándo fue la última vez que lo vio en su mano. No tenía idea de dónde podría haberlo perdido, pero decidió que cuando regresara, le avisaría a Gregory para que, si lo encontraban en su habitación, se lo entregaran.Al llegar a su habitación, envia a los niños a bañarse para bajar a cenar. Ella siguió buscando el anillo, lo buscó en su bolso y en la mesita de noche, pero nada. Seguramente lo había dejado en la habitación de gregory. Justo en ese momento, el teléfono del hotel sonó.—Buenas t
Al llegar a casa, vi a Marcos esperándonos, él tenía aún la llave de repuesto. Su expresión mostraba sorpresa al vernos.—¿Cómo llegaron tan rápido? —pregunta, abrazando a los niños.Antes de que pudieran decir algo, les lancé una mirada. Habíamos acordado no mencionar nada sobre Gregory y su avión privado. Los niños saben que Marcos puede agarrarse de ahí para discutir por semanas.—Tomamos el primer vuelo disponible —dije, sin entrar en detalles, dejando las maletas a un lado.—¿Que le pasó al niño?—Se lastimó mientras bajaba por un tobogán. Nada del otro mundo.—Debiste decirme.—Estoy bien, Marcos. Le dije a mami que no le contara a nadie para que no los preocupara.—Bien campeón, si te molesta solo dime y te llevaré al doctor.—Gracias, Marcos.Marcos desliza sus manos por mi cintura, atrayéndome hacia él con la facilidad de alguien que me conocía bien. Su beso fue cálido, familiar, pero al mismo tiempo, sentí una extraña desconexión. No era su forma de besar, no era su tacto… e
Casi estaba logrando conciliar el sueño cuando sentí la cama hundirse a un lado. Mi corazón dio un vuelco. Abrí los ojos lentamente, y allí estaba Marcos, sin camisa, con su mirada fija en mí.—¿Qué haces? —susurro, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo.Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, deslizó un brazo bajo su cabeza y me observó con intensidad. Su presencia llenaba el espacio de una forma familiar y abrumadora al mismo tiempo.—Solo me acosté —dijo finalmente, con una calma que me desesperó—. No haré nada. Aunque podrías haberme dado una manta.Me mordí el labio. Sabía que estaba jugando conmigo, aprovechándose de mi nerviosismo.—Marcos, por favor, estoy agotada. Déjame dormir.—Solo responde una cosa —susurra, acercándose un poco más—. ¿Me extrañaste de verdad o solo quieres torturarme?Desvié la mirada, sintiendo mi pecho oprimirse. No podía negarlo. Lo había extrañado, pero algo dentro de mí había cambiado. No podía fingir que todo estaba bien, no después de l
El trayecto hacia el hotel no dura más de quince minutos, pero para Ana cada segundo era una tortura.Se sentía como una mariposa atrapada en una telaraña, y no podía evitarlo. Gregory la miraba de reojo, con una mezcla de deseo y curiosidad, mientras conduce, que la hacía sentir incómoda y emocionada al mismo tiempo.Cuando llegaron, la habitación del hotel era un refugio privado y acogedor. Ana intentó mantener la conversación liviana mientras se acomodaban, pero no podía ignorar la tensión evidente entre ellos. Ana se sorprendió que en la recepción lo llamaron por su apellido.—Este hotel...¿también te pertenece?—Si, nena...¿quieres algo de tomar? Tengo de todo.—Estoy bien.El de todos modos sirve un vaso de vino, el toma todo lo que sirve en la copa de un sorbo y se acerca a ella.—Sabía que me extrañarías —dice él, acercándose.Ella da un paso atrás, sintiendo su respiración acelerarse mientras él se acercaba más.—Gregory, espera. —Su voz sale casi como un susurro, y su mente
El aire en la habitación está cargado de deseo mientras Ana observa a Gregory desnudarse lentamente, revelando su piel bronceada y musculosa. Cada movimiento era una danza de seducción, y Ana no podía evitar morderse el labio inferior, sintiendo cómo la anticipación crecía dentro de ella.Gregory se acercó a ella, con su mirada ardiente mientras se posicionaba entre sus piernas, y Ana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al sentir su calor. La tensión en el ambiente es más que evidente, y la única cosa que podía escuchar era el latido acelerado de su corazón.—Eres tan hermosa —murmura Gregory, con sus dedos acariciando su muslo mientras se hundía lentamente en ella.—¡Ahhh!...¡Mmmm!Ana deja escapar un gemido, su cuerpo se abre más hacia él, y siente cómo lo llena con una profundidad que la hizo perderse en un torbellino de sensaciones.—Gregory... —susurra, sintiendo una mezcla de placer y culpa, mientras su enorme herramienta se empuja en ella haciendo que su estómago suba y baj
Ana sintió que su pecho se oprimía al recordar a Carlos y a Marcos, el dolor de las traiciones que había soportado. Se sentía sucia, atrapada en un ciclo de traiciones que no había elegido.—No tienes nada de qué avergonzarte —dice Gregory, sentándola en su regazo mientras la mira a los ojos—. Ambos te lastimaron primero. Si me lo pides, estoy dispuesto a llevarte lejos... y a tus hijos, Valentina y Diego.Ana negó con la cabeza, mientras su corazón se desgarra ante la idea.—No, no puedo hacer eso. Amo a Marcos, y no quiero lastimarlo. Lo que siento por ti... solo es placer —responde, con su voz temblorosa mientras la confusión la consumía.Gregory siente como se le oprime el corazón, quería gritar enfrentarse a esos dos bastardos. Para que Ana fuera solo de él y nadie más.—No estoy enojado por eso, Ana. Es mucho pedir que me ames de inmediato. Puedo esperar aunque sea una eternidad. Solo no me pidas que no te vea. Esperaré a que te quites la venda de los ojos con tu esposo. Quiero