Maxwell CraneAcompañé a Emma en todo momento, la tristeza se reflejaba en su rostro, sus ojos rojos de tanto llorar, le tomé la mano y la apreté para reconfortarla, quería que supiera que estaba con ella y que no iba a dejarla sola.En ese momento estábamos en la funeraria, en el velatorio de su padre, mientras ella tenía su mirada al vacío, balbuceando como se sentía.—Me duele tanto… no sé qué haré sin él, siempre fue mi todo —pronunció con voz quebrada, pero en tono bajo como si estuviera hablando consigo misma.—Emma cuando te dije que estaría a tu lado no te mentí —le dije queriendo consolarla, pero ella me vio con esa expresión de desconfianza con la que siempre me miraba y luego se sonrió.—Pero no confío en ti Maxwell, porque me has demostrado que eres como un niño caprichoso, no te importa herir a los demás cuando crees tener la razón y tan solo para salirse con la suya —expresó.—Sé que hasta ahora ha sido así, pero prometo hacer las cosas diferentes, solo necesito una opor
Maxwell CraneSorprendido por su enigmática declaración, fruncí el ceño tratando de entender qué quería decir con esas palabras cargadas de misterio. Pero antes de que pudiera indagar más, Emma se interpuso entre nosotros, intentando calmar la situación.—Tía, no sé qué te traes ni que estás buscando con todo esto, pero como te conozco bien, sé que no es nada bueno, porque eres una intrigante —dijo con severidad—, en este momento no estoy para conflictos ni para resolver tus misterios, y ahora no es el momento ni el lugar para discusiones. Ahora, si quieren seguir hablando del tema, vayan a otro sitio, pero no dejaré que hagas del sepelio de mi padre un circo —declaró Emma, mirándola con determinación.La tía de Emma miró a su acompañante, intercambiaron miradas y finalmente asintieron, aunque en su actitud no mostraba ni un ápice de arrepentimiento.—Está bien, Emma. Pero me voy a asegurar de que escuches lo que debo decir, llegó la hora de que conozcas la verdad, no creas que tu mad
Alexis KontosFue inevitable sonreír cuando el médico entró a la habitación para informarme que podía irme a la casa, estaba seguro de que eso sucedería, porque mi mujer era capaz de convencer a cualquiera de hacer lo que ella quisiera, tenía tal poder de persuasión que hasta uno terminaba creyendo que la idea había provenido de uno. —Aunque se va a su casa, quiero que sepa que debe mantenerse en reposo, eso es importante, porque de lo contrario tendrá que regresar al hospital —yo asentí de acuerdo, mientras Tarah me miraba desde la puerta con una expresión de alegría.Minutos después íbamos de camino a la casa, conducía mi esposa y yo me recostaba en el asiento trasero.—¿Cuándo darán de alta a tu hermano? No me gusta la idea de que Thalía se quede allí sola, me preocupa sobre todo su estado —dije con preocupación.—Ya pedimos a un grupo de hombres para que rodeen el hospital y unos para que se instalen en el piso donde está la habitación de Zachary, y así garanticemos la seguridad
Lissa KemplessMe quedé viéndolo sin decir nada, sintiendo una profunda tristeza en mi corazón, quería gritarle, decirle todo lo que tenía atrapado en mi garganta, pero sabía que si lo hacía y me oponía cumpliría con su amenaza de causarle daño a Gregory.Ante mi silencio siguió insistiendo—Reconoce que no es un hombre para ti, no tiene apellido, ni renombre, ni siquiera tiene dinero ¿O me lo vas a negar? —inquirió.No quería discutir con él, y deseaba ganar tiempo para saber lo que iba a hacer, así que decidí no llevarle la contraria y terminé asintiendo y aceptando su orden con resignación.—Está bien papá, tienes razón, haré como tú digas, no me casaré con Gregory —declaré y él sonrió satisfecho.—Así me gusta, porque si no logró casarte con Alexis Kontos, te casarás con el hombre que escoja para ti, ahora retírate que tengo muchas cosas que hacer —expresó y yo aproveché la oportunidad para salir corriendo de su despacho.Corrí a mi habitación sintiendo que el corazón palpitaba co
Zachary HallObservaba a Thalía dormir en el sofá al lado de la cama, aunque me encantaba tenerla a mi lado, me preocupaba su estado de salud.Así que me levanté con dificultad, porque quería acostarla en la cama junto conmigo, pero en el momento que iba a alzarlo, llegó mi hermano Michael. —¿Qué estás tratando de hacer? ¡¿Acaso te volviste loco?! Estás convaleciente, debes estar de reposo, no puedes hacer esfuerzo físico, ve y te acuestas —ordenó con voz severa y yo me quedé viéndolo con enojo.—¿Es en serio? ¿Desde cuándo le tiras piedra a los aviones? —inquirí—, te recuerdo que el mayor aquí soy yo y puedo darte unos tate quieto para que dejes de usar ese tono conmigo —le dije molesto.—Ah, no, ¿Cómo quieres que te reprenda hablándote con suavidad? Además, ambos sabemos que eres un terco que siempre te gusta salirte con la tuya. Ahora acuéstate ¿Para qué la quieres alzar? —me preguntó con una expresión seria.—Necesito traerle a la cama conmigo, la veo incómoda, además, me preocup
Alexis KontosAbrí los ojos, sentí un cuerpecito debajo de mi espalda y una pierna en mi pecho, me tenía paralizado, no podía ni siquiera moverme. —Esposa ¿Puedes ayudarme? Este niño ni siquiera me deja girar.Tarah sonrió y se acercó para apartarlo, pero Paul no dejó.—No mamá, déjame, con el hombe gande —a pesar de que había aprendido a pronunciar la r, seguía llamándome de esa manera, porque le divertía verme molesto.—Paul, no soy el hombre grande, ¡Soy tu padre! —espeté con seriedad, pero mi hijo solo se encogió de hombros de manera indiferente.—Paul, sabes muy bien que Alexis es tu padre, debes llamarlo papá, porque pronto nacerá tu hermano o hermana, no queremos que le vayan a decir home gande a tu padre ¿Entiendes eso? —le preguntó Tarah y él asintió.—Si mami, entonces él es papá… —todos nos sonreímos satisfechos, pero a los segundos agregó—, papá de mi mano o mi mana —concluyó con una sonrisa y yo me llevé la mano a la frente sin poder creerlo.—Sabes Paul, está bien, yo
Gregory JacksonLa noticia me cayó como un baldazo de agua fría, mi corazón comenzó a latir con fuerza y una oleada de preocupación me invadió de inmediato.—¿Se ha ido? ¿Pero a dónde? —pregunté, tratando de mantener la calma, aunque en mi voz se reflejaba mi angustia.El señor Kempless frunció el ceño y se levantó de su asiento, mirando fijamente a la criada.—¿Cómo no va a estar? ¿A dónde se ha ido? —inquirió caminando hacia la salida del despacho, yo lo seguí por las escaleras hasta llegar al primer piso y a la habitación.Entramos, pero cuando él abrió las puertas del closet, no había muchas cosas que faltaran.—¿Por qué dice que se fue? Tiene todas sus cosas aquí —declaró el señor Kempless.—Porque no está su cartera, y dejó su celular encima de la mesa de noche, sin bloquearlo y sin tener ningún número registrado, además, falta su morral preferido y dejó una nota —dijo la criada extendiendo el móvil y la nota.El señor Kempless tomó el celular y la nota y la leyó, pero no dijo n
Emma Leyton.Lo que mi tía acababa de decir era tan impactante como perturbador. Sus palabras golpearon mi mente como una ráfaga de viento helado, dejándome atónita. Jamás habría imaginado escuchar algo así sobre mi madre, una imagen que siempre había sido un faro de amor y bondad en mi vida.—¡No puedes estar diciendo la verdad! —exclamé, tratando de contener las emociones que se agolpaban en mi pecho.—¿Crees que tu madre era una santa? Pues lamento decirte que la verdad duele, pequeña Emma. Tu padre idealizó a esa mujer y te mintió sobre quién era en realidad. No era más que una adúltera, traidora, una mujer que destrozó la vida de mi hermano y de todos los hombres que se le acercaban y estoy segura de que tú eres igual —replicó mi tía con frialdad.La revelación de mi tía Lila desgarró la imagen que tenía de mi madre. Un torbellino de dudas y emociones contradictorias se apoderaron de mí, enfrentándome a la difícil tarea de reconciliar las historias que me contaron con la versión