Alexis KontosFue inevitable sonreír cuando el médico entró a la habitación para informarme que podía irme a la casa, estaba seguro de que eso sucedería, porque mi mujer era capaz de convencer a cualquiera de hacer lo que ella quisiera, tenía tal poder de persuasión que hasta uno terminaba creyendo que la idea había provenido de uno. —Aunque se va a su casa, quiero que sepa que debe mantenerse en reposo, eso es importante, porque de lo contrario tendrá que regresar al hospital —yo asentí de acuerdo, mientras Tarah me miraba desde la puerta con una expresión de alegría.Minutos después íbamos de camino a la casa, conducía mi esposa y yo me recostaba en el asiento trasero.—¿Cuándo darán de alta a tu hermano? No me gusta la idea de que Thalía se quede allí sola, me preocupa sobre todo su estado —dije con preocupación.—Ya pedimos a un grupo de hombres para que rodeen el hospital y unos para que se instalen en el piso donde está la habitación de Zachary, y así garanticemos la seguridad
Lissa KemplessMe quedé viéndolo sin decir nada, sintiendo una profunda tristeza en mi corazón, quería gritarle, decirle todo lo que tenía atrapado en mi garganta, pero sabía que si lo hacía y me oponía cumpliría con su amenaza de causarle daño a Gregory.Ante mi silencio siguió insistiendo—Reconoce que no es un hombre para ti, no tiene apellido, ni renombre, ni siquiera tiene dinero ¿O me lo vas a negar? —inquirió.No quería discutir con él, y deseaba ganar tiempo para saber lo que iba a hacer, así que decidí no llevarle la contraria y terminé asintiendo y aceptando su orden con resignación.—Está bien papá, tienes razón, haré como tú digas, no me casaré con Gregory —declaré y él sonrió satisfecho.—Así me gusta, porque si no logró casarte con Alexis Kontos, te casarás con el hombre que escoja para ti, ahora retírate que tengo muchas cosas que hacer —expresó y yo aproveché la oportunidad para salir corriendo de su despacho.Corrí a mi habitación sintiendo que el corazón palpitaba co
Zachary HallObservaba a Thalía dormir en el sofá al lado de la cama, aunque me encantaba tenerla a mi lado, me preocupaba su estado de salud.Así que me levanté con dificultad, porque quería acostarla en la cama junto conmigo, pero en el momento que iba a alzarlo, llegó mi hermano Michael. —¿Qué estás tratando de hacer? ¡¿Acaso te volviste loco?! Estás convaleciente, debes estar de reposo, no puedes hacer esfuerzo físico, ve y te acuestas —ordenó con voz severa y yo me quedé viéndolo con enojo.—¿Es en serio? ¿Desde cuándo le tiras piedra a los aviones? —inquirí—, te recuerdo que el mayor aquí soy yo y puedo darte unos tate quieto para que dejes de usar ese tono conmigo —le dije molesto.—Ah, no, ¿Cómo quieres que te reprenda hablándote con suavidad? Además, ambos sabemos que eres un terco que siempre te gusta salirte con la tuya. Ahora acuéstate ¿Para qué la quieres alzar? —me preguntó con una expresión seria.—Necesito traerle a la cama conmigo, la veo incómoda, además, me preocup
Alexis KontosAbrí los ojos, sentí un cuerpecito debajo de mi espalda y una pierna en mi pecho, me tenía paralizado, no podía ni siquiera moverme. —Esposa ¿Puedes ayudarme? Este niño ni siquiera me deja girar.Tarah sonrió y se acercó para apartarlo, pero Paul no dejó.—No mamá, déjame, con el hombe gande —a pesar de que había aprendido a pronunciar la r, seguía llamándome de esa manera, porque le divertía verme molesto.—Paul, no soy el hombre grande, ¡Soy tu padre! —espeté con seriedad, pero mi hijo solo se encogió de hombros de manera indiferente.—Paul, sabes muy bien que Alexis es tu padre, debes llamarlo papá, porque pronto nacerá tu hermano o hermana, no queremos que le vayan a decir home gande a tu padre ¿Entiendes eso? —le preguntó Tarah y él asintió.—Si mami, entonces él es papá… —todos nos sonreímos satisfechos, pero a los segundos agregó—, papá de mi mano o mi mana —concluyó con una sonrisa y yo me llevé la mano a la frente sin poder creerlo.—Sabes Paul, está bien, yo
Gregory JacksonLa noticia me cayó como un baldazo de agua fría, mi corazón comenzó a latir con fuerza y una oleada de preocupación me invadió de inmediato.—¿Se ha ido? ¿Pero a dónde? —pregunté, tratando de mantener la calma, aunque en mi voz se reflejaba mi angustia.El señor Kempless frunció el ceño y se levantó de su asiento, mirando fijamente a la criada.—¿Cómo no va a estar? ¿A dónde se ha ido? —inquirió caminando hacia la salida del despacho, yo lo seguí por las escaleras hasta llegar al primer piso y a la habitación.Entramos, pero cuando él abrió las puertas del closet, no había muchas cosas que faltaran.—¿Por qué dice que se fue? Tiene todas sus cosas aquí —declaró el señor Kempless.—Porque no está su cartera, y dejó su celular encima de la mesa de noche, sin bloquearlo y sin tener ningún número registrado, además, falta su morral preferido y dejó una nota —dijo la criada extendiendo el móvil y la nota.El señor Kempless tomó el celular y la nota y la leyó, pero no dijo n
Emma Leyton.Lo que mi tía acababa de decir era tan impactante como perturbador. Sus palabras golpearon mi mente como una ráfaga de viento helado, dejándome atónita. Jamás habría imaginado escuchar algo así sobre mi madre, una imagen que siempre había sido un faro de amor y bondad en mi vida.—¡No puedes estar diciendo la verdad! —exclamé, tratando de contener las emociones que se agolpaban en mi pecho.—¿Crees que tu madre era una santa? Pues lamento decirte que la verdad duele, pequeña Emma. Tu padre idealizó a esa mujer y te mintió sobre quién era en realidad. No era más que una adúltera, traidora, una mujer que destrozó la vida de mi hermano y de todos los hombres que se le acercaban y estoy segura de que tú eres igual —replicó mi tía con frialdad.La revelación de mi tía Lila desgarró la imagen que tenía de mi madre. Un torbellino de dudas y emociones contradictorias se apoderaron de mí, enfrentándome a la difícil tarea de reconciliar las historias que me contaron con la versión
Emma Leyton.Sorprendida por la presencia inesperada de mi tía y mi prima en el despacho de mi padre, me quedé paralizada frente a la puerta, observando con desconcierto cómo revisaban meticulosamente los documentos y los cajones del escritorio.A pesar de mi pregunta, se mantuvieron en silencio sin darle respuesta a mi pregunta.—¿Acaso no me escucharon? Les hice una pregunta ¿Qué hacen revisando las cosas de mi padre? —pregunté, tratando de contener el enojo en mi voz.Mi tía Lila se enderezó con una expresión de sorpresa y, al mismo tiempo, de intriga en su rostro.—Emma, creo que dada las circunstancias, te estás tomando atribuciones que no tienes —pronunció tratando con su ataque de evadir mi pregunta.—¿Atribuciones que no tengo? ¿Acaso se te olvida que soy la hija de Ilan Leyton? —respondí indignada—, así que no trates de hacerme creer que no tengo derecho sobre las cosas de mi padre, así que me haces el favor y te sales de aquí antes de que te denuncie por allanamiento de mora
Lissa KemplessEstaba sorprendida con lo que había leído ¿Quién era ese tal Massimo?, vi la fecha y las cartas estaban fechadas diez meses antes de mí nacimientos, la duda y la curiosidad se despertó en mí ¿Qué tenía que ver este señor conmigo? ¿Acaso mi madre engañaba a mi padre? ¿O tenía esa relación ante de involucrarse con mi padre?Seguí revisando el álbum de fotos, y me di cuenta de que había más cartas de amor entre mi madre y un hombre llamado Massimo. Las palabras llenas de amor y promesas entre ellos me dejaron atónita.Las palabras expresaban un amor profundo y una promesa de matrimonio con Massimo. Eso contradecía todo lo que creía saber sobre mi origen.—¿Qué es todo esto? —murmuré para mí misma, sintiendo una mezcla de emociones confusas: incredulidad, shock y una necesidad urgente de respuestas.Vi en las fotografías, y había cuatro hombres, uno era mi padre, otro era el padre de Alexis, los otros dos no sabía quiénes eran y cuatro mujeres, una la identifiqué como mi ma