Georgina HarperUn par de semanas despuésYo estaba sentada sobre el papel arrugado de la mesa de exploración, con las manos cuidadosamente cruzadas sobre mi regazo, mientras me hacían un eco intravaginal. El olor estéril de la clínica parecía subrayar la gravedad del momento. Los ojos de la Dra. Mendoza se encontraron con los míos por encima del borde de sus gafas, mientras sostenía un portapapeles cerca del pecho.—Enhorabuena, Georgina —dijo la Dra. Mendoza con una sonrisa profesional—Vas a tener gemelos.Un remolino de emociones se agitó en mi estómago: parecía increíble lo que estaba viviendo, sentía miedo mezclado con una alegría inexplicable. Sentí que el corazón me latía con fuerza en el pecho, pero mis labios se curvaron en una sonrisa encantada.—¿Gemelos? —repetí, mi voz era un cóctel de inquietud y excitación —¡Es... es maravilloso!La Dra. Mendoza asintió con la cabeza, garabateando algo en el gráfico. —Ahora es importante tener más cuidado. El doble de alegría signific
Georgina Harper Las horas pasaron en un torbellino de emociones, con pruebas, consultas médicas y palabras de consuelo. A pesar del dolor abrumador, me aferré a la esperanza de que mi hijo sobreviviente llegaría al mundo sano y salvo. En la quietud de la noche en la habitación del hospital, con la mirada fija en la imagen de ultrasonido que ahora guardaba con una mezcla de amor y tristeza, me prometí a mí misma ser fuerte por mi bebé. Aunque la pérdida era dolorosa, debía enfocarme en el milagro de la vida que aún estaba por llegar. Pasaron las horas en la habitación del hospital, con el eco de las palabras del médico resonando en mi mente. Mis manos acariciaban con delicadeza mi vientre, un gesto instintivo de protección hacia el hijo que todavía estaba conmigo. El dolor ardiente de la pérdida se entrelazaba con la gratitud por la vida que aún crecía dentro de mí. Mientras la tarde daba paso a la noche, las luces tenues de la habitación del hospital se tornaban tranquilizadoras
Tarah Kontos. Observaba a Paul jugando a futbol en el jardín con Alexis, estaba bastante unido a su padre, aunque para su tristeza aún no lo llamaba papá. —Ven patea con fuerza —le decía mientras Paul le hacía caso y golpeaba la pelota. Su padre le atajó la pelota mientras Paul se molestaba. —Papá de mi hermanita… yo quiero meter un gol —pronunció el pequeño Luego de una risa amistosa, Alexis se agachó para quedar a la altura de su hijo y le dedicó una sonrisa llena de cariño. —Lo siento, campeón, pero no puedo dejarte ganar siempre. ¡Tienes que esforzarte para lograrlo! —dijo Alexis con un tono de complicidad. —¡Pero si tú eres súper fuerte y grande! ¡Seguro que puedes dejarme hacerlo! —exclamó Paul con los ojos brillantes de ilusión. Yo observaba la escena desde la terraza con una mezcla de ternura y añoranza. Ver a Alexis interactuar con Paul era como presenciar un cálido y reconfortante espectáculo. Sin embargo, también me recordaba la ausencia de la palabra "papá" en la b
Tarah Kontos.La imagen de Alexis rodeado de esas mujeres, tan sonrientes y coquetas, me hizo sentir una extraña sensación en el estómago. Traté de sacudirme esos pensamientos, sin embargo, la incomodidad permaneció en mí.El desconcierto se apoderó del rostro de Alexis al verme entrar. Dejó caer el teléfono en la mesa y su mirada reflejó confusión y sorpresa al mismo tiempo.—Tarah, cariño, ¿Qué haces aquí? —preguntó Alexis, con asombro.Las mujeres presentes en la sala se miraron entre ellas, aparentemente perturbadas ante mi presencia. Su actitud coqueta y los comentarios inapropiados que escuché me hicieron sentir una mezcla de ira y decepción. Sin embargo, mantuve la compostura y dirigí mi atención hacia Alexis.—Tenía una sorpresa para ti. Quería almorzar contigo y traerte comida casera —dije con calma, aunque mis ojos reflejaban una clara incomodidad.Alexis se acercó a mí y besó con suavidad los labios.—Eso es muy dulce de tu parte amor, pero no puedo almorzar en este momento
Tarah Kontos.—Ni se te ocurra desmayarte Alexis Kontos, porque juro que te voy a tomar un vídeo y lo voy a publicar en las redes —expresé con firmeza.Alexis reaccionó, mientras su rostro reflejaba una combinación de asombro y nerviosismo. Se apresuró a buscar su teléfono para llamar al servicio de emergencias y yo lo detuve de inmediato.—¡Ningún servicio de emergencia, llévame tú y hazte cargo! Aquí no solo yo debo ser valiente, se supone que tú eres un macho alfa, compórtate como tal —espeté furiosa y él asintió serio.—Está bien mi amor, pero ¡Cálmate!—¿Calmarme? ¡Si quien está nervioso eres tú, no yo! —expresé seria.—Entonces los dos, debemos estar tranquilos, vamos a llevarte al hospital ahora mismo. ¿Dónde está tu bolso? —preguntó, buscando con la mirada a su alrededor, evidentemente tratando ya de mantener la calma a pesar del revuelo repentino.—¡Está en mi auto! ¡Tenemos que irnos ya! —respondí, sintiendo cómo los dolores se intensificaban.Alexis rápidamente tomó su telé
Tarah Kontos.Alexis tomó a la bebé en sus brazos, sus ojos brillaban con un amor inmenso mientras miraba a nuestra hija. La pequeña lloraba, buscando calma en medio de su nuevo entorno, y Alexis la sostenía con ternura, tratando de calmarla.—Gracias, Alexis. Gracias por nuestra niña y por estar aquí —dije con voz temblorosa, sintiendo una mezcla de alivio y amor abrumador por la pequeña que acababa de llegar a nuestras vidas.También sentía vergüenza por lo que había hecho hace un momento, no sé qué diablito malo se había apoderado de mí para comportarme de esa manera, me quedé viendo a Alexis, pensando en cómo podía explicarle mi comportamiento y disculparme.Mis palabras parecieron llegar a Alexis, quien bajó la mirada hacia la niña, pero no respondió a mi agradecimiento ni a mi declaración de amor. Un nudo se formó en mi garganta al notar su silencio.—Alexis, ¿No dirás nada? —pregunté, buscando una respuesta en su expresión. Pero él solo miró a la pequeña, besó su frente con ter
Tarah Kontos.Él asintió levemente, pero no dijo nada. La tensión entre nosotros era evidente, y me invadió una sensación de vacío y tristeza por la distancia que se había creado entre nosotros en un momento tan importante.—Siento mucho haberme comportado así. Estaba asustada, confundida, y tal vez eso me llevó a actuar de forma inapropiada, no tenía que decirte esas cosas —continué, buscando restaurar la conexión pérdida—, seguro me odias y no quieres volver a verme y hasta te quieres divorciar de mí.Alexis suspiró nuevamente, esta vez con una mirada más suave hacia mí.—Tarah, no digas cosas que no son, aunque la verdad es que me sentí muy herido por tu actitud, entiendo que fue un momento difícil para ambos. Yo también me sentí abrumado y, tal vez, tomé una decisión apresurada al alejarme de ti. Sin embargo, me sentí desvalorizado, tus palabras me hirieron profundamente y si me alejé fue para complacerte, no quería añadir más presión a la situación, pero comprendo que no fue lo c
Alexis KontosAl ver a mi hijo llamarme papá, no pude evitar sentir una emoción indescriptible. Eran las palabras que siempre me imaginé escuchar, pero que mi hijo me había negado a decirme.Mi corazón latió con fuerza en mi pecho mientras me inclinaba para recoger a Paul con un brazo, mientras sostenía a mi pequeña en el otro. Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad al sentir el abrazo de mi hijo y escuchar su voz, pronunciar esa palabra tan significativa.—¡Papá! —repitió Paul, abrazándome fuertemente del cuello, mientras yo lo sostenía con ternura y emoción.—Sí, hijo, soy tu papá —respondí, sintiendo cómo mi corazón se llenaba de amor.La alegría y la emoción inundaron nuestra casa, mientras mi hijo se veía visiblemente emocionado en mis brazos. Era el momento más feliz de mi vida, el momento más esperado por mí, alcé los ojos y vi a Tarah con los ojos humedecidos de la emoción al verme cómo mi hijo me abrazaba.Mientras yo sostenía a Paul en mis brazos, miré a mi esposa co