Tarah KontosCuando llegamos que Emma, corrió a agarrar a Max y le dijo que lo necesitaba, no pude evitar reírme ante la alegría que demostró él, diciéndole que era de ella en el momento, cómo y en el lugar que quisiera, Emma se quedó viéndolo extraño, por unos segundos no lo entendió y de pronto fue como si por fin comprendiera la emoción de su voz.—No te alegres mucho, que a mí no me sirves de mucho, sino a tu padre —dijo y enseguida Max puso su expresión de tristeza y a pesar de mi burla hacia él me causó lástima, porque en verdad le había dado duro el amor.—Ah, claro, señorita Leyton ¿Para qué soy bueno? Aunque creo que no debería agitarse, porque usted está en observación por unos puntos y tiene un estado psicológico complicado —le respondió con aparente indiferencia, pero ella hizo una seña con la mano en señal de que no le importaba eso.—Ah, ya no, yo misma me di de alta, pero necesito algo tuyo y tuyo —dijo señalando a Max y también a Alexis y enseguida yo me engrinché. —¿
Emma Leyton Lloré durante unos minutos más, sintiendo los brazos reconfortantes de Maxwell rodeándome, sus palabras eran dulces y cálidas, y aunque en ese momento no podía calmar mi dolor, me ofreció un consuelo que valoraba profundamente. Finalmente, logré recomponerme poco a poco, secando mis lágrimas con la manga de mi suéter. Miré a Max, sus ojos mostraban preocupación y comprensión, y por eso estaba allí apoyándome, eso me emocionó profundamente. —Siento mucho haberte dicho eso y haberte hecho llorar, después de todo tienes razón, soy un bruto —expresó Maxwell molesto consigo mismo. —No te preocupes, es que ando a la defensiva y todo lo ocurrido me ha tenido desconcertada y abrumada. Más bien gracias, Max. Aprecio mucho tu apoyo y tus palabras de hace pocos segundos. Sé que las dijiste de corazón —le agradecí con sinceridad, tratando de sonreír a pesar de la tristeza que pronto me embargaba. Max me miró con ternura y asintió, luego se colocó de nuevo frente al volante del con
Alexis KontosTal y como le había prometido a Tarah, después de una ajetreada semana salimos a visitar a su familia, acompañados de Zachary y de Thalía, porque me negaba a dejar sola a mi hija, mientras este no dejaba de protestar. —¿Acaso crees que no voy a saber cuidar bien a mi esposa y a mi hijo? —protestó Zachary —, es que hasta mi vida soy capaz de darla por ellos.—Precisamente por eso debo cuidarlos y deja de protestar, jamás dejaré de proteger a mi hija, así tenga cien años, y tú no te creas con mucho derecho sobre ella, porque aún no he visto boda, ¡No es tu esposa! ¿Dónde está el anillo? —pregunté mostrando la mano de mi hija.—¿Es eso lo que ocurre? Entonces ¡Pide desviar este aparato para Las vegas! —exclamó Zach.—¿Qué carajos pretendes? ¿Casarte con mi hija en Las vegas? —pregunté en tono de sorpresa.—Me estás diciendo que no tengo derecho a opinar nada sobre Thalía porque no soy su esposo, entonces quiero resolver esa situación lo más pronto posible —alegó Zachary y
Thalía Kontos.Llegamos a Las Vegas con una sensación de emoción y alegría que fluía en el aire. Mi entusiasmo era contagioso mientras recorríamos el bullicio de la ciudad, admirando los carteles luminosos y las extravagantes construcciones.Zachary y yo estábamos en nuestro propio mundo, disfrutando de cada momento juntos. Nuestra complicidad era palpable, una chispa que iluminaba cada paso que dábamos, cada gesto y mirada que compartíamos.Vi a mi padre, a mi hermanito y a Tarah que nos observaban con una sonrisa.—¿Estás lista para esto? —me preguntó Zachary, tomando mi mano con ternura mientras caminábamos hacia la pequeña capilla.—Más lista de lo que he estado nunca —respondí sin poder contener la sonrisa radiante en mi rostro.Nos acomodamos en la capilla, rodeados de luces brillantes y música alegre. El amor estaba en el aire, palpable y casi tangible. La ceremonia fue sencilla, aunque llena de emoción y significado. Intercambiamos nuestros votos conmovedores, prometiéndonos,
Tarah KontosAntes de que yo pudiera decirle algo a mi esposo me había callado con un beso, que fue interrumpido cuando mi madre nos pasó al amplio comedor y nos fue indicando donde sentarnos a cada uno, cuando vi a Sarah corrí hacia ella y la abracé.—Amiga, me alegra tanto que estés de nuevo aquí y con mi hermano, ¿Viste? Sabía que eras lo más importante para él —expresé y mi amiga, asintió.—Tenemos que ponernos al tanto de muchas cosas que sucedieron… no hemos aún dicho nada a los demás sobre mi condición y, por otra parte, tengo mis sospechas que esa tal Suzanne junto con Bárbara fraguaron un plan en mi contra —susurró bajito para que solo yo la escuchara y así me contó todo lo que había pasado.—Con eso que me dices, es muy probable que esas brujas se hayan confabulado con el médico para ese diagnóstico y la información no es cierta —dije sin dejar de sorprenderme por lo que eran capaces algunas mujeres.—Fue lo mismo que sospechamos nosotros.—¿Y entonces, qué esperas para ir a
Sarah FarfánCuando mi teléfono sonó, no pude evitar saltar de la impresión, como si estuviera a punto de recibir una mala noticia y segundos después escuché la voz al otro lado de la línea.“Señorita, Farfán, la llamo desde el Hospital General de Montreal, para informarle que su madre, la señora Serafina Farfán, ha ingresado hospitalizada a nuestro centro de salud, sufrió un infarto”, cuando escuché esas palabras, sentí que el cuerpo me empezó a temblar.—¡No puede ser! ¡Por Dios! —no entendía cómo mi madre estaba ingresada en un hospital de Quebec, cuando ella no vivía en Canadá, sino en los Estados Unidos— ¿Cómo es eso posible?“La señora estaba de visita en el país, y el primer número de contacto que tenía era el suyo”, sentí marearme un poco y la preocupación instalarse en mi interior.—Está bien, allí estaré.Cuando corté la llamada, todos me estaban rodeando, en primer lugar Michael, quien me miraba de manera interrogativa.—Es mamá, no sé las razones por las que estaba aquí en
Sarah FarfánEntonces, dejé atrás la tensión de aquel momento y me encaminé hacia la habitación de mi madre. Al entrar, la vi recostada en la cama del hospital, con una expresión serena, aunque cansada.—Mamá, ¿Cómo estás? ¿Qué pasó? ¿Por qué estás aquí en Montreal? —le pregunté, preocupada.Ella me sonrió débilmente y tomó mi mano con ternura.—Querida, siento haberte preocupado así. Estoy bien ahora… solo fue un susto. Venía a verte, a conversar contigo. Porque… hay cosas que no te había contado y ahora necesito decírtelas, Sara —dijo en voz baja, con una mirada que reflejaba una mezcla de tristeza, arrepentimiento y determinación.Me senté junto a ella, ansiosa por escuchar lo que tenía que decirme.—El mismo día que te fuiste de casa fue un investigador a preguntar por la hija que había tenido, iba de parte de tu padre… Sarah, yo te dije que tu padre había muerto, pero eso no es cierto... tu padre era un hombre casado y tuvimos una aventura, volvió con su esposa, y nunca le dije q
Sarah FarfánMi determinación no menguó a pesar de la reacción de Zucker. Y me urgía saber de mi hermana, así que me acerqué a una enfermera cercana y pregunté por la esposa de Gregorio Harper.—¿Habla de Georgia? —preguntó con tristeza, mientras negaba con la cabeza—, no está, la señora sufrió un infarto después de llegar del velatorio de su esposo, y su hija no aparece por ningún lado.—¿Y dónde está la señora? —interrogó.—Ella fue trasladada a la morgue —respondió la enfermera.Antes de que yo pudiera hablar lo hizo Michael.—No se preocupe, nosotros nos vamos a encargar del sepelio de la señora, llamaremos a alguien para que arregle todo.Tomó su teléfono y marcó a alguien, a quien le dio las instrucciones, nos despedimos de la enfermera y comenzamos a caminar por donde habíamos entrado.—Mi amor, ahora vamos a la estación policial a buscarla —me propuso y me tomó de la mano mientras caminábamos.—¿Necesitan ayuda? —preguntó Alexis cuando llegamos donde estaba él y nosotros negam