Maxwell Crane Las palabras de mi padre me dejaron pensando por unos segundos, resonando profundamente en mí. Yo siempre había visto a mi padre como un hombre sensato y sabio, y su consejo en ese momento era como un faro en medio de la confusión en la que me encontraba. —Lo sé, papá —respondí sus palabras, aunque no con mucha convicción—, realmente no sé lo que siento por ella… voy a intentar manejar esto de la mejor manera posible —respondí, asintiendo con seriedad. Él me miró fijamente por un momento antes de dar un suspiro y asentir. —Bien. Pero espero que puedas decidirte y no dejes que el amor se escape de ti —expresó. Me pasé la mano por la cabeza con preocupación, mi padre notó mi estado de ánimo y me dio una palmada en el hombro, reconfortante. —Tú puedes hacer lo correcto, hijo. No dejes que tus propias luchas internas te cieguen al punto de lastimar a alguien más e incluso a ti misma —reiteró con calma—, no actúes como lo hice yo. Por un momento nos quedamos en silenci
Massimo CraneMis ojos enrojecidos por el dolor, la tristeza y la rabia, se posaron en Lila frente a mí, desnuda y con una expresión de deseo en su mirada. Su declaración y sus actos en ese momento no hacían más que acentuar mi desdicha. Porque me recordaban la imagen de Emerith y Torrence, aun quemándome el alma, y Lila, con sus palabras, intentaba consolarme de una manera que no podía aceptar.—Lila, por favor, no… esto no está bien —murmuré con voz entrecortada, apartando la mirada, sin poder soportar el peso de la situación.Una parte de mí por vengarme de Emerith quería aceptar lo que me estaba ofreciendo Lila, sin embargo, la parte de mi racional, me instó a no hacerlo, porque la mujer frente a mí había querido siempre estar conmigo, y eso terminaría complicando mi vida, además, aunque era una mujer hermosa no me gustaba y ninguna mujer merecía que la usara.Me mantuve lejos de ella, rechazándolo, sin embargo, Lila siguió insistiendo, se acercó lentamente, ignorando mi rechazo i
Emma LeytonSentí mi cabeza punzando del dolor, intenté abrir los ojos, pero estos me pesaban, intenté llevarme una de mis manos a la parte donde sentía más dolor, pero no podía moverme, en ese momento recordé lo que había pasado. La confusión y el temor me invadió, abrí los ojos y estaba en una habitación, pero al intentar incorporarme me di cuenta de que también mis pies estaban atados con una cadena y mis manos esposadas al espaldar de la cama.Sentí ansiedad, pero traté de calmarme y pensar en una forma de escapar, pero el dolor de mi cabeza me lo impedía.De repente, la puerta se abrió, y entró Kempless, apreté la boca en un gesto de molestia, y él me miró con una sonrisa malévola en su rostro.—Por fin despiertas mi pequeña —dijo con una voz grave y ronca—, estaba deseando ver abrir tus ojos.Se acercó a mí y acarició con suavidad mi rostro.—Eres tan preciosa… igual a ella cuando tenía veinte años… por eso te quiero para mí… te deseo tanto… te juro que si te portas bien, serem
Georgina Harper Davis Estaba indignada porque el troglodita ese, me había destruido la cámara, un regalo de mi madre, eso me confirmaba que todo lo que decían de él era verdad, no era más que un patán. —¿Quieres demandarme? Ve y hazlo, ¡No te tengo miedo! —exclamó, su rostro teñido por la rabia, mientras yo lo miraba con incredulidad, porque resultó ser más patán de lo que decían. —¡Ya verás pedazo de idiota! Te vas a tragar tus palabras —fue mi respuesta, por completo indignada. —Quien ríe al último lo hace mejor, y yo estoy dispuesto a hacerlo —me dijo burlesco, lo que aumento el enojo en mí. Me aparté de ellos, mientras lo veía subir al auto, aunque esta vez ignorándome por completo, porque ni siquiera una mirada más me dieron. Caminé hasta mi auto y subí mientras trataba de controlar mi rabia, justo en ese momento recibí una llamada de Jessica. “¿Los viste? ¿Dime que lograste grabarlos?”, me preguntó mi amiga al otro lado de la línea. —Lo hice, pero el tal Zucker es un s
Georgina Harper Davis Llegué al edificio donde se suponía que vivía Zucker. El lugar era imponente, un rascacielos elegante en una de las zonas residenciales más exclusivas de la ciudad. Estacioné mi auto y para mi alivio al decir que era amiga de Zucker me dejaron entrar sin problemas. Subí hasta el piso en el que se encontraba su apartamento, con el corazón latiendo con fuerza y la determinación recorriendo cada fibra de mi ser. El ascensor parecía tardar una eternidad en llegar al piso indicado. Mis manos estaban ligeramente sudorosas por la tensión del momento. Cuando las puertas se abrieron, salí con paso firme, dispuesta a enfrentar a aquel hombre que había destrozado mi cámara y que al parecer quería seguir jodiéndome la vida. Llamé al timbre del apartamento de Zucker. No hubo respuesta inicialmente. Esperé unos segundos, manteniendo la compostura, aunque por dentro mi corazón latía con fuerza. Luego golpeé la puerta con más firmeza, esta vez con una mezcla de ansiedad y d
Zucker HallCuando la besé, me sentí perdido en sus labios, una ola de calor se extendió desde mi bajo vientre. Al principio lo hice como un ejercicio para someterla, y que se callara, pero cuando sentí el contacto con ella, no pude resistirme a su sabor, a su tacto, incluso su olor era embriagante.Mis manos se aferraron a su cintura, su piel se sintió aterciopelada bajo mis dedos. Intensos sentimientos me embargaron, me sentí ansioso por capturar cada respiro, por sentir su piel contra la mía. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza en mi pecho, y mi cuerpo se inundó de deseo.Georgina se dejó llevar por mí, nuestras lenguas, luchando por dominar la una a la otra en un baile sensual y apasionado. Mis manos se deslizaron hacia su espalda, sujetando su cuerpo contra el mío, mientras mis labios exploraban cada rincón de su boca.Pero entonces, ella se apartó, dejándome con el deseo ardiente que me consumía. Miré sus ojos oscuros, sus labios hinchados y rojos, y supe que no podía dejar
Georgina Harper DavisDespués de haberme entregado a Zuckerberg, me hice la dormida para evitar tener que dar explicaciones de mi actuación.No podía controlar los latidos enloquecidos de mi corazón, que golpeaba con fuerza en mi pecho, sentí miedo, por dejarme arrastrar por la pasión, por embriagarme con sus caricias, por olvidarme mi propósito y confraternizar con el enemigo, por eso apenas escuché su leve ronquido, me levanté, me vestí y salí corriendo de allí como alma que lleva el diablo, porque necesitaba poner distancia con él.Cuando subí al auto mi cuerpo temblaba, la cabeza me punzaba y un sentimiento de traición me recorrió, no tenía idea de cómo vería a Jessica a los ojos. —Eres un desastre, eres la peor hermana, amiga —me reprendí poniendo mi frente en el volante.Y como si el destino quisiera restregarme mi error, el móvil comenzó a sonar y vi en la pantalla que se trataba de Jessica, lo vi como si fuera un animal venenoso, y como una señal de que debía enfrentar las co
Jessica FernándezMis músculos se tensaron ante la idea de seguir a un extraño a un lugar desconocido, una parte de mí me decía que estaba siendo imprudente, pero la urgencia por saber la verdad sobre mi hermana superaba cualquier precaución y nublaba mi razonamiento. Asentí con la cabeza, siguiendo al hombre a través del parque hasta que llegamos al inicio de un callejón, caminar por allí me provocó temor, estaba solitario y desolado, un sudor frío recorrió mi columna y me detuve en seco. Es como si de pronto una ráfaga de sentido común hubiese pasado por mi mente.—Espera un momento, ¿Cómo puedo confiar en ti? No sé quién eres ni por qué dices tener información sobre mi hermana ¿Cómo sabes de mí? ¿Cómo obtuviste mi número? —exigí deteniéndome en seco.El hombre se volvió hacia mí, con una mirada seria y un gesto de impaciencia.—No tienes otra opción si quieres respuestas. Puedes irte y nunca saber qué pasó, vivir con tus dudas, o venir conmigo —sus palabras resonaron en mi mente,