Maxwell CraneEl deseo fue tan grande que por más que quise detenerme, la intensidad con la que ella se movía y me besaba, era demasiado hasta para un santo, además, quería estar con ella, porque de esa manera estaba seguro de sacármela de la sangre, de mi sistema.—Emma… debes detenerte, porque si no lo haces, yo no voy a poder detenerme, y el día de mañana te vas a arrepentir y te enojarás conmigo y terminarás insultándome —expresé.—No me quiero detener… tú eres un maldit0 personaje de mi sueño y debes hacer lo que yo te digo y vas a hacer lo que yo te diga… así que bésame… quiero probar esa trompita —dijo entre escandalosas carcajadas.Lo que estaba ocurriendo era irreal y surrealista. Emma era como un remolino de emociones desenfrenadas, una mezcla de diversión y provocación. Mis labios se movían al compás de los suyos, pero mi mente luchaba por mantenerse centrada.—Emma, en serio, necesito que te calmes —insistí, intentando apartarme un poco de ella, quien continuaba dándome de
Maxwell CraneNo podía separarme de ella, y aunque una parte de mí quería alejarse por temor a su reacción cuando ya no estuviera ebria, no pude hacerlo, no sé si fue el hechizo del momento, pero no podía forzarme a dejar de besarla. Aunque hice todos los esfuerzos, no podía moverme un ápice de su lado, dejé que las olas de deseo y pasión me arrastraran a donde quisieran. No podía resistirme a tocarla, a besarla, a acariciar cada parte de su cuerpo, a pesar de la forma en que nos conocimos, me sentía atraído por ella, su rebeldía sumada a su belleza, la hacían diferente a cualquier mujer que hubiera conocido antes. La abracé, mis labios se apretaron contra los suyos en un beso desesperado. Podía sentir el calor de su cuerpo contra el mío, sus suaves curvas se adaptaron perfectamente a mi cuerpo. Mis dedos recorrieron su largo cabello, tirando suavemente mientras el beso se hacía más profundo.Las manos de Emma se aferraron a mi pecho y mi cuerpo tembló bajo sus caricias. No recuerdo
Emma LeytonMe moví negándome a despertarme, no sabía por qué, pero tenía la sensación de que algo extraño había ocurrido, me dolían partes de cuerpo que ni siquiera sabía que tenía. Además, ese intenso dolor de cabeza, era muy parecido a una resaca.—No puede ser —dije en voz alta al recordarme que me había ido a un bar luego de una fuerte discusión con el idiota de Maxwell.Recordé que había llegado allí y había empezado a tomar, y después de eso no recordaba nada… bueno solamente ese extraño sueño en el cual yo me acostaba con ese idiota y aprovechaba a hacer cosas que ni siquiera yo sabía que mi mente cochina imaginaba, pero había sido intento, tan real, no pude evitar sonreírme con esos pensamientos.Sentí el sol pegar en mi rostro, abrí los ojos, lo primero que vi fue el techo blanco, lo que confirmaba mi ubicación, y me di cuenta de que estaba en la habitación del apartamento de Max que me había prestado, abrí los ojos de par en par.Vi a un lado, y allí estaba Max, ese hombre
Emma LeytonTrataba de controlar el temblor de mi cuerpo, pero por nada del mundo quería contarle que había sido una idiota y que aunque no recordaba nada de lo ocurrido después que me puse ebria, creí que todos esos momentos, cuando estuvimos juntos, se habían tratado solo de un sueño.Tenía temor de admitirlo, porque me costaba creer que luego de haberme insultado y corrido del hospital, tuviera algún interés en mí.“Seguro fui yo quien lo seduje, y él solo se dejó llevar, como hombre que es”, me dije por completo avergonzada por mi actitud. Después de mis palabras, Maxwell asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras. Una mezcla de emociones pasó por sus ojos antes de que los ocultara tras una máscara de indiferencia.—No importa, si no lo recuerdas, es mejor así… si te soy sincero, no te has perdido de nada… creo que no fue la mejor noche, lo importante es que ayer pude salvarte de ese hombre y ahora estás bien y a salvo —dijo, con un tono tranquilo aunque se ve
Zucker HallDespués de todo lo ocurrido con mi hermano Michael, me encerré en mi apartamento, sentía vergüenza por la manera en que todo había ocurrido, no podía creer que me hubiese dejado enredar por Bárbara.Mi teléfono repicó y lo tomé, pero sin querer contestarlo, seguía vibrando en mi mano, mostrando una serie de llamadas y mensajes sin leer. Sabía que debía enfrentar la situación en lugar de evitarla, pero la vergüenza y la frustración me mantenían inmóvil.El estruendo del timbre insistente de mi teléfono no me dejó otra alternativa, sino responderlo, miré la pantalla y vi el nombre de mi hermano Levi. Un escalofrío recorrió mi espalda. No estaba seguro de querer enfrentarme a mi familia en ese momento.Sin embargo, sabía que no podía huir por mucho tiempo, con un suspiro, deslicé mi dedo para contestar la llamada.—Hola —mi voz sonó apagada y distante.“Hermano, estoy aquí en la casa, nuestros padres y todos estamos preocupados por ti ¿Cómo estás?”, me preguntó.—No se preocu
Zucker Hall La vi desplegarse frente a mí como una escena que se reproducía en cámara lenta. Grité su nombre mezcla de sorpresa y desesperación mientras la vi perder el equilibrio y caer por las escaleras. Mis ojos se abrieron con horror al presenciar el impacto, su cuerpo golpeando los escalones y rodando hacia abajo. Corrí hacia ella tratando de detenerlo, mi corazón latiendo con fuerza, el miedo atravesando mi cuerpo. Bárbara estaba inmóvil, yacía allí con los ojos cerrados, sin dar señales de movimiento. —¡Bárbara, por favor, despierta! —grité, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo, intentando sacudirla suavemente para revivirla. Sus ojos se abrieron repentinamente, un atisbo de conciencia brilló en su mirada. Me miró con un hilo de reconocimiento antes de que una mueca de dolor cruzara su rostro. —¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso te volviste loca? —pregunté mirándola con incredulidad. —No estoy loca… tú vas a ser despreciado por todos… si no eres mío, tampoco podrás estar
Zucker HallLa noche había empezado a caer cuando el auto policial se detuvo frente a la comisaría. Descendí del vehículo, sintiendo la frialdad del metal de las esposas en mis muñecas. Observé con tristeza el lugar, aun luchando por asimilar la rapidez con la que mi vida había dado un giro de 180 grados.El interrogatorio fue agotador. Mi hermano llamó al abogado y en presencia de él contesté a todas las preguntas, tratando de exponer mi inocencia una y otra vez. Expuse los detalles de cómo ocurrió la caída de Bárbara, reiterando que no había tenido participación alguna en el incidente. Pero la policía parecía determinada a mantenerme como sospechoso.—¿Cómo explica que la señora afirme que usted la empujó? —preguntó el detective, mirándome con ceño fruncido.—No lo sé. Estoy seguro de que ella está mintiendo, me sorprendí cuando la vi lanzarse por las escaleras. No había razón alguna para que yo quisiera lastimarla —respondí con frustración y desconcierto.El tiempo se dilataba en l
Zucker Hall De mala gana mi hermano me acompañó al hospital, se negaba a dejarme solo. —¿Sabes que puedo irme solo? No es necesario que vengas conmigo —protesté y él giró los ojos con impaciencia. —Lo siento hermano, pero temo dejarte solo, eres muy ingenuo Zucker, crees que puedes confiar ciegamente en las mujeres y si intervengo en tu vida, es porque no quiero que sufras como una vez lo hice yo —me recriminó mi hermano. —Te aseguro que aprendí la lección, las únicas mujeres buenas son las de la familia, Sarah y Thalía, del resto creo que no hay ninguna que valga la pena —pronuncié con un deje de tristeza. —No te voy a refutar, porque lamentablemente es así —dijo en tono de tristeza, por su mirada, me di cuenta que mi hermano estaba recordando su pasado. —¿Algún día vas a contar que fue lo que paso con Jane Fiona? —pregunté aprovechando el momento de cercanía entre nosotros.—No vale la pena… creo que puedes terminar bastante decepcionado de mí —pronunció pasándose una mano por