Thalía Kontos.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que la mujer me respondiera.“De acuerdo, en el restaurante del hotel, a primera hora. Nos veremos allí, ¿Me puedes decir tu nombre para avisar que te esperen?” preguntó.—Sí, por supuesto, diga que la persona con quien se verá, es Lía Hall —respondí y segundos después corté la llamada.Esa noche fue la más inquietante de mi vida, y la más larga, la ansiedad no me dejaba en paz. Me encontraba sumergida en un mar de emociones confusas y nerviosismo, por lo que me esperaba al encontrarme con ella. A pesar de los consejos de mi padre y el amor que me rodeaba, la idea de enfrentar a la mujer que me había dado la vida y, al mismo tiempo, había intentado quitármela, me llenaba de temor y ansiedad.Finalmente, el sol empezó a asomar por la ventana. Decidí levantarme temprano para prepararme para el encuentro. Me di una ducha rápida, me arreglé con una ropa cómoda, pero elegante, intentando mantener la calma mientras me
Zachary HallContaba con que ese día me dieran de alta, estaba ansioso por regresar junto a Thalía y temía lo que fuera hacer en mi ausencia, me había levantado temprano y con el teléfono en la mano, esperaba que me llamara.La noche anterior, solo nos habíamos comunicado por mensajes de texto, me pareció extraño que no me llamara, pero luego pensé que quizás estaba demasiado cansada y por eso no me llamó.Me pregunté si ya estaría despierta, pero como me ganó la ansiedad, marqué su teléfono, pero ella no respondía.Eso me causó preocupación, por eso decidí llamar a la casa, me atendió Alexis.—Hola, Suegrito, Cuñadito ¿Cómo te digo? —inquirí en tono divertido y un gruñido se escuchó al otro lado.“Deja de ser idiotita”, respondió molesto “¿Qué quieres?”, inquirió de mala gana.—Llamo porque deseo saber ¿Cómo amaneció mi mujer? —pregunté de esa manera para molestarlo, mientras contaba hasta tres para escucharlo, explotar.“Mi hija no es tu mujer hasta que no te cases, así que no te de
Michael HallRegresé a Montreal, llegué al apartamento que había compartido con Sarah. Apenas entré, todo me la recordaba, la decoración, cada objeto, y los recuerdos llegaron a mi mente sin poder detenerlos. Las veces que la veía cocinar para mí, mientras me miraba con una sonrisa, su dulce aroma que me resultaba tan embriagadora, no entendía que había hecho mal para que ella tomara esa decisión de dejarme.Me comencé a quitar la ropa y la lancé al suelo molesto, porque a Sarah siempre le había gustado el orden, pero lo hacía porque necesitaba liberar esa frustración que sentía en ese momento. Me dirigí a la habitación, en mi interior rogaba que ella no se hubiese llevado sus cosas, pero cuando fui a la habitación y abrí el closet no había ni una sola prenda suya.Busqué en cada cajón del closet y no había nada de ella, se había ido, aprovechó mi ausencia y se fue como una ladrona. Tenía una mezcla de tristeza, rabia, decepción, pensaba una y otra vez, tratando de encontrar alguna p
Michael HallLo primero que intenté fue apartarme de Suzanne, pero su agarre era firme, y sus labios se aferraban a los míos con una intensidad que me resultaba asfixiante. Empujé con más fuerza, pero no cedía, su abrazo se afianzaba, sus manos se movían descontroladas.La desesperación me invadió, traté de apartarla nuevamente, pero mis intentos resultaron infructuosos. La situación se volvió incómoda y angustiante. En un acto reflejo, di un paso hacia atrás, intentando romper su contacto.—¡Suzanne, detente, por favor! —pude exclamar a duras penas con voz tensa.Mi respiración agitada revelaba mi desconcierto.Ella, por su parte, parecía no escuchar, su rostro mostraba determinación y su agarre se intensificaba. Ignoró mis palabras, se restregó en mí, pero su contacto no me causó ninguna excitación, por el contrario, me provocó repulsión.Me quedé tranquilo, tratando de calmarme. Estaba atrapado con esa loca, al verme dejar de resistirme, ella se apartó, su respiración era agitada y
Sarah Farfán.Quedarme en Montreal, era para mí sufrir una inmensa agonía, porque toda la ciudad estaba impregnada de él, de nuestros paseos, nuestros momentos juntos, de nuestras conversaciones y mi corazón no soportaba más, si existía el infierno, estoy seguro que ese era.Traté de ignorar todo lo que me recordaba a él, pero parecía imposible. Recorrí las calles de la ciudad tratando de encontrar algo que me mantuviera distraída, pero todo a mí alrededor me llevaba a pensar en él.Caminé por el parque donde solíamos sentarnos y ver los atardeceres juntos. Cada banco, cada árbol, cada hoja que caía, todo me recordaba a él. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y no pude evitar dejar que surcaran mis mejillas.Me senté en el banco que solía ser nuestro y cerré los ojos, tratando de recordar las risas y los besos que compartimos allí y el dolor era intenso.Tenía que salir de la ciudad, tomé mi teléfono e hice una reserva para el primer vuelo que salía a Los Ángeles.Esa misma n
Michael HallAbrí los ojos lentamente, sintiendo el peso de una resaca agobiante, fruncí el ceño porque no recordaba haber tomado para que me doliera la cabeza.Una luz penetrante atravesaba las cortinas semiabiertas de una habitación que no conocía, y mi cabeza palpitaba con cada latido. Observé a mí alrededor, confundido y preocupado, y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando me percaté de dos cosas, estaba en un hotel y tenía a una mujer desnuda al lado en la cama.—¿Qué diablos es esto? —susurré en voz alta.Fruncí el ceño al verla, tratando de recordar cómo había terminado allí y quién era esa mujer a mi lado. Cuando mi mirada se enfocó bien en ella, alzó el rostro y la reconocí, era Suzanne, la prima de Bárbara, lo cual me resultó desconcertante, porque lo último que recordaba era haber estado bailando con ella.Intenté incorporarme, pero un dolor punzante en mi cabeza me hizo retroceder con un gemido. Miré a Suzanne y mi gesto se tornó serio.—¿Qué demonios estamos haciendo aqu
Michael HallYo me encontraba en una espiral de confusión y desesperación. Aunque intentaba negar lo sucedido, las palabras de Suzanne y las imágenes que comenzaban a formarse en mi mente le causaban un inmenso malestar. Caminaba por las calles con una sensación de desamparo y angustia, repasando una y otra vez los eventos de esa noche, incapaz de comprender cómo había terminado en esa situación.No puede ser, me repetía en la mente una y otra vez, con ganas de llorar como si fuera un niño, sentía mi corazón destrozado, no sabía cómo iba a mirar a Sarah, ¿Qué le iba a decir? Me sentía demasiado decepcionado y avergonzado, ¿Qué le iba a decir? Ensayaba en mi mente una y otra vez mis palabras, porque si de algo estaba seguro es que un suceso como ese no podía esconderlo, debía contarle.Sin embargo, no podía evitar sentir que el miedo atenazaba mi interior, ¿Cómo ella iba a reaccionar? Eso la destrozaría, de solo imaginarme su carita de angustia, sus ojos llorosos se me partía el coraz
Michael HallTenía la sensación de estar viviendo una pesadilla, cuando escuché esos comentarios y luego los vi en las redes sociales, rogué en mi interior para que Sarah no viera esas imágenes, hasta que yo no conversara con ella, porque estaba seguro de que eso la destrozaría, como seguramente me sentiría yo, si estuviera en su lugar.Pero al escuchar ese mensaje, lamenté profundamente no haberle atendido el teléfono, porque ahora tenía la certeza de que me había ocurrido lo peor que podría haberme pasado. En ese momento repicó, pero el número de la pantalla no se reflejaba.Lo atendí de inmediato y la voz de una furiosa Tarah se escuchó al otro lado de la línea.“Dame una sola razón para no decirle a Alexis Kontos, que te mande un misil para que acabe contigo, pedazo de imbécil ¿Sabes lo que has hecho?”, dijo notoriamente enfadada, mientras yo no ni siquiera podía encontrar mi voz, ni para pedir perdón.La voz de mi hermana, Tarah, era un torbellino de furia y preocupación. Su tono