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Capítulo 2 Un nuevo empleo, una nueva vida

      Casi 15 años después.

   —Brenda debes venir a Caracas conmigo, Berni me ofrece una muy buena oportunidad, no quisiera perderla, pero te necesito, eres mi brújula moral.

   —Yo brújula moral, ese si es un buen chiste, Elena si me hicieras caso no te habrías casado con el perro sarnoso de Sergio para empezar, estuvieras en cualquier parte del mundo disfrutando de ser la consentida de Bernhard Larsson que está buenísimo te cuento.

   Elena ahora era una chica recién divorciada, Brenda lo agradecía infinitamente, Sergio Arango jamás le gusto para Elena que era como su hermana mayor, siempre pendiente de ella y cuidándola, pero cuando se enamoró en la universidad mientras estudiaba Publicidad y Mercadeo nadie pudo detenerla hasta que se casó con él, Brenda se había negado a ser la madrina de la boda y ni siquiera había ido, 3 años después Elena habría los ojos, estaba divorciada y el multimillonario maduro soltero más escurridizo de América quería pasarlo bien con ella, pero Elena no era chica de aventuras, les presentó a ella y a su hermana Belinda el apuesto Bernhard Larsson, a Brenda le cayó bien de inmediato, ese día las chicas acordaron llamarlo Berni y él aceptó, podría ser un casanova incurable, pero también era todo un caballero, en realidad era más acorde a Brenda, si Elena no lo aceptó fue porque él no creía en monogamia ni quería tener más hijos, y en la misma medida que Brenda odiaba la idea de casarse y tener hijos, Elena lo anhelaba, y lo hacía con toda el alma.

   —A mí no me engañas, si debí hacerte caso y no casarme con Sergio, pero no podría ser la mantenida de un hombre y tú tampoco.

   —No claro que no, pero unas vacaciones con alguien que te mime, no te habrían caído mal.

   —Pero bueno, ya ese barco zarpo, Berni no quiere nada serio y yo no puedo ser la amante de nadie, así que solo es mi amigo que me ofreció trabajo en el restaurante de su hotel de Caracas y a ti también te ofrece trabajo en el gimnasio mejor equipado del país, sinceramente no puedes decir no.

   —Es un magnifico empleo, pero y Belinda.

   —Sabes que ella será monja, su lugar esta con las hermanas, sin embargo podemos venir cada vez que queramos, Caracas está muy cerca de Valencia.

   —Pues sabes que, vámonos ya estoy harta, quiero otro aire y otros retos.

   Las chicas empacaron sus ropa, desde el divorcio de Elena, Brenda había entregado la habitación que tenía rentada en una pensión y fue a vivir con Elena en la casa que fue lo único que le quedo después de divorciarse, a petición de Elena quien no podía tolerar la soledad; Elena no le importó dejar la empresa que tanto soñó a su exesposo, ella siempre fue hábil para rendir y multiplicar el dinero, Brenda por el contrario vivía al día, era muy responsable, pero no estudió una carrera universitaria y a duras penas había aprobado el bachillerato, sin embargo con 15 años conoció a Beatriz, era una entrenadora en el gimnasio de su hermano y la acogió bajo sus alas, le enseño a boxear, culminó el bachillerato e hizo un curso de inglés como exigencia de Beatriz para acceder a enseñarle una profesión para lo cual necesito de mucha disciplina y dedicación, Brenda se enamoró del mundo de los gimnasios, y el combate se convirtió en el medio como desahogar la ira interna que siempre la acompaño, ahora tenía cintas negras en diferentes artes marciales y varios certificados como entrenadora profesional en diversas especialidades, desde que entró a ese gimnasio se dedicó aprender y a sus 23 años tenía un currículo impresionante para su corta edad.

—No estoy dispuesto a que vengan a vivir en habitaciones pequeñas cuando están acostumbradas a vivir en una casa.

Estaban en la oficina de Bernhard Larsson estaban rodeadas de lujo, este era un hotel 5 estrellas, pero ya Elena y ella habían acordado aprovechar la oportunidad de empleo, pero no podían ser codiciosas e ir al hotel a vivir como princesas, irían a trabajar y Elena llegaba como gerente del restaurante principal del hotel, Brenda llegaba como empleada, debía demostrar su valía, ser una consentida del dueño no era prudente.

—No hay ningún problema, — contestó Elena conciliadora —vinimos a trabajar, además que nos limpien la habitación y nos laven la ropa ya es una ventaja más que aceptable.

   Bernhard no estaba para nada contento pero aceptó con la condición de que si tomaban habitaciones pequeñas tendrían algunos lujos de la suite vip.

—Gracias Berni eres mi hado padrino —Elena fue corriendo hacia él y lo abrazó, Berni la recibió pero enseguida bajo una mano y le acaricio una nalga, Elena indignada se apartó.

—Bernhard tienes que aprender a mantener esas manos quietas —Elena lo reprendió

—Entonces, mantén esas hermosas nalgas fuera de mi alcance… Que mujer más exasperante, —dijo Berni falsamente ofendido—, hado padrino, con alitas y tutú, puedes degradar más mi hombría.

   Elena y Brenda se echaron a reir.

—Berni gracias —dijo Brenda mientras iba hacia Berni lo abrazaba y le daba una nalgada —también eres mi diablo padrino.

—Pero que horror como estas mujeres se burlan de mí, si alguien las viera mi reputación quedaría arruinada, dominado por dos chiquillas —dijo mientras negaba con la cabeza pero no podía borrar la sonrisa —Está bien vamos, Sebasthian está esperando a Brenda, mi hijo es quien se encarga del gimnasio y a Elena la presentaré a los empleados del restaurante.

   Salieron de la oficina, ambas chicas tomadas a cada brazo de Bernhard Larsson, siguieron por un pasillo iluminado con piso de mármol en tono dorado y crema, con pinturas impresionistas llegaron a las próximas puertas dobles de cristal dentro un vestíbulo con amplios sofás de cuero color verde y un joven asistente en un escritorio, este al ver a Bernhard y las chicas se puso de pie para dar la bienvenida.

   —Buenos días Justin por favor avisa a mi hijo que estoy aquí con la señorita Brenda García.

   —Buenos días señor Bernhard, ya lo anuncio.

   Las chicas se miraron, este joven era idéntico al asistente de Bernhard, obviamente tendrían que ser gemelos, el asistente discó desde el teléfono de su escritorio y dijo.

   —Así es señor, si enseguida —colgó el teléfono—, pueden pasar el señor Sebasthian los espera.

   —Si quieren ustedes sigan—dijo Brenda—, yo puedo entrar y presentarme, él sabe que estoy aquí, ustedes vayan al restaurante.

   — ¿Estás segura Brenda? —Dijo Elena—, podemos esperar.

   —No hace falta, después de aquí, supongo iré al gym, nos vemos al rato.

   —Cariño, mi hijo te espera, si puedes desenvolverte bien,  adelante toma el trabajo y demuestra merecerlo.

   —Suerte Brenda —dijo Elena.

   —Sí, sí, vayan y si puedes convencerla de llevarla a Grecia Berni, me traen un recuerdo.

   —Qué puedo hacer tu amiga me puso en la friendzone.

   —Pues si no me aceptan, me voy yo a Grecia contigo cariño.

   —Si hubiera sabido que existía esa posibilidad, no le hubiera dicho a mi hijo que te diera el trabajo.

   Los tres rieron de las bromas de Bernhard y Brenda, ambos eran irreverentes y amaban la libertad, ya que el interés de Bernhard estaba en Elena era por completo prohibido para ella, aunque bromeaban, sabían que era solo eso, ellos solo serían amigos.

   Brenda tocó ligeramente la puerta antes de entrar, saludó con un enérgico buenos días, dentro de la oficina dos hombres se pusieron de pie, uno detrás del escritorio debía ser Sebasthian Larsson, era un hombre altísimo y musculoso rubio, vestido con traje de saco de color negro con corbata en tonos azules, detrás de él una ventana panorámica, estaba abierta y dejaba ver el iluminado día, Brenda pensó que el sol había regalado unos rayos de esplendor a este hombre dorado, este contestó el saludo y extendió la mano hacía ella.

   —Buenos días, mucho gusto, Sebasthian Larsson, y usted debe ser Brenda García, tome asiento por favor.

   Brenda iba vestida con un jean negro de corte bajo y una blusa de algodón fucsia con estampado deportivo azul, el cabello liso suelto le daba por debajo de sus pechos tenia mechones rubio ceniza que contrastaban con su color natural castaño claro.

   —Así es señor, la misma, aquí traigo los documentos, mi currículo e identificación, usted me dirá si es con usted que debo dejarlos.

   —Más tarde con recursos humanos, te presentó al gerente del Gym Warriors, Ernesto Cortez.

   Ernesto Cortez era un hombre alto, pero mucho más bajo que Sebasthian, aunque claro Sebasthian era un gigante, Ernesto era  moreno y muy musculoso, rapado y con un diamante en la oreja izquierda, ambos brazos tatuados, tenía ropa deportiva, lo que indicaba que venía del Gym para conocer a Brenda, la cara de este no indicaba agrado.

   — ¿Qué es esto Sebasthian? —Dijo Ernesto, ignorando a Brenda como si no estuviera allí—, pensé que la chica venía a una entrevista, pero resulta que ya tiene el empleo, a mí nadie me consultó nada al respecto.

   —La señorita Brenda está recomendada por mi padre, él me pidió que la empleara y yo acepté, no necesito tu autorización Ernesto.

   —Sebasthian, el Warriors es el mejor gimnasio del país, yo mismo evaluó a mis entrenadores, en este momento tengo las chicas completas, no puedo tener a una conejita de tu padre consentida pidiendo trato preferencial, se complicara la estructura de respeto y eso repercute en la clientela.

   —Yo no necesito favores —intervino Brenda muy seria dirigiéndose a Sebasthian—, si no puede darme el empleo porque no hay vacantes, no hay problema, igual se asumió que trabajo en clases de coreografía, y aunque estoy capacitada, si observa mi currículo vera mis especialidades son mucho más completas —ahora se dirigió a Ernesto—, me acabas de llamar conejita, yo no necesito que se me consienta, el respeto no me lo regalan, me lo gano, si dudas de mis capacidades, no tengo problema en entrar a un ring y partirte la cara de sapo que tienes.

   —Te das cuenta Sebasthian, ya llega insubordinada.

   Sebasthian lo miró y recostó su espalda en su cómoda silla juntando las manos a la altura del pecho  y miró a Ernesto.

   —Si quieres respeto debes darlo primero, pero en algo tienes razón y no se puede tolerar la insubordinación. La señorita aún no ha entrado en nómina pero tú sí, acabo de dar una orden directa y espero que se acate, dije que la señorita tiene el empleo, si no estás dispuesto a aceptarlo puedes irte, tu cheque estará listo en recursos humanos hoy mismo.

   —Está bien, pero luego no quiero que tu padre me despida si la… señorita se hace un moretón. Con tu permiso voy al Gym, que se registre y evaluare sus capacidades a ver dónde la pongo.

   Ernesto salió dejando solos a Brenda y Sebasthian.

   —Perdón por eso —dijo Sebasthian apenado, Brenda pensó que nunca en su vida había conocido a un hombre al que la posición de poder le quedara tan sexi; ahora apenado con ella, él que era el dueño de gimnasios con quien sabe cuántos empleados de quien sabe cuántos hoteles, estaba apenado con ella.

   —No te preocupes —respondió ella moviendo la mano para que lo dejara pasar.

   —Ciertamente las contrataciones de entrenadores las hace él, pero no es justo que se expresara como lo hizo.

   —Supongo que Berni no está trayendo chicas para que las contrates a cada momento, le repito si es mucho problema le digo a Berni que no me gusto el empleo y ya, no se meta en problemas por mí.

   Sebasthian la observó por primera vez en detalle, era una mujer linda con su tés blanca y ojos del color de la miel, pero sus expresiones, no habían cambiado desde que entrara, cualquier otra estaría furiosa u ofendida, ella seguía seria, como si estar enojada fuera lo natural en ella , cuando entró él vio a una linda chica muy seria, en realidad cuando su padre le habló de ella e hizo hincapié en que su especialidad eran las artes marciales mixtas, se imaginó una mujer robusta y de 90 kg. Sin embargo, quien llegó fue una rubia modelo de pasarela.

   —No se preocupe, no me meto en problemas; mis empleados son quienes deben evitar tener problemas conmigo, ahora la acompañare hasta la oficina de recursos humanos.

   Brenda sintió otra ola de excitación recorrer su cuerpo, como le gustaría meterse en problemas con este jefazo.

   —Muchas gracias, pero de verdad no debe molestarse, yo puedo ir sola, no quiero quitarle más tiempo.

   —Vamos, yo quiero acompañarla.

   Ambos se levantaron de sus sillas, Sebasthian abrió la puerta para que Brenda saliera primero.

   —Justin, no saldré del hotel, cualquier eventualidad me envías un mensaje.

   —Sí señor —respondió el chico.

   Brenda iba junto a Sebasthian de vuelta por el mismo pasillo que recorrió antes y pensaba “que hombre más excitante este, tan serio, dueño de sí mismo, pero sobre todo jefe, era su jefe, tampoco parecía juguetón como era Berni, seguro tenía alguna novia estirada y de clase alta como él, como sería verlo salvaje, y perdido en la lujuria”, sonrió para ella misma, en eso Sebasthian la miró.

   — ¿Cuánto por tus pensamientos?

   —Ah…

   —Pensé que seguías enojada, pero sonreíste por algo.

   —Mejor no le digo —dijo Brenda riendo con picardía—, pero yo no estaba enojada, estoy acostumbrada a que me subestimen, demostrarle a su gerente que se equivoca será divertido.

   Entraron por una puerta con un letrero que identificaba solo empleados, a partir de allí la primera puerta a la izquierda con el aviso recursos humanos, Sebasthian tocó la puerta; desde adentro dijeron adelante, ambos entraron y una señora mayor los recibió.

   —Señor Sebasthian, que sorpresa usted por aquí.

   —Como está señora Judith, aquí vengo acompañando a la señorita Brenda García, trabajará en el Warriors.

   —Como no, mucho gusto Brenda, mi nombre es Judith Herrera.

   —Mucho gusto señora.

   La señora Judith era una doña mayor con lentes sujetos por una cadena de plata, parecia una abuela de cuentos, tomo la carpeta de Brenda con el currículo y copia de sus documentos, los dejó solos mientras iba a los archivos; luego tomaría la foto para la tarjeta que la identificaría como personal del hotel.

   —De verdad, insisto en que no tiene que acompañarme, de hecho si lo ven llegar conmigo al Gym, pensaran que sí  tengo trato preferencial, que la conejita de Berni la llevo junior para que no me vean feo.

   —No es la primera vez que te oigo llamar Berni a mi papá.

   — ¿Quieres saber si soy una conejita de tu papá?

   Sebasthian sonrió.

   —Sé que mi papá va tras Elena, solo me dio curiosidad el apodo.

   —Es más cortito, Elena mi hermana Belinda y yo le decimos así de cariño.

   —Brenda la verdad si quiero acompañarte, no debí dejar en evidencia a Ernesto, pero me molesta mucho la injusticia, él no debió hablar de manera despectiva, me obligó a ponerlo en su sitio  y tú serás su subordinada, temo que se cobre esa.

   —Bah, quiero que intente cobrársela, como le dije puede probar mis habilidades en el ring.

   Sebasthian no se imaginaba a Brenda enfrentándose al gorila de Ernesto, Brenda no era pequeña, tenía una estatura normal para ser una chica, sus medidas eran perfectas quizás era fuerte,  pero de allí a enfrentarse a un hombre.

   —Igual me siento responsable, de seguro Ernesto planea cobrarse y obligarte a renunciar.

   —Soy una chica grande Sebasthian, no te preocupes por mí, no me haces un favor llevándome.                                       

   Sebasthian sintió un calorcito al escuchar como lo tuteaba, él era señor Larsson o señor Sebasthian para sus empleados, le gusto que ella tuviera la confianza de tratarlo como igual, le sonrió.

   —Está bien, te dejaré entonces, la señora Judith te dará las credenciales, luego vas directo al gym, allí Ernesto deberá registrarte para poder ingresar con tu huella, él te dará un locker y un uniforme.

   —Sin problema, quiero empezar hoy mismo.

   —Entonces bienvenida Brenda, te deseo mucha suerte y cuenta conmigo. Si necesitas algo no dudes en buscarme —dijo Sebasthian amable.

   —No me la pongas tan fácil por favor.

   Sebasthian sonrió ante la coquetería de Brenda, no era raro que las mujeres coquetearan con él, sin embargo, Brenda si lo intrigaba con su cara seria y sonrisa coqueta.

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