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Capítulo 4 Demostrar quién soy

   —Adelante.

   Buenas noches señor Sebasthian —Brenda entró a su oficina y se sentó frente a él—, usted dirá.

   Eran poco más de las 9pm, Brenda llegó con unos jeans ajustados y una blusa de algodón blanca, era corta así que permitía ver su abdomen ligeramente marcado por los abdominales.

   —Puedes llamarme Sebasthian y yo llamarte Brenda, si lo prefieres.

   —Está bien entonces, Sebasthian, ¿que querías hablar conmigo?

   — ¿Cómo te está yendo en el Warriors?

   —Muy bien…

   —Tienes un currículo extenso en artes marciales y combate, pero no te vi en el salón de combate.

   —Mis entrenados no tenían previsto ir allá.

   —Esa es otra cosa, en comparación al resto de los entrenadores apenas fuiste solicitada.

   Brenda miró hacia otro lado y luego dijo.

   —Al parecer estuviste muy pendiente de mí.

   Sebasthian ignoró la puya.

   —Sé que Ernesto deja marcado los entrenadores para atender según las características de los clientes, pienso que tus capacidades no están siendo bien empleadas.

   —Bueno esa conversación no es conmigo, debe preguntar a su gerente.

   —Ya veo, ¿Ya te evaluó, probo tus capacidades en el ring?

   Brenda se rió sin humor.

   —Estoy bien Sebasthian, debo poco a poco ir ganando mi lugar, aun soy la nueva puesta a juro por decisión del jefe.

   —Eso es ridículo, has tenido las mejores críticas por la clientela, eso ya debería ser suficiente.

   —Supongo que eso es bueno, no lo sabía.

   —Brenda, te gusta tu trabajo y eso es genial, pero la chica que entró a mi oficina y retó a pelear a un hombre con el doble de su peso y tamaño, no puede ser la misma que se conforma con esperar que poco a poco sea reconocida, así que a partir de mañana demuéstrale a todos en el Warriors lo que eres capaz de hacer, o yo mismo iré allá y exigiré te den tu lugar, tu escoge, por mi estará bien cualquiera de las 2 maneras.

   Brenda le regaló una deslumbrante sonrisa y Sebasthian sintió que esta vez se hinchaba su corazón.

   —Sabes que, tienes razón, no es propio de mí, pero quería hacerlo bien, suelo ser muy impulsiva, trabajar en el Warriors es una excelente oportunidad y se lo debo a Elena, no quería quedar mal.

   —Pues todo me indica que lo has hecho muy bien, sospecho que al gimnasio le ira mejor si son aprovechadas todas tus aptitudes.

   —Desde mañana les mostrare de que soy capaz.

   —Eso espero. Ahora que terminamos la parte profesional ¿Puedo invitarte a salir?

   Sebasthian contradecía su propia regla, pero no pudo evitarlo, Brenda le gustaba.

   —Claro que sí, en algún momento que ambos tengamos disponible.

   —Y supongo que no es hoy —dijo Sebasthian afirmando y no preguntando sonriéndole.

   —No puedo, mañana tendré un día ocupado —colocó su mano junto a la boca como para decir un secreto—, mi jefe me presiona para que lo haga mejor en mi trabajo.

   Brenda regresó a su habitación todo su ser le gritaba que brincara encima de Sebasthian como una gata en celo, ningún hombre despertaba tal instinto en ella, el sexo para ella era un asunto mecánico, una simple y llana necesidad del cuerpo, no aceptaba relaciones sentimentales, ni nada que pudiera representar un drama en su vida, las parejas sexuales que se había permitido tener eran hombres que pensaran igual a ella, parece mentira aunque las mujeres son tachadas de ser dramáticas, había que ver a un hombre encaprichado y dominante, o quizás algún idiota que pretendiera informarle al mundo sus proezas de alcoba, por eso el escoger al hombre correcto era de cuidado, aunque ella era una chica coqueta y algunos interpretaran que era fácil, en realidad no tenía sexo con cualquiera, pero Sebasthian con su altivez de jefe, su cuerpo dorado y actitud de boy scout la traía loca desde que lo conoció, más allá de que era un hombre impresionante físicamente. Fue hasta su oficina preparada con ella misma, si se presentaba la oportunidad tendría sexo con él, pero entonces él una vez más con esa actitud correcta de niño bueno le mostró que estuvo pendiente de ella y se importó por su bienestar, cuando le dijo que si ella no mostraba lo que era capaz él iría y le daría su puesto, sintió algo que nunca antes pudo sentir, ser importante para alguien lo suficiente como para enfrentarse al mundo por ella, para colmo no era la primera vez que lo hacía, Sebasthian era un hombre diferente, alguien que la hacía anhelar más que una noche, por eso lo mejor era mantenerlo profesional, no podía permitir dramas con el jefe e hijo de su buen amigo Berni, mucho menos si existía la probabilidad de enamorarse.

   Al escuchar sonidos en el pasillo abrió la puerta para contarle a Elena su mejor amiga, ahora vivían en el piso 8 del hotel Larsson Caracas, en habitaciones pequeñas una junto a la otra, ambas habitaciones eran idénticas, cama Queen 2 mesas de noche con lámparas, peinadora, closet con una caja fuerte, un amplio baño con yacusi, televisión con todos los canales disponibles y un escritorio con dos sillas tapizadas, lo que para Berni representaba explotación por vivir en tan poquitos metros para ella era más que aceptable y conveniente.

   —Elena, te estaba esperando.

   Ambas entraron en la habitación de Elena.

   —Estas muy emocionada, hoy te fue mejor en el gimnasio.

   —Sí, el día de hoy pude deleitarme con Sebasthian Larsson sudando y entrenando, bueno eso más bien fue una tortura, pero a partir de mañana si me ira bien.

   —Y eso ¿por qué?

   —Sebasthian se me acercó en el gym, me dijo que quería hablar conmigo, pero en otra parte, al salir fui a su oficina, me dijo que se había dado cuenta que no se estaba aprovechando mis capacidades y que si mañana no empezaba a mostrarle a todos lo que yo era capaz, él mismo iría a darme mi lugar.

   —Guao, que bello Sebasthian, hoy fue almorzar al restaurante y me preguntó por ti, que como te iba.

   —Yo creí que podía quizás darme un revolcón con él, pensé que al ser un hombre de mundo y millonario, apreciaría una aventura sin ataduras, pero no puedo Elena, es tan buen chico, tan atento.

   —Creo que eso son atributos que hacen deseable a un hombre.

   —Estás loca, no que va, ese príncipe dorado es muy de cuento, mejor mantenerlo en ficción o eso trataré, porque hoy cuando lo vi entrenando con esos grandes músculos y todo sudado, no me dio un infarto porque tengo una muy buena aptitud física si no, muerte por excitación extrema diría mi hoja de muerte.

   —Que loca eres Brenda —Elena reía por las ocurrencias de Brenda—, entonces tienes luz verde, mañana el gimnasio conocerá a la verdadera Brenda.

   — ¡Que emoción!

Al siguiente día Brenda llegó muy temprano como siempre, pero esta vez busco en su locker las vendas, pasó directo al salón de combate, comenzó su calentamiento brincando la cuerda, pronto llegó Salvador.

   —Hola preciosa, me acompañaras hoy de este lado.

   —He visto que el ring de lucha libre apenas se usa, yo puedo cambiar eso.

   —Yo soy de la vieja escuela, lo mío es el boxeo, las patadas y abrazos no es lo mío, me serviría alguien que supiera lo que hace de este lado, muéstrame que tienes preciosa, dame una sombra.

   La sombra en boxeo es dar golpes sin contrincante, se hace para preparar la memoria muscular, los movimientos de las piernas, el ataque y la defensa, de no practicarlo no puedes hacerlo frente a un oponente, Brenda le demostró cada golpe bien ejecutado, combinaciones, juego de pies y defensa.

   —Entonces Salvador, me invitaras al ring o seguirás babeando aquí abajo.

   —Atrapado preciosa, eres rápida como mariposa, veamos si picas como abeja.

   Ambos subieron al ring y comenzaron, al principio Salvador fue suave y poco a poco se dio cuenta que debía esforzarse, Brenda era muy rápida, si dejabas que te diera un golpe en seguida recibías 2 más, también era muy hábil, no regresaba sobre sus mismos pasos al ejecutar combinaciones, eso indicaba su experiencia, cuando Salvador dio por terminado el asalto, varios entrenadores estaban alrededor del ring, Brenda bajó y la recibieron con palabras de admiración y con sorpresa de la mayoría, Salvador estaba muy contento.

   —De hoy en adelante debes ayudarme aquí —declaró Salvador.

   —Eso no podrá ser —la declaración vino desde atrás de los otros entrenadores, aun Brenda no lo había visto, era Ernesto, el cual continuó.

   —Brenda se está encargando de la clientela sin nada de experiencia y con los más limitados, como podrá seguir atendiéndolos y estar por aquí.

   —No hay problema —dijo Brenda adelantándose, para quedar de frente a Ernesto—, soy perfectamente capaz de seguir con mis actuales clientes y cubrir aquí en el salón de combate, incluso el ring de lucha necesita más atención y yo estoy capacitada.

   —El ring de lucha no tiene más atención porque no es el requerimiento de la clientela.

   —Entonces le demostrare como podemos cambiar eso, pronto se regara la voz y tendremos más inscritos.

   Todos estaban callados, pero Ernesto quedo sin argumento, no podía despreciar, la propuesta de más clientela.

   —Está bien, pero si descuidas alguna de tus responsabilidades en gimnasio o las del salón de combate, quedas fuera de aquí.

   —Ya vera como pronto tendremos fila para utilizar el ring de lucha.

   —Eso lo veremos, eres muy pequeñita para inspirar confianza en potenciales interesados en lucha.

   —Cuando quiera le enseño y así nos acompaña como instructor.

   —Tú no tienes nada que enseñarme a mí.

   Brenda señalo el ring como invitación.

   —Seguro que no, practiquemos un poco.

   —Ahora estoy ocupado conejita.

   —Cuando este libre, el ring nos espera.

   Brenda estaba muy contenta, incluso pudo decir la última palabra, si antes tenía poco trabajo, ahora no tenía un instante de descanso, pero no se amilano, se encargó de sus ancianos y niños, incluso los traía al salón de combate y los animaba para que no estuvieran incomodos, empezó a preparar a los interesados en prácticas básicas de defensa, la semana se fue volando y todo estaba bien, pero Sebasthian no había regresado, los primeros 2 días Brenda estaba pendiente si él llegaba, luego decidió no esperarlo más, eso era una pérdida de energía y Brenda detestaba eso.

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