MEGANEl gélido halo que brota de mi interior y se desliza entre mis labios, hace que trague grueso, siento que el aire me comprime los pulmones, es de noche, hace frío y el cielo anuncia la llegada de una nueva tormenta, por lo que debo darme prisa. El sonido amortiguado de la música de fondo, frente al club nocturno que está delante de mí, hace que las piernas me flaqueen cuando intento dar el primer paso para cruzar la avenida, lo hago con esfuerzo, en cuanto llego, uno de los hombres de seguridad que resguardan la entrada, me mira con desdén. —Vete, este no es lugar para niñas —espeta con voz dura. Un escalofrío recorre mi espina dorsal y creo que voy a morir, los dedos de mi mano están congelados, empujo las palabras de mi garganta como si de verdad quisieran salir. —Vine a ver al Sr. Bonjovi —logro articular. El mismo tipo cruza una mirada con su compañero. —Otra más que cae —niega con la cabeza el compañero—. Ven, sígueme. Me dan acceso al club nocturno, sigo al tipo que
MEGANLa vida no siempre te sonríe, y en mi caso, las nubes grises yacen encima de mi cabeza, salgo de casino con las piernas temblorosas, las manos frías y una amenaza de muerte sobre la espalda. Pedirle dinero prestado a un usurero que resulta ser miembro de la mafia italiana, no es la idea más inteligente, sin embargo, es la salida más fácil si quiero salvar la vida de mi madre. Quien padece de cáncer de hígado, los doctores me han dicho que necesita tratamiento y ver si ya es candidata para un trasplante, lo cual cuesta mucho, dicha cantidad que mantengo dentro de mi bolso, lo abrazo a mí con fuerza. Hace unos meses apenas me gradué de Administración Hotelera, buscar un trabajo resulta difícil, más con los tiempos, pero no me rindo. Anoche, mamá tuvo una caída, la traje al hospital, el doctor mencionó que ya era necesario tener que iniciar con el tratamiento. Doy un paso adelante con la intención de subir las escaleras, cuando siento un tirón en el brazo, luego mi bolso desapar
BRANDONHa sido un mal día, la cara de la rubia de ojos grises que me encontré por desgracia, a las afueras del hospital, no sale de mi cabeza, la ayudé, cosa que no debía, porque ahora tengo encima un retraso de más de media hora, el tráfico no ayuda y mi genio se amarga con lo sucedido. Todavía que le ayudo a recuperar su bolso, me tacha de ladrón, cuando la necesidad no la tengo encima. Creo que la gente debería aprender un poco más de modales, le di mi tarjeta porque era la única manera segura de que me dejaría en paz. Cuando veo que la avenida está libre, ordeno al chófer que pise el acelerador y vaya lo más rápido posible, él sigue al pie de la letra mis instrucciones y respiro hondo. Dios, nadie me había hecho pasar tal vergüenza, solo espero que ninguno haya grabado un video y que menos me reconozca. Comienzo a desesperarme, cuando mi móvil suena, y el nombre de mi hermano mayor resplandece en la pantalla. —¿Dónde estás? —me reclama en cuanto atiendo. —Voy en camino —res
MEGANHago un segundo intento, son las ocho de la noche, tal y como me dijo el sujeto, que por el nombre que viene en la tarjeta ahora sé que se llama Brandon Lewis, le he llamado al número privado que viene marcado, pero no me responde y comienzo a sentirme nerviosa. Respiro hondo, vuelvo a llamar, obteniendo el mismo resultado inicial, nada, solo silencio al otro lado de la línea, lo investigué en Internet, es un famoso empresario, su familia es multimillonaria, son dueños de la mejor cadena hotelera del país, lo que resulta irónico debido a mi carrera. —Una vez más —me digo a mí misma. Las manos se me congelan, y justo cuando estoy a nada de rendirme, atiende. —Brandon Lewis —habla en un tono más relajado, e incluso carismático—. ¿En qué lo puedo ayudar? —Hola —carraspeo—. Soy Megan… la chica a la que le dio su tarjeta a las afueras del hospital, esta mañana. Hay un breve silencio al otro lado de la línea. —Tú —espeta con dureza y mi corazón se me acelera—. No me vuelvas a
MEGANPara cuando logro llegar al trabajo, ya nada puede ir peor, o al menos eso es lo que pienso, ya que cuando entro, el ambiente hostil me aturde, el gerente levanta la mirada con el sonido de la campana sobre la puerta y frunce el ceño. Se cruza de brazos, sus ojos me lanzan dagas de fuego. —Dejaste el lugar solo —asevera—. Pudieron habernos robado. —Lo siento —susurro.El agua de la lluvia corre por mi frente y tomo una bocanada de aire.—No volverá a ocurrir —le prometo. —Claro que no —dice—. Porque estás despedida. Abro los ojos como platos. —No, por favor, fue un error, es mi primer día, lo siento —balbuceo con el corazón acelerado—. No puedo perder este trabajo, por favor, trabajaré horas extras de ser necesario. —No, estás despedida, no quiero verte de nuevo por aquí —espeta con firmeza, aplastando mis esperanzas. Las manos se me congelan, las manos me tiemblan y siento que el aire se comprime en mis pulmones. —Por favor —suplico de nuevo—. Mi madre está enferma y
BRANDON La imagen de mi tía, permanece anclado en mi memoria, despierto en medio de la noche luego de tener varias pesadillas, donde la protagonista es Megan Evans, la chica me acusó de ladrón, y cuando amanece, estoy de un humor amargo. Le llamo a Elisa, mi asistente personal, para avisar que es posible que no vaya a la empresa, sé que he dejado de lado algunas de mis obligaciones, pero procuro resolverlas a tiempo. Subo al auto y me dirijo al hospital, visitar al abuelo es la mejor opción, más, cuando siento que he perdido la razón. Piso el acelerador, apago mi móvil, sé que en cuanto mi madre se dé cuenta de mi ausencia en la empresa, comenzará a hacer un drama como le gusta. No tardo en llegar al hospital, los nervios y la sensación de escalofríos desde que vi la foto de mi tía, siguen recorriendo mi cuerpo. Me voy a recepción, una enfermera me lleva a la nueva habitación del abuelo, y en cuanto entro, todo se nubla, en especial porque ver a mi abuelo tendido sobre una cam
MEGAN UNA HORA ANTES Me siento cansada, mucho más que ayer u otros días. Muevo el cuello con estrés y sigo buscando en el periódico, en internet y en anuncios, un empleo, es increíble como no me puedan dar uno, con la carrera que tengo, soy administradora hotelera, pero cuando voy a entrevistas a solicitar un puesto, me miran mal, me dicen que no, por la falta de experiencia. El tiempo no es mi aliado, y es por ello que me veo obligada a buscar cualquier empleo, mientras, para salir de mis problemas, ya luego arreglaré las cosas para solicitar uno que esté a la altura de mis capacidades. Reviso, anoto, llamo, hago citas, el tiempo se me pasa volando hasta que dan las nueve de la mañana, me sirvo una taza de café, y estoy a nada de volver con lo mío, cuando llaman a la puerta. Me quedo quieta por un segundo, tratando de procesar lo que está pasando, ya que llevo 21 años viviendo aquí con mamá, y jamás, nadie nos ha visitado, voy bien con el pago de la renta, por lo que a la in
BRANDON Detallo cada uno de sus rasgos, sigo pensando que es una locura que esté haciendo esto, pero me recuerdo que es por el bien del abuelo, así que le corto un poco de su cabello, lo meto a una bolsa de plástico y decido irme, no sin antes tomarle una foto de perfil para luego compararla con la de mi tía Erika, pero Megan murmura algo que me detiene, acerco mi oído a su boca, para tratar de entender. —Mamá… —susurra. — Una de las enfermeras me avisó que su madre había muerto, al parecer todo lo que dijo, era verdad. Por un momento pensé que se trataba de una mujer que solo buscaba dinero fácil. Sigo mirándola, no es la mujer más hermosa que haya visto en la vida, su belleza es peculiar, tomo una bocanada de aire justo cuando la puerta se abre. —Señor, no puede estar aquí —la voz de una enfermera, rompe el encanto y aparto la mirada de Megan. —Soy su amigo —miento. La mujer relaja su cuerpo. —Ya veo. —¿Qué tiene? —pregunto solo para aparentar. —Al parecer un poco d