MEGAN
Hago un segundo intento, son las ocho de la noche, tal y como me dijo el sujeto, que por el nombre que viene en la tarjeta ahora sé que se llama Brandon Lewis, le he llamado al número privado que viene marcado, pero no me responde y comienzo a sentirme nerviosa. Respiro hondo, vuelvo a llamar, obteniendo el mismo resultado inicial, nada, solo silencio al otro lado de la línea, lo investigué en Internet, es un famoso empresario, su familia es multimillonaria, son dueños de la mejor cadena hotelera del país, lo que resulta irónico debido a mi carrera. —Una vez más —me digo a mí misma. Las manos se me congelan, y justo cuando estoy a nada de rendirme, atiende. —Brandon Lewis —habla en un tono más relajado, e incluso carismático—. ¿En qué lo puedo ayudar? —Hola —carraspeo—. Soy Megan… la chica a la que le dio su tarjeta a las afueras del hospital, esta mañana. Hay un breve silencio al otro lado de la línea. —Tú —espeta con dureza y mi corazón se me acelera—. No me vuelvas a buscar. Abro la boca para decir algo, pero es demasiado tarde, me ha colgado. «Cretino»Siento que el aire me falta, pero no me rindo, le marco de nuevo, solo que esta vez me ha bloqueado. —¡Capullo! —exclamo al sentirme perdida. De mi cabeza no salen las caras y las amenazas de los mafiosos a los que les debo el dinero que no me sirvió de nada, porque me lo robaron. Tengo que encontrar una salida, aunque en estos momentos parezca imposible. Miro la hora en el reloj, si no descanso ahora, no estaré lista para mañana, conseguí un empleo nuevo, y ahora tengo que conseguir otro para conseguir más dinero. Por lo que me doy una ducha de agua caliente, ceno un emparedado que me sabe a soledad, y me duermo. A la mañana siguiente me despierto en medio de una pesadilla, una en la que el Sr. Bonjovi me perseguía para que le pagara hasta el último euro. Cosa que se asemeja a la realidad. Me doy prisa para llegar al trabajo, que es un mini súper al lado de una gasolinera. El gerente es un hombre demasiado delgado, pálido y con los ojos hundidos, uno que sin duda no quita el genio que se carga, me pone a acomodar las cosas, da órdenes como si fuera una esclava de la edad media. Y para la hora del almuerzo, no me deja libre, no me da ni un solo respiro. —Atiende la caja mientras reviso el inventario en la bodega —demanda—. Y cuidado con robarte algo, hay cámaras de vigilancia por todo el lugar, te voy a estar vigilando. —Sí, señor —respondo sumisa. Aunque quiera mandarlo por un tubo, no puedo, eso significaría perder este empleo, y no debo darme ese lujo. Así que me quedo en la caja, atiendo a unas cuantas personas hasta que el cielo comienza a nublarse. De pronto, la campanilla suena, no me molesto en levantar la mirada y ver de quién se trata, debe ser el mismo cliente que solo viene por botana, cerveza o algo por el estilo. Saco mi móvil, comienzo a revisar algunas ofertas de trabajo mientras tanto, hasta que… —No puede ser cierto. Veo el oso de peluche que colocan sobre la barra, la voz ronca y demasiado gélida hace que la piel se me erice, levanto la mirada y me encuentro con un par de ojos azules demasiado inquisidores. Es el mismo sujeto; Brandon Lewis. —¿Acaso me estás acosando? —replica molesto. Me quedo sin habla. —¿Acaso de pronto eres muda? Las manos me sudan frío. —Le llamé como me pidió —respondo al recuperar mi voz—. Luego me colgó. —Ya le dije que sus asuntos personales, no son mi problema, ahora, cobre esto —saca su tarjeta de crédito. —Por favor, usted dijo que… —insisto.—No me haga perder mi tiempo de nuevo —arguye, esta vez elevando el tono de voz. —No tiene por qué ser un gilipollas —agarro su tarjeta y procedo con el pago—. ¿Acaso todos los ricos lo son? —Escucha —habla con impaciencia en su voz—. Te vuelvo a decir, tu problema no tiene nada que ver conmigo, deberías dirigirte al ladrón que robó tu bolso, no conmigo. —¿Y cómo sé que no me ha robado el dinero y ahora se hace el inocente? —juego mi última carta, recurrir al chantaje. Sus ojos se vuelven como dos esferas llenas de fuego, llama a su chófer y en cuanto este entra, Brandon me toma del brazo y tira con fuerza hasta sacarme del Súper. —¿Qué hace? —mi voz tiembla como mis piernas. Me dirige hasta el auto y el miedo me avasalla. —Estoy en horario de trabajo —trago grueso. —Eso debiste pensar antes de culparme de ladrón —agrega.—Yo… —Iremos a la estación de policía, voy a demostrar mi inocencia, y luego te demandaré por difamación. A la fuerza me mete al auto y solo rezo para que no cumpla con lo segundo. Para cuando llegamos a la estación de policía, es él quien se encarga de hablar, la ley se pone a sus pies en cuando dice su nombre y lo reconocen, en cambio, a mí, me ven como si estuviera loca. No tardan en lograr acceder a las grabaciones de las afueras del hospital, donde se ve claramente que tiene razón Brandon, el ladrón es quien se llevó mi dinero y él solo pudo recuperar el bolso cuando este lo lanzó al suelo. Mis mejillas se calientan y estoy segura de que, para este punto, se han teñido de un rojo escandaloso. —Como puede ver —me dice uno de los agentes—. El señor Brandon Lewis, es un héroe, no un ladrón, señorita… Evans. Creo que he olvidado cómo se respira. Bajo la mirada, mi plan no funcionó. —En vista de que te has dado cuenta de que soy inocente y he limpiado mi nombre, creo que requiero una disculpa —agrega Brandon. Tiene razón. Por lo que me pongo de pie. —Lo siento —musito—. Solo necesitaba el dinero para mi madre. —Nos solidarizamos con usted, pero no podemos hacer nada —lamenta el oficial. Al salir de la estación, debería estar agradecida, ya que Brandon no me demandó como había prometido, la lluvia comienza a caer y el frío me cala hasta los huesos, voy a perder a mi madre, los matones me van a encontrar y luego a matar. Lo presiento. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, la barbilla me tiembla y me abrazo mientras bajo los escalones. —Señorita Evans. Llaman a mis espaldas, respiro hondo y volteo, todo para encontrarme con los ojos azules de Brandon Lewis. —No llore, permita que la lleve de vuelta. Niego. —No, gracias, estoy bien —mi voz es apenas audible. —¿Por qué eres una mujer poco razonable? Te he demostrado mi inocencia, he recuperado tu bolso, no he demandado, ¿qué más quieres de mí? —sus ojos detallan mi rostro, como si quisiera guardar cada rasgo en su memoria. Pero ya no tengo tiempo, las lágrimas comienzan a derramarse por mis mejillas y me doy la vuelta. Pero tira de mi brazo. —Espera —saca su billetera—. Aquí están cien euros, espero que te sirvan de algo. Levanto la mirada. —Espero que no me vuelvas a contactar. Y diciendo esto se marcha, dejándome sola, con el dinero, y el corazón destrozado, veo como se sube a su auto, arranca y me deja atrás.MEGANPara cuando logro llegar al trabajo, ya nada puede ir peor, o al menos eso es lo que pienso, ya que cuando entro, el ambiente hostil me aturde, el gerente levanta la mirada con el sonido de la campana sobre la puerta y frunce el ceño. Se cruza de brazos, sus ojos me lanzan dagas de fuego. —Dejaste el lugar solo —asevera—. Pudieron habernos robado. —Lo siento —susurro.El agua de la lluvia corre por mi frente y tomo una bocanada de aire.—No volverá a ocurrir —le prometo. —Claro que no —dice—. Porque estás despedida. Abro los ojos como platos. —No, por favor, fue un error, es mi primer día, lo siento —balbuceo con el corazón acelerado—. No puedo perder este trabajo, por favor, trabajaré horas extras de ser necesario. —No, estás despedida, no quiero verte de nuevo por aquí —espeta con firmeza, aplastando mis esperanzas. Las manos se me congelan, las manos me tiemblan y siento que el aire se comprime en mis pulmones. —Por favor —suplico de nuevo—. Mi madre está enferma y
BRANDON La imagen de mi tía, permanece anclado en mi memoria, despierto en medio de la noche luego de tener varias pesadillas, donde la protagonista es Megan Evans, la chica me acusó de ladrón, y cuando amanece, estoy de un humor amargo. Le llamo a Elisa, mi asistente personal, para avisar que es posible que no vaya a la empresa, sé que he dejado de lado algunas de mis obligaciones, pero procuro resolverlas a tiempo. Subo al auto y me dirijo al hospital, visitar al abuelo es la mejor opción, más, cuando siento que he perdido la razón. Piso el acelerador, apago mi móvil, sé que en cuanto mi madre se dé cuenta de mi ausencia en la empresa, comenzará a hacer un drama como le gusta. No tardo en llegar al hospital, los nervios y la sensación de escalofríos desde que vi la foto de mi tía, siguen recorriendo mi cuerpo. Me voy a recepción, una enfermera me lleva a la nueva habitación del abuelo, y en cuanto entro, todo se nubla, en especial porque ver a mi abuelo tendido sobre una cam
MEGAN UNA HORA ANTES Me siento cansada, mucho más que ayer u otros días. Muevo el cuello con estrés y sigo buscando en el periódico, en internet y en anuncios, un empleo, es increíble como no me puedan dar uno, con la carrera que tengo, soy administradora hotelera, pero cuando voy a entrevistas a solicitar un puesto, me miran mal, me dicen que no, por la falta de experiencia. El tiempo no es mi aliado, y es por ello que me veo obligada a buscar cualquier empleo, mientras, para salir de mis problemas, ya luego arreglaré las cosas para solicitar uno que esté a la altura de mis capacidades. Reviso, anoto, llamo, hago citas, el tiempo se me pasa volando hasta que dan las nueve de la mañana, me sirvo una taza de café, y estoy a nada de volver con lo mío, cuando llaman a la puerta. Me quedo quieta por un segundo, tratando de procesar lo que está pasando, ya que llevo 21 años viviendo aquí con mamá, y jamás, nadie nos ha visitado, voy bien con el pago de la renta, por lo que a la in
BRANDON Detallo cada uno de sus rasgos, sigo pensando que es una locura que esté haciendo esto, pero me recuerdo que es por el bien del abuelo, así que le corto un poco de su cabello, lo meto a una bolsa de plástico y decido irme, no sin antes tomarle una foto de perfil para luego compararla con la de mi tía Erika, pero Megan murmura algo que me detiene, acerco mi oído a su boca, para tratar de entender. —Mamá… —susurra. — Una de las enfermeras me avisó que su madre había muerto, al parecer todo lo que dijo, era verdad. Por un momento pensé que se trataba de una mujer que solo buscaba dinero fácil. Sigo mirándola, no es la mujer más hermosa que haya visto en la vida, su belleza es peculiar, tomo una bocanada de aire justo cuando la puerta se abre. —Señor, no puede estar aquí —la voz de una enfermera, rompe el encanto y aparto la mirada de Megan. —Soy su amigo —miento. La mujer relaja su cuerpo. —Ya veo. —¿Qué tiene? —pregunto solo para aparentar. —Al parecer un poco d
NARRADOR OMNISCIENTEMientras Alejandro Lewis, la cabeza de la familia y el único pilar sólido que les queda, lucha por su vida en una habitación de hospital, a unos cuantos kilómetros de distancia, se encuentra Lena Lewis, la madre de Gabriel y Brandon, en su oficina, revisando un par de documentos que ella considera como importantes. No aparta la vista, ni siquiera cuando su hijo mayor entra, se percata de su presencia, pero solo eso, no le importa nada más. —Madre —le llama Gabriel. Esta le hace un gesto de mano, dándole a entender que tome asiento delante de ella, Gabriel lo hace, está acostumbrado al trato de su madre, la ama, pero sabe que es mala, lo supo desde qué era un niño, y vio cómo una noche, golpeaba a su hermano menor; Brandon, con un fuete caliente, en la espalda, todo porque en aquel entonces quiso seguir a su padre cuando este discutió con ella, hizo las maletas y se marchó. Un suceso que se ha guardado todos estos años para él mismo, por esa razón, nunca cuest
BRANDONNo me quedo tranquilo, sé que algo anda mal, quiero que mi abuelo entienda que esa chica llamada Megan no es su nieta, no es mi prima, no es nadie que tenga de nuestra familia, pero sus ojos cuando vio la foto, fueron llenos de un destello de esperanza, asombro. Camino de un lado a otro, hace cinco minutos que le llamé a Elisa, mi asistente, para que se hiciera cargo de mi apretada agenda, Gabriel seguro ya le avisó a nuestra madre, que no asistiré a la oficina, no le gusta, pero la salud del abuelo está primero en estos momentos. Él es el pilar que sigue sosteniendo a nuestra familia, y es por ello, que pienso hacer todo lo que esté en mis manos, por mantenerlo con vida, eso incluye el que tenga la mejor atención médica posible. Espero lo que me parece una eternidad, hasta que una enfermera me avisa que ya puedo entrar, mi abuelo se encuentra dormido, el ambiente no podía ser más hostil. —El señor Lewis tuvo un infarto, también alta la presión debido a la fuerte impresión
BRANDONMe congelo, escucho atento lo que me dice sobre mis padres, al parecer, su hijo; Angus Lewis, quiso tener dos hijos, pero Lena no pudo, o mejor dicho, no quiso arruinar su figura con un segundo, por ello, y tras varios meses de peleas, llegó a una conclusión y le propuso adoptar, estuvieron buscando por un año entero hasta que un día hicieron una visita a un orfanato en Inglaterra. Una de las monjas que estaba a cargo de la institución, dio aviso de que una drogadicta había llegado hace dos meses con un niño pequeño, luego murió de una sobredosis dejando huérfano al pequeño, entonces se vieron en la necesidad de meterlo en el sistema de adopciones, era un bebé, por lo que muchas de las parejas no quería lidiar con un bebé que necesitara muchos cuidados. Por lo regular iban por niños de dos o tres años, sin embargo, cuando mi padre, porque lo sigue siendo ante mis ojos, Angus, me miró, dice el abuelo que se enamoró de mí, se quedó prendado al instante de mí, y pese a las nega
MEGANMe quedo en silencio, mirando al hombre que rechazó ayudarme, el mismo que recorre mi cuerpo de un modo que no me gusta. —No tengo nada que hablar con usted —le doy un manotazo y me aparto de su tacto. Él se queda callado un par de segundos. —Puedo ayudar a tu madre… —Mi madre está muerta —digo las palabras que me saben amargas y que tanto me duelen en el pecho, porque ahora estoy sola. —En el hospital dijeron que…—Pedí que mintieran por si alguien preguntaba, no es algo que deba importarle al mundo —replico—. Demasiado tarde, señor Lewis, ahora, le pido por favor que se marche o…Mis palabras se atoran en la garganta cuando siento que todo me da vueltas, mis piernas se tambalean, el aire me falta por un par de segundos y creo que me voy a volver a desmayar, de no ser por un par de brazos fuertes que me sostienen. —¿Se encuentra bien? ¿Qué pasó aquí? —me ayuda a sentarme en una de las orillas de la cama. Me duele el cuerpo, cuando llegué a casa, me encontré con los hombr