Amelia tenía los días contados; faltaban veinticinco exactamente, el paso del tiempo se aceleraba cuando ella no quería que lo hiciera, porque aunque le costara admitirlo, no le gustaba que el tiempo pasara tan rápido, eso significaba que se iría mucho más rápido de allí, que no sentiría como aquel pequeño se le abalanzaba encima casi rompiéndola en dos, que no sentiría los brazos de él rodeándola mientras fingía estar dormido.Aquellos pensamientos no la habían abandonado, suponía que la abandonarían hasta que llegara el día de irse, que veía muy próximo.«No puedo creer que te encariñaste como una estúpida», su cabeza se lo reprochaba cada vez que podía, pero eso no ayudaba demasiado a sacar la sensación de allí, la sensación de que no quería irse tan pronto, tal vez debió de haber aceptado quedarse por más días, como él le había propuesto cuando Dylan habían empezado a llamarla "mamá".De la mitad de su pago le quedaban unos doscientos mil solamente, los otros los había gastado con
Maximiliano esperó que ella le frenara, fue luego de unos segundos que se percató de que aquello no ocurriría, de que ella no le frenaría. Amelia le cedió paso completo para que la besara.La lengua del hombre jugó con la suya con una rapidez inesperada para ambos.El cuerpo de la mujer terminó siendo por completo orillado a una esquina de la pared.Sus labios se acariciaron con poca delicadeza, las manos de Amelia se estiraron sobre los hombros de Maximiliano, que la sorprendió al levantarla por la cintura y colocarla sobre la mesa de noche, acercándola más a él.Ambas respiraciones se transformaron en una sola, ella jadeó cuando él mordió su labio inferior con fuerza, jadeó de igual forma cuando las manos de Maximiliano empezaron a bajar por su cuerpo, recorriéndolo. El beso aumentó su pasión, él abrió más las piernas de la mujer, que permitió que aquello ocurriera.Fue ahí cuando la puerta fue abierta con brusquedad.Ambos miraron hacia aquella dirección, encontrándose con el peque
Explicarle a la madre de Maximiliano que él había decidido alargar la estadía de Amelia en su casa, había sido más difícil que explicarle a un pez como caminar; había tenido que soportar las objeciones de la mujer, que, aunque insistía en no guardar algún sentimiento negativo hacia Amelia, no lo demostraba. "Todo esto lo hago por Dylan, mamá; ninguno de los dos queremos verlo sufrir, y antes de que me digas que él sufrirá más cuando ella se vaya, quizás solo deberíamos vivir en el presente", aquella había sido la respuesta que había dado por terminada aquella conversación, la cual Maximiliano revivía en su cabeza mientras se encontraba acostado, en la cama que pronto, como todos los días, compartía con Amelia.Más de una semana había transcurrido desde que los tres habían ido a visitar a la madre de la mujer, unos días muy pesados de tensión en donde Dylan había insistido cada minuto del día en regresar a la casa de su "abuela" porque amaba el olor que había en esta.El hombre sintió
La madre de Maximiliano había escuchado unos sonidos bastantes particulares, lo suficientemente fuertes como para despertarla en medio de la noche, la fuerza de estos se elevaba y se reducía, daban la apariencia de ser golpes, y tras haber realizado una inspección por su propia casa, había llegado a la conclusión de que estos tenían lugar en la habitación de su hijo; no había querido entrar, al menos no de manera brusca, la mujer se había quedado en el pasillo, dando vueltas por todo este, hasta que el ruido había cesado, pero vaya que se había tomado su tiempo para hacerlo, más de dos horas de sonidos de cosas cayéndose, de golpes en la pared, incluso había escuchado un chillido femenino, nunca había sido una mujer demasiado entrometida, mucho menos en la vida adulta de su hijo, pero la curiosidad de saber que había sucedido, la carcomía, por aquella razón, se vio orillada a llevar sus pasos hacia la habitación de ambos.La puerta fue abierta, dándole paso a una escena que la mujer n
Al abrir sus ojos y encontrarse sola, Amelia no pudo evitar ser atropellada por una sensación amarga como el infierno: había sido usada, o al menos eso se dijo.Cuando intentó levantarse, sintió una presión fuerte en sus caderas.Una sonrisa descarada paseó por su rostro.Los recuerdos explotaron en ella.Las sensaciones casi pudieron ser experimentadas una vez más.Los gemidos masculinos de Maximiliano se dejaron escuchar por los pasadizos de su mente.Terminó de levantarse, observarse al espejo le horrorizó, pero al mismo tiempo, la llenó de una picara sensación. La marca de él estaba en ella, en todo su cuerpo.Se enredó la sábana en su piel, luego fue al baño, en donde cepilló sus dientes, queriendo pasar por alto la lluvia de alaridos que crecía en su cabeza, pero sabía que estos no se detendrían, se había acostado con él, había dejado que la tomara de todas las formas habidas y por haber, su mente no se callaría jamás, le decía que era una zorra por haberlo disfrutado tanto.Ame
Amelia había llegado a la mansión y había corrido hacia la habitación que compartía con Maximiliano, encerrándose en ella; si tan solo no hubiese abandonado su antiguo apartamento, hubiese podido acudir allí, para poder llorar hasta que el alma se le rompiera, hasta que corazón saliera en forma de lágrimas que deslizaban por su rostro.La ironía de la vida, era tanta, que haces pocas horas, en la misma cama en la que se encontraba recostada, la mujer había estado gimiendo de placer, olvidándose de la vida, incluso de su madre, y en aquel instante, pocas horas después, se encontraba desgarrada en llanto, lo suficiente como para que el camino le fuese imposible de ver.Sintiendo como todas las fuerzas la abandonaban, Amelia se arrojó al suelo, apretando sus puños de la misma forma en la que apretaba sus labios, para que así su llanto se escuchara tan fuerte; no podía imaginarse a sí misma perdiendo a su madre, teniendo que un día, llamarla para no recibir respuesta, teniendo que despedi
En el transcurso de una semana, había escuchado la voz de Amelia quizás unas diez veces solamente, lo cual era demasiado particular; la mujer guardaba silencio en los almuerzos, apenas respondía a las preguntas de Dylan, no le prestaba atención a nada, a nadie, lucía perdida como quien quería buscar una moneda en el fondo del mar.A la única conclusión que había llegado Maximiliano, era que todo se trataba de su culpa, se decía a sí mismo que no había tenido que hacer aquello, que había tenido que controlarse, que él era el causante de que ella se encontrara tan retraída, se decía a sí mismo que tenía que buscar una manera de disculparse, por aquella misma razón se encontraba parado en la puerta de su habitación, observando a la mujer que le daba la espalda mientras sollozaba en silencio.Maximiliano abrió la puerta con cuidado, ella no consiguió percatarse, estaba demasiado sumergida en su mar de preocupaciones, de dolor silencioso.—Amelia. —La mujer dio un fuerte respingo cuando es
La mirada de Evelyn paseó de manera lenta sobre Maximiliano, quien le saludaba con cortesía, para luego tomar asiento según las indicaciones de Amelia.—Vinimos a hacerte c-compañía, mamá. —Maximiliano vio como de los labios de Amelia se desvaneció una sonrisa triste—. ¿Quieres que te prepare algo de comer?—Quizás, algo ligero, hija.Amelia asintió, él podía ver como ella contenía sus lágrimas ante el deteriorado estado de la mujer, quien le miraba de vez en cuando, quizás no sentía tanto rechazo hacia él como la primera vez que lo había visto, pero él estaba seguro que ella pensaba que él era un pecador, igual que su hija.—Iré a preparar una sopa, mamá —le avisó, colocándose de pie; un vestido holgado cubría el cuerpo de la mujer, era uno de los que él le había obsequiado en sus intentos de hacerle saber a su abuelo que todo aquello era un amor verdadero… la ironía lo mataba—. Tú quédate aquí, Maximiliano, si quieres…—Iré contigo —se adelantó el hombre a decir, colocando su enorme