La madre de Maximiliano había escuchado unos sonidos bastantes particulares, lo suficientemente fuertes como para despertarla en medio de la noche, la fuerza de estos se elevaba y se reducía, daban la apariencia de ser golpes, y tras haber realizado una inspección por su propia casa, había llegado a la conclusión de que estos tenían lugar en la habitación de su hijo; no había querido entrar, al menos no de manera brusca, la mujer se había quedado en el pasillo, dando vueltas por todo este, hasta que el ruido había cesado, pero vaya que se había tomado su tiempo para hacerlo, más de dos horas de sonidos de cosas cayéndose, de golpes en la pared, incluso había escuchado un chillido femenino, nunca había sido una mujer demasiado entrometida, mucho menos en la vida adulta de su hijo, pero la curiosidad de saber que había sucedido, la carcomía, por aquella razón, se vio orillada a llevar sus pasos hacia la habitación de ambos.La puerta fue abierta, dándole paso a una escena que la mujer n
Al abrir sus ojos y encontrarse sola, Amelia no pudo evitar ser atropellada por una sensación amarga como el infierno: había sido usada, o al menos eso se dijo.Cuando intentó levantarse, sintió una presión fuerte en sus caderas.Una sonrisa descarada paseó por su rostro.Los recuerdos explotaron en ella.Las sensaciones casi pudieron ser experimentadas una vez más.Los gemidos masculinos de Maximiliano se dejaron escuchar por los pasadizos de su mente.Terminó de levantarse, observarse al espejo le horrorizó, pero al mismo tiempo, la llenó de una picara sensación. La marca de él estaba en ella, en todo su cuerpo.Se enredó la sábana en su piel, luego fue al baño, en donde cepilló sus dientes, queriendo pasar por alto la lluvia de alaridos que crecía en su cabeza, pero sabía que estos no se detendrían, se había acostado con él, había dejado que la tomara de todas las formas habidas y por haber, su mente no se callaría jamás, le decía que era una zorra por haberlo disfrutado tanto.Ame
Amelia había llegado a la mansión y había corrido hacia la habitación que compartía con Maximiliano, encerrándose en ella; si tan solo no hubiese abandonado su antiguo apartamento, hubiese podido acudir allí, para poder llorar hasta que el alma se le rompiera, hasta que corazón saliera en forma de lágrimas que deslizaban por su rostro.La ironía de la vida, era tanta, que haces pocas horas, en la misma cama en la que se encontraba recostada, la mujer había estado gimiendo de placer, olvidándose de la vida, incluso de su madre, y en aquel instante, pocas horas después, se encontraba desgarrada en llanto, lo suficiente como para que el camino le fuese imposible de ver.Sintiendo como todas las fuerzas la abandonaban, Amelia se arrojó al suelo, apretando sus puños de la misma forma en la que apretaba sus labios, para que así su llanto se escuchara tan fuerte; no podía imaginarse a sí misma perdiendo a su madre, teniendo que un día, llamarla para no recibir respuesta, teniendo que despedi
En el transcurso de una semana, había escuchado la voz de Amelia quizás unas diez veces solamente, lo cual era demasiado particular; la mujer guardaba silencio en los almuerzos, apenas respondía a las preguntas de Dylan, no le prestaba atención a nada, a nadie, lucía perdida como quien quería buscar una moneda en el fondo del mar.A la única conclusión que había llegado Maximiliano, era que todo se trataba de su culpa, se decía a sí mismo que no había tenido que hacer aquello, que había tenido que controlarse, que él era el causante de que ella se encontrara tan retraída, se decía a sí mismo que tenía que buscar una manera de disculparse, por aquella misma razón se encontraba parado en la puerta de su habitación, observando a la mujer que le daba la espalda mientras sollozaba en silencio.Maximiliano abrió la puerta con cuidado, ella no consiguió percatarse, estaba demasiado sumergida en su mar de preocupaciones, de dolor silencioso.—Amelia. —La mujer dio un fuerte respingo cuando es
La mirada de Evelyn paseó de manera lenta sobre Maximiliano, quien le saludaba con cortesía, para luego tomar asiento según las indicaciones de Amelia.—Vinimos a hacerte c-compañía, mamá. —Maximiliano vio como de los labios de Amelia se desvaneció una sonrisa triste—. ¿Quieres que te prepare algo de comer?—Quizás, algo ligero, hija.Amelia asintió, él podía ver como ella contenía sus lágrimas ante el deteriorado estado de la mujer, quien le miraba de vez en cuando, quizás no sentía tanto rechazo hacia él como la primera vez que lo había visto, pero él estaba seguro que ella pensaba que él era un pecador, igual que su hija.—Iré a preparar una sopa, mamá —le avisó, colocándose de pie; un vestido holgado cubría el cuerpo de la mujer, era uno de los que él le había obsequiado en sus intentos de hacerle saber a su abuelo que todo aquello era un amor verdadero… la ironía lo mataba—. Tú quédate aquí, Maximiliano, si quieres…—Iré contigo —se adelantó el hombre a decir, colocando su enorme
Amelia repasó a Maximiliano desde los pies hasta la cabeza, mirándolo como una madre que reprocha a su hijo.La mujer caminó hacia la sopa que todavía permanecía encendida porque él, intentando apagarla, solo le había subido el flujo de fuego a la estufa.Ella liberó un suspiro, él jugó con sus dedos de manera nerviosa, como alguien que estaba a punto de ser regañado.—¿Cómo…? —Amelia llevó las manos hasta su rostro, probando la sopa, cuyo sabor se había amargado, si le daba aquello a su madre, seguro el dolor de estómago no le permitiría la paz el resto del día—. ¿Cómo fue que una sopa terminó quemada?Él peinó su cabello hacia atrás, con una sonrisa infantil que se empeñaba en mantener oculta: ella había dicho que sentía algo por él, no podía mantenerse quieto después de haber escuchado algo como aquello, quería brincar hacia aquella mujer y decirle que él también, pero se obligaba a sí mismo a mantenerse completamente quieto, a fingir no haber escuchado tanto, aunque dudaba que pud
La mujer fue poseída por el repentino y casi incontrolable deseo de huir del auto cuando lo escuchó decir aquello; el aire la abandonó por minutos interminables, su pecho se apretó, un temblor dominó cada una de sus extremidades, su saliva se transformó en su propia enemiga, asfixiándola.Una trémula respiración se desprendió de sus labios.—Y-yo… Maximiliano…El hombre cerró sus ojos, como si se encontrara igual de inquieto que ella; no tenía demasiados talentos con las mujeres, de hecho, su difunta esposa y él, habían terminados casados por las circunstancias, y porque la mujer se le había inmiscuido sin pudor, pero con Amelia todo era tan distinto que más de una vez se había sentido como un adolescente intentando conquistar a alguien.—Amelia, necesitas saber algo.—No —soltó la mujer, jugando con sus dedos—. Lo q-que escuchaste no es nada.Maximiliano redujo la velocidad del auto, sintiendo una presión en su pecho.—Amelia, estoy seguro de lo que escuché.La mujer ideó algo con ra
Nadie le había avisado que una fiesta tendría lugar en aquella mansión, solo su madre había ido pocas horas antes a decirle que se preparara y le avisara a su "esposa" porque muchos integrantes de la familia irían a la propiedad. Había aguardado solo a minutos de la actividad para tomar el valor de decírselo a la mujer.El hombre, daba vueltas de un lugar a otro. El ambiente con Amelia había sido pesado como una roca después de haberle confesado lo que sentía. Aunque había una particularidad en el comportamiento de la mujer, no parecía en contra de lo que él sentía, parecía más angustiada por sí misma; ella tenía una tormenta en la cabeza y él ni siquiera lo sabía.—Amelia. —El hombre abrió la puerta de la habitación en donde ella se había aislado, pero no había nadie allí—. ¿Amelia?Por un instante, fue atacado por el miedo de que ella se hubiese ido sin avisarle a nadie. El pánico que se apoderó de él, fue uno inesperado, amargo y agresivo.—Estoy aquí. —El débil susurro de la mujer