La única motivación que Amelia se vio en lugar de usar para correr más rápido que aquellas mujeres que parecían una bala, fue recordar la vez en la que Maximiliano la había perseguido; solo aquello, solo imaginarse a sí misma corriendo de un desconocido del cual sintió miedo en su momento, ocasionó que ella tuviera la suficiente potencia para correr, adelantándose de unas cuantas, sin embargo, todavía habían algunas más delante de ella; aquello le impulsó a correr más rápido, ser una mujer alta por fin le había servido para algo.Escuchaba la voz de Dylan decir algo, pero el ruido del aire franqueando por sus oídos, le impedía comprender qué cosa.La mujer apuró el paso, sintiendo como sus rodillas iban al máximo.Desde la distancia pudo observar como Maximiliano se había posicionado con Dylan en la meta, quizás para recibirla.Amelia aumentó la potencia de su carrera, perdiendo casi el control sobre sus extremidades, una sonrisa se trazó en su rostro al percatarse de que había corrid
Habían transcurrido dos semanas más, los días se volvían pesados, aunque no de una manera tan negativa, lo único "malo" que ocurría, era que ambos se comportaban de manera particular el uno con el otro, no querían estrechar en absoluto sus relaciones, pero de alguna forma, sentían que era algo imposible, las mismas circunstancias los orillaban a hacerlo. A Maximiliano no le gustaba admitir que le había empezado a gustar la sensación del cuerpo de la mujer frotándose con el suyo, no se lo admitía a sí mismo, y mucho menos lo haría con nadie más, pero cuando sentía aquel cuerpo femenino a su lado, no se sentía tan solo a como estaba acostumbrado, aunque no podía evitar decirse a sí mismo que era un estúpido, aquello era temporal, ¿por qué se hacía eso?El hombre enfocó su mirada en el cúmulo de documentos que tenía al frente; había retomado sus actividades en su empresa, aunque no se sentía con el ánimo suficiente para ejercerlas, pero como ya su abuelo había aprobado a Amelia y la fort
Amelia tenía los días contados; faltaban veinticinco exactamente, el paso del tiempo se aceleraba cuando ella no quería que lo hiciera, porque aunque le costara admitirlo, no le gustaba que el tiempo pasara tan rápido, eso significaba que se iría mucho más rápido de allí, que no sentiría como aquel pequeño se le abalanzaba encima casi rompiéndola en dos, que no sentiría los brazos de él rodeándola mientras fingía estar dormido.Aquellos pensamientos no la habían abandonado, suponía que la abandonarían hasta que llegara el día de irse, que veía muy próximo.«No puedo creer que te encariñaste como una estúpida», su cabeza se lo reprochaba cada vez que podía, pero eso no ayudaba demasiado a sacar la sensación de allí, la sensación de que no quería irse tan pronto, tal vez debió de haber aceptado quedarse por más días, como él le había propuesto cuando Dylan habían empezado a llamarla "mamá".De la mitad de su pago le quedaban unos doscientos mil solamente, los otros los había gastado con
Maximiliano esperó que ella le frenara, fue luego de unos segundos que se percató de que aquello no ocurriría, de que ella no le frenaría. Amelia le cedió paso completo para que la besara.La lengua del hombre jugó con la suya con una rapidez inesperada para ambos.El cuerpo de la mujer terminó siendo por completo orillado a una esquina de la pared.Sus labios se acariciaron con poca delicadeza, las manos de Amelia se estiraron sobre los hombros de Maximiliano, que la sorprendió al levantarla por la cintura y colocarla sobre la mesa de noche, acercándola más a él.Ambas respiraciones se transformaron en una sola, ella jadeó cuando él mordió su labio inferior con fuerza, jadeó de igual forma cuando las manos de Maximiliano empezaron a bajar por su cuerpo, recorriéndolo. El beso aumentó su pasión, él abrió más las piernas de la mujer, que permitió que aquello ocurriera.Fue ahí cuando la puerta fue abierta con brusquedad.Ambos miraron hacia aquella dirección, encontrándose con el peque
Explicarle a la madre de Maximiliano que él había decidido alargar la estadía de Amelia en su casa, había sido más difícil que explicarle a un pez como caminar; había tenido que soportar las objeciones de la mujer, que, aunque insistía en no guardar algún sentimiento negativo hacia Amelia, no lo demostraba. "Todo esto lo hago por Dylan, mamá; ninguno de los dos queremos verlo sufrir, y antes de que me digas que él sufrirá más cuando ella se vaya, quizás solo deberíamos vivir en el presente", aquella había sido la respuesta que había dado por terminada aquella conversación, la cual Maximiliano revivía en su cabeza mientras se encontraba acostado, en la cama que pronto, como todos los días, compartía con Amelia.Más de una semana había transcurrido desde que los tres habían ido a visitar a la madre de la mujer, unos días muy pesados de tensión en donde Dylan había insistido cada minuto del día en regresar a la casa de su "abuela" porque amaba el olor que había en esta.El hombre sintió
La madre de Maximiliano había escuchado unos sonidos bastantes particulares, lo suficientemente fuertes como para despertarla en medio de la noche, la fuerza de estos se elevaba y se reducía, daban la apariencia de ser golpes, y tras haber realizado una inspección por su propia casa, había llegado a la conclusión de que estos tenían lugar en la habitación de su hijo; no había querido entrar, al menos no de manera brusca, la mujer se había quedado en el pasillo, dando vueltas por todo este, hasta que el ruido había cesado, pero vaya que se había tomado su tiempo para hacerlo, más de dos horas de sonidos de cosas cayéndose, de golpes en la pared, incluso había escuchado un chillido femenino, nunca había sido una mujer demasiado entrometida, mucho menos en la vida adulta de su hijo, pero la curiosidad de saber que había sucedido, la carcomía, por aquella razón, se vio orillada a llevar sus pasos hacia la habitación de ambos.La puerta fue abierta, dándole paso a una escena que la mujer n
Al abrir sus ojos y encontrarse sola, Amelia no pudo evitar ser atropellada por una sensación amarga como el infierno: había sido usada, o al menos eso se dijo.Cuando intentó levantarse, sintió una presión fuerte en sus caderas.Una sonrisa descarada paseó por su rostro.Los recuerdos explotaron en ella.Las sensaciones casi pudieron ser experimentadas una vez más.Los gemidos masculinos de Maximiliano se dejaron escuchar por los pasadizos de su mente.Terminó de levantarse, observarse al espejo le horrorizó, pero al mismo tiempo, la llenó de una picara sensación. La marca de él estaba en ella, en todo su cuerpo.Se enredó la sábana en su piel, luego fue al baño, en donde cepilló sus dientes, queriendo pasar por alto la lluvia de alaridos que crecía en su cabeza, pero sabía que estos no se detendrían, se había acostado con él, había dejado que la tomara de todas las formas habidas y por haber, su mente no se callaría jamás, le decía que era una zorra por haberlo disfrutado tanto.Ame
Amelia había llegado a la mansión y había corrido hacia la habitación que compartía con Maximiliano, encerrándose en ella; si tan solo no hubiese abandonado su antiguo apartamento, hubiese podido acudir allí, para poder llorar hasta que el alma se le rompiera, hasta que corazón saliera en forma de lágrimas que deslizaban por su rostro.La ironía de la vida, era tanta, que haces pocas horas, en la misma cama en la que se encontraba recostada, la mujer había estado gimiendo de placer, olvidándose de la vida, incluso de su madre, y en aquel instante, pocas horas después, se encontraba desgarrada en llanto, lo suficiente como para que el camino le fuese imposible de ver.Sintiendo como todas las fuerzas la abandonaban, Amelia se arrojó al suelo, apretando sus puños de la misma forma en la que apretaba sus labios, para que así su llanto se escuchara tan fuerte; no podía imaginarse a sí misma perdiendo a su madre, teniendo que un día, llamarla para no recibir respuesta, teniendo que despedi