Con gran agilidad fue al cuarto y comenzó a recoger los zapatos regados y luego mi ropa. La cabeza iba a estallarme, de pena, de miedo, de sospecha, de desconcierto, de pura impotencia, arruinar así nuestro día, nuestro primer día, lo bien que la pasamos desde que apareciera.
–No se cuanta ropa tengas pero aquí perdiste una buena, por lo menos tus franelas.
–Tengo más, es lo de menos. –Respondí tomando toda mi ropa y haciéndola un bollo. No dije nada más, no tenía comentarios posibles ante lo que encontrara. Fui a la sala y busqué donde tirar los vidrios de los dos jarrones que rompieran y restos de uno de madera.
–Déjame ayudarte. –Se inclinó para hacerlo.
–No Yvonne, yo lo hago, podrías cortarte. –Le detuve las manos y ella me miró sorprendida, también estaba confundida. –Estoy muy apenado.
<Se lanzó sobre mí, me rodeó con sus fuertes brazos, su enorme cuerpo me arropó y quedé frágil ante lo que deseaba, bajó sus labios con sabor a él y me besó devorador sin que su agarre variara. Yo me dejé poseer por el momento, rendida por su hermosura y virilidad, por el aroma que despedía su cuerpo, el sabor de su boca, su lengua buscando la mía haciéndome sentir tan deseada y mujer.–Tu regalo me encanta. –Me hablo junto al oído, besando mi cuello.– ¿Dices la verdad o solo eres amable?–No tienes por qué dudarlo Yvonne. –Me miraba con devoción, ya no quería dudarlo. –Tenerte aquí en nuestra casa a ti, no a cualquier mujer que se bajara del avión ese día… yo quiero confesarte algo. –Aflojó un poco el brazo, yo estaba perdida en sus ojos, en lo mucho que me atra
Vi cuando se fue en el asiento. La cabeza quedó al vaivén del movimiento del auto y su palidez nos asustó a mamá y a mí.– ¡Yvonne! ¡Yvonne!–Le grité pero nada. Estacioné como pude y corrí hacia ella, la bajé en brazos y coloqué mi oído en su pecho, respiraba pero muy débil estaba completamente inconsciente. –Yvonne mi amor, despierta. –Miré su brazo, horrible.– ¡Dios ayuda a Yvonne, que no le corten el brazo por favor Dios!– ¡Mamá por favor!Seguimos dentro el hospital y apareció un doctor.–Doctor mi esposa fue mordida por una serpiente.– ¡Venga!–Lo seguí, la tendí sobre la camilla que me indicó.– ¡Yvonne, Yvonne, despierta Yvonne.–No la llame, es…inútil ahora. –Busc&oacu
Cuando lo vi acelerar en la moto seguido de Liborio y tres más a caballo fingí que me reponía y me disculpé con Isabel para irme al baño. Ahí, a solas me cubrí la cara con una toalla, o mejor dicho su toalla, y lloré. Lloré fuerte abrí la llave del lavamanos y descargué ese dolor que se habría estacionado en mi pecho desde que lo escuchara hablar con el doctor Rubén.Dijo que la quería pero no podía estar con ella. Siempre sospechó que ella había hecho lo de la casa y a pesar de que se lo pregunté tantas veces lo negó.– ¿Estas bien Yvonne?–Mi suegra me habló desde afuera.–Sí, ya salgo.–Voy a la casa un momento y regreso enseguida.–Claro. –Raspé la garganta para que no sospechara. Cuando escuché sus pasos perderse cerré el agua y limpi&ea
Volví a despertar de golpe. Ella estaba dormida a mi lado pero no me tocaba. La sábana se había corrido y quedé sin abrigo, a esa hora ya hacía frío, la ventana había quedado abierta. La miré por unos segundos, reposaba. Sus labios tenían buen color, me incorporé hasta sentarme y rocé su frente, no tenía fiebre, el brazo podía verlo por la posición en que estaba, la venda bien puesta y el color verde se presentaba a ambos extremos. Respiraba tranquila, como si fuese un ángel que habían enviado para mí y que cambiara todo lo que hacía anteriormente, todo lo que me movía anteriormente. Me levanté y cerré la ventana y luego prácticamente metí el cuerpo dentro de la ropa interior y la braga que había dejado en el piso la noche anterior, ya estaba vestido. Volví a verla, todos estos años y había llegad
Escuché la moto. Corrí a la ventana envuelta en la sábana, se iba. Regresé a la cama y el cansancio me venció a pesar de que no podía dejar de pensar en él y lo feliz, que a pesar de todo lo que había escuchado, me sentía de estar ahí con él.No sé qué horas eran cuando la mano de Isabel se posó en mi frente.–No tiene fiebre –Dijo y abrí los ojos. Andrea estaba con ella. – Oh cariño te desperté, ya es hora de tu medicina.–No quiero tomarlas más. –Le dije sentándome en la cama tapándome con la sábana.–Pero el doctor dijo…–Me siento mejor Isabel y tengo miedo de lo que el doctor advirtiera.–Bueno eso sí. –Miró a Andrea y luego a mí.–Quisiera quitarme la venda, el brazo me pica.–No
Tomó asiento. Estaba colorada y nerviosa. Cuando partí de aquella panadería en la moto estaba dispuesto a soplar, a soplar, soplar y la casa derribar pero a medida que rodaba mi ira iba disminuyendo. Embarazada… ¡qué increíblemente rápido! ¿Por qué no decírmelo y amarrarme a ella con la noticia? Cualquier mujer lo haría. No, pero ella no, ella…debí saber que no trataba con una chica fácil, aparentaba no exigir pero si me quería para ella, si me amaba me quería entero para ella y ahora creía que yo quería a otra, encontraría las palabras para convencerla de lo contrario no estaba fácil.–Yo no quiero a otra mujer –Iba a hablar y la detuve con un gesto –Entiendo que pienses eso porque siempre quiero ser amable con las personas y lo fui con el doctor –Le hablaba mirándola a los ojos que hacía
Como no había hecho en los anteriores días puse la alarma en mi teléfono celular. María de Lourdes había visto mi mensaje pero no dijo nada. Estaría sorprendida. La verdad creo que me apresuré.Ensuan y yo cenamos algo ligero por la noche y caímos rendidos en la cama. Leo le dejó las cuentas sobre la mesa del comedor y él prometió que las revisaría antes de dormir pero estuvo conversándome de varias cosas y luego nos dormimos. Me enlacé a él y fue muy fácil caer en un dulce sueño, sin los temores y dudas de los días anteriores y con la fe de que nuestro hijo estaría bien.–Buenos días–Se estiraba en la puerta del cuarto y de fondo un gallo cantaba anunciando la madrugada– ¿te gusta mi fondo musical?–Me encanta–Dejé a un lado la jarra con jugo y fui a besarlo.
– ¡Vaya hasta que te dignas a llamar!Ese fue el saludo de Jasper una vez le marqué.–Sí, lo sé. Te debo una disculpa amigo–Te juro que ya estaba arreglándolo todo para ir a Betel, Ensuan–La voz de mi amigo era de puro reproche pero también preocupación.–Ya todo está arreglado por aquí–Traté de aliviarlo, estuvo llamando estos días y enviando mensajes–Antes de que digas nada tengo varias cosas que decirte.–Primero cuéntame de mi mercancía.–Ya salió para allá. Fue lo primero que se hizo temprano. –El camión salió cargado hasta el tope para un viaje de casi tres horas al encuentro de Jasper y otros dos compradores de menor envergadura–Espero que quedes satisfecho avísame cualquier cosa.–No te preocupes, no creo que haga falta llamar