Volví a despertar de golpe. Ella estaba dormida a mi lado pero no me tocaba. La sábana se había corrido y quedé sin abrigo, a esa hora ya hacía frío, la ventana había quedado abierta. La miré por unos segundos, reposaba. Sus labios tenían buen color, me incorporé hasta sentarme y rocé su frente, no tenía fiebre, el brazo podía verlo por la posición en que estaba, la venda bien puesta y el color verde se presentaba a ambos extremos. Respiraba tranquila, como si fuese un ángel que habían enviado para mí y que cambiara todo lo que hacía anteriormente, todo lo que me movía anteriormente. Me levanté y cerré la ventana y luego prácticamente metí el cuerpo dentro de la ropa interior y la braga que había dejado en el piso la noche anterior, ya estaba vestido. Volví a verla, todos estos años y había llegad
Escuché la moto. Corrí a la ventana envuelta en la sábana, se iba. Regresé a la cama y el cansancio me venció a pesar de que no podía dejar de pensar en él y lo feliz, que a pesar de todo lo que había escuchado, me sentía de estar ahí con él.No sé qué horas eran cuando la mano de Isabel se posó en mi frente.–No tiene fiebre –Dijo y abrí los ojos. Andrea estaba con ella. – Oh cariño te desperté, ya es hora de tu medicina.–No quiero tomarlas más. –Le dije sentándome en la cama tapándome con la sábana.–Pero el doctor dijo…–Me siento mejor Isabel y tengo miedo de lo que el doctor advirtiera.–Bueno eso sí. –Miró a Andrea y luego a mí.–Quisiera quitarme la venda, el brazo me pica.–No
Tomó asiento. Estaba colorada y nerviosa. Cuando partí de aquella panadería en la moto estaba dispuesto a soplar, a soplar, soplar y la casa derribar pero a medida que rodaba mi ira iba disminuyendo. Embarazada… ¡qué increíblemente rápido! ¿Por qué no decírmelo y amarrarme a ella con la noticia? Cualquier mujer lo haría. No, pero ella no, ella…debí saber que no trataba con una chica fácil, aparentaba no exigir pero si me quería para ella, si me amaba me quería entero para ella y ahora creía que yo quería a otra, encontraría las palabras para convencerla de lo contrario no estaba fácil.–Yo no quiero a otra mujer –Iba a hablar y la detuve con un gesto –Entiendo que pienses eso porque siempre quiero ser amable con las personas y lo fui con el doctor –Le hablaba mirándola a los ojos que hacía
Como no había hecho en los anteriores días puse la alarma en mi teléfono celular. María de Lourdes había visto mi mensaje pero no dijo nada. Estaría sorprendida. La verdad creo que me apresuré.Ensuan y yo cenamos algo ligero por la noche y caímos rendidos en la cama. Leo le dejó las cuentas sobre la mesa del comedor y él prometió que las revisaría antes de dormir pero estuvo conversándome de varias cosas y luego nos dormimos. Me enlacé a él y fue muy fácil caer en un dulce sueño, sin los temores y dudas de los días anteriores y con la fe de que nuestro hijo estaría bien.–Buenos días–Se estiraba en la puerta del cuarto y de fondo un gallo cantaba anunciando la madrugada– ¿te gusta mi fondo musical?–Me encanta–Dejé a un lado la jarra con jugo y fui a besarlo.
– ¡Vaya hasta que te dignas a llamar!Ese fue el saludo de Jasper una vez le marqué.–Sí, lo sé. Te debo una disculpa amigo–Te juro que ya estaba arreglándolo todo para ir a Betel, Ensuan–La voz de mi amigo era de puro reproche pero también preocupación.–Ya todo está arreglado por aquí–Traté de aliviarlo, estuvo llamando estos días y enviando mensajes–Antes de que digas nada tengo varias cosas que decirte.–Primero cuéntame de mi mercancía.–Ya salió para allá. Fue lo primero que se hizo temprano. –El camión salió cargado hasta el tope para un viaje de casi tres horas al encuentro de Jasper y otros dos compradores de menor envergadura–Espero que quedes satisfecho avísame cualquier cosa.–No te preocupes, no creo que haga falta llamar
–Te dije que podía venir yo con tu madre al laboratorio Ensuan. –le dije por segunda vez al verlo conducir y leer un mensaje en su teléfono.–No quiero esperar una eternidad como resultó hace una semana, además Leo me ocupa por tonterías.– ¿Qué le pasa? –Algo en su expresión me dijo que no era cualquier cosa, pero no respondió el mensaje.–Dudas sobre algunas semillas que se confundieron, lo llamaré cuando lleguemos allá. Tranquila.Me miró y sonrió pero esa sonrisa no llegó a sus ojos.–Sería bien complicado que se mezclaran las semillas Ensuan–Me preocupé, él conducía a su velocidad habitual pero sus manos en el volante decían que estaba algo ansioso.–Es una confusión de Leo, yo mismo hace dos días las arreglé junto con el veneno. Ta
Abrí la puerta de la casa y casi de inmediato su perfume me dijo que ahí estaba ella. Después la vi sentada en el borde de la ventana, me miraba, me esperaba, me escuchó llegar, como sea, sus ojos eran diamantes brillantes, su nariz estaba algo enrojecida, su quijada alzada, sus labios apretados, la ternura de su amor: esfumados.–Yvonne ¿por qué te fuiste? –Me acerqué a ella exigiendo una respuesta o por lo menos una reacción pero ninguna de las dos cosas obtuve–te busqué por todo el pueblo, temía que te hubiese sucedido algo–Ya estaba frente a ella, había llorado pero estaba erguida, mirándome–¿puedes explicarme donde te metiste? –ni pestañeaba solo me miraba a los ojos con cierto ¿descaro? –Yvonne ¿podrías decirme que pasó?–¿De verdad crees que soy yo la que debe decirte que pas&oa
No llegamos solos a la casa, tres niñas, las mismas que me ayudaron con la decoración navideña y que no recordaba sus nombres, venían corriendo detrás del animal donde Ensuan me subió con mi poca fuerza debido al ahogo, más los sucesos de la mañana. Dejé que me rodeara con los brazos y cabalgara. Llegando me bajó con cuidado, no era uno de los caballos más grandes, así que casi me lancé para que me atajara y como si yo no pesara nada me metió a la casa con las tres niñas atrás. A ellas no había que decirles nada, eran niñas muy maduras y en silencio, interrumpido en ocasiones por la tos de uno de nosotros, acompañaban. También en silencio Ensuan me llevó al cuarto e intentó recostarme.–Necesito bañarme antes. –Le dije deteniéndole la mano que tenía cerca.–Está
La sala de nuestra pequeña casa quedó en silencio. Adentro, en la recámara estaba Yvonne con mamá y la doctora.Fui de una vez por una cerveza y la bebí de a tiro, en todo el día no había comido nada y la poca agua que tomé no calmaba lo tan deshidratado que estaba. Fracasé en la mañana llevando a Yvonne al pueblo y no solamente por el encuentro con Ayarit, también como la traté con respecto a su familia y su hermano. A medida que pasaron los días desde su llegada, por nuestras charlas descubrí que había sido capaz de conseguir muchas cosas por sí sola y ser independiente, tanto así que decidió darle la espalda a sus costumbres y venir aquí conmigo, arriesgarse a lo desconocido porque podía resolver las cosas por sí mismas y una de esas cosas resulté ser yo.Me avergonzaba recordar lo ale